La mujer como constructora de la paz en los conflictos armados

Irene Infante Ríos
 
Pie de foto: Cascos Azules en una entrega de medallas otorgadas como reconocimiento por su trabajo en la misión de mantenimiento de la paz en Sudán del Sur (UN Photo/Martine Perret).
 
La situación actual de la mujer en el transcurso de los conflictos armados continúa constituyendo un desafío para el conjunto de la comunidad internacional. El impacto de la violencia derivada de los enfrentamientos armados sobre el colectivo femenino de la población es muy acusado, ya que constituye el blanco de numerosos ataques entre los diversos bandos en el combate. Al mismo tiempo, en los países en los que la mujer es discriminada simplemente por su condición, como es el caso de algunos países africanos, la inestabilidad y la violencia derivada de los conflictos constituye una dimensión que empeora su situación de inferioridad. Las consecuencias de esto son variadas, y abarcan desde el menor acceso a la sanidad hasta la mayor vulnerabilidad como refugiada  y el uso de la violación como arma de guerra, el reclutamiento de las niñas como soldados, su sometimiento como esclavas sexuales y la proliferación de la prostitución infantil. 
 
En los años 50 del pasado siglo comenzó a contemplarse en el Derecho Internacional Humanitario la necesidad del establecimiento de las bases de una protección especial hacia la mujer en los escenarios bélicos, que se materializó en las disposiciones estipuladas en las Convenciones de Ginebra de 1949 y los Protocolos adicionales I y II de 1977. En ellos se establecen consideraciones propias a la mujer por el hecho de serlo, lo que ha sido criticado por algunos sectores, debido a la presentación de ésta como un sujeto débil en razón de su sexo y necesitada por ello de un conjunto de protecciones específicas . La realidad es que especialmente en algunas culturas, la mujer es objeto de la violencia , y en el contexto de los conflictos armados, dicha violencia se incrementa –especialmente la sexual, por convertirse en un objetivo militar debido al recurso creciente y generalizado de la violencia sexual como arma de guerra, lo que se denomina “Violencia basada en el Género” –.  De esta forma, las mujeres se protegen por ser el colectivo más vulnerable, por el papel que desempeñan en el seno de la familia y debido a sus características y habilidades en la reconstrucción de la sociedad. 
 
En los últimos decenios la cuestión relativa a la protección de las mujeres y niñas en conflictos armados ha recibido una especial atención y la prohibición de cualquier tipo de violencia contra la mujer en situación de conflicto ha sido legislada, por lo que está prohibida por el Derecho Internacional Humanitario. Asimismo, en la guerra de Bosnia y el genocidio de Ruanda se cometieron brutales actos contra las mujeres y las niñas, entre los que se incluyen el uso de la violación como un arma de guerra –biológica en el caso del genocidio contra los tutsis, con el contagio del virus del VIH–, por lo que en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (A/CONF.183/9)  se estipuló que todo tipo de agresión sexual contra mujeres civiles constituyese jurídicamente un crimen de guerra “tanto en conflictos internacionales –y con ello con independencia de la nacionalidad de la víctima– como internos” . Esto ha permitido que esta violencia sea perseguida de manera específica, aunque sobre el terreno todavía queda un largo camino por recorrer. La situación de la mujer, especialmente en los escenarios bélicos, dista mucho de ser la ideal. 
 
En el año 2000 la ONU aprobó la Resolución 1325, que se constituye como el punto de inflexión en relación con la protección a la mujer en los conflictos armados, ya que se ocupa de manera específica del género y la seguridad. La resolución 1325 fue la primera de varias que versan sobre el mismo asunto , y que persiguen en líneas generales dos objetivos. Por un lado la prevención de la violencia y la protección de las mujeres y niñas en el contexto de los conflictos armados, y por otro lado la necesidad del incremento del papel de la mujer en los procesos de paz post-conflicto. Así, la conjunción de estos dos objetivos reconoce el vínculo indisociable que debe establecerse entre la lucha contra la violencia hacia la mujer y el aumento de su papel en la prevención y resolución de conflictos, la consolidación de la paz y la reconstrucción. En el año 2008, la Resolución 1820 declaró que la violación como arma táctica de guerra podía llegar a constituir un delito de genocidio, ya que en numerosas ocasiones se pretende “sembrar el terror y provocar desplazamientos de población, destruir comunidades enteras o eliminar una raza o etnia determinada” . 
 
En el año 2013, los ministros de Asuntos Exteriores del G-8 presentaron, entre otros temas, una declaración conjunta acerca de la prevención de la violencia sexual en conflicto, considerándola uno de los puntos clave de dicha reunión , y estableciendo mecanismos para actuar contra ella. Por otro lado, España, Holanda y el Mando US Africom contribuyen desde hace unos años a la capacitación de género en operaciones de paz en el Centro Internacional de Adiestramiento para Operaciones de Paz de Nairobi (Kenia), con el objeto de aplicar la perspectiva de género “en todas las decisiones estratégicas, operacionales y tácticas que se toman en las misiones” , lo que demuestra la importancia de la inclusión de la perspectiva de género en las operaciones de paz. 
 
De esta manera, la violencia sexual constituye una táctica de guerra muy recurrente en los conflictos armados, ya que con ella se ataca de forma contundente al oponente. Por un lado pone de manifiesto la incapacidad de los varones de defender a la población femenina atacada y por otro se ataca a la mujer como portadora de la siguiente generación. Así, se destruye la capacidad de reproducción de ésta, o, en el caso de que la mujer quede embarazada, engendrará al hijo del enemigo, lo que supone el rechazo a la mujer por parte del pueblo afectado, y el deshonor para el conjunto de los habitantes del lugar. 
 
Las mujeres en los escenarios bélicos africanos
 
En algunos lugares de África las estrictas costumbres culturales estigmatizan a las mujeres que han sido víctimas de una violación, lo que a su vez produce una profunda fractura en la sociedad, que se ha generalizado desde finales de los años 90 . Un ejemplo de ello sería el de la República Democrática del Congo, ya que en este país existe un total de treinta y cuatro grupos armados (milicias, grupos rebeldes e incluso fuerzas de seguridad del Estado) que utilizan la violación y otras formas de abuso sexual contra las mujeres como arma de guerra . De esta manera, este tipo de violencia se ha generalizado como una estrategia militar de todas las partes que integran el conflicto del país, como se indica en el informe "Sexual violence in Armed Conflict" realizado por el Geneva Center for the Democratic Control of Armed Forces. 
 
Frente a esto, el Comité Internacional de la Cruz Roja responde formando a las mujeres, que actúan en diversos lugares de la RDC como asistentes psicosociales. Una de ellas es Antoinette Mbila, que ayuda a las mujeres de su aldea a recuperarse de los traumas causados por la violencia sexual en la Maison d’écoute, específicamente construida para acoger a mujeres que han sufrido abusos. Según la explicación de alguna de las víctimas, la violencia hacia ella provino de "hombres uniformados", que utilizaron el cuerpo de muchas mujeres, y el suyo propio, para hacer la guerra y desestabilizar a su población. Por ello es importante entender el drama que supone la violencia sexual contra la mujer en tiempo de guerra, ya que destruyendo a la mujer se consiguen repercusiones a largo plazo sobre la población e incluso sobre la nación, por lo que los ataques a la población femenina de forma tan extendida y brutal responden a un objetivo estratégico. Debido a este motivo, la labor realizada por personas como Antoinette es fundamental. Ella explica que la lucha contra el repudio ejercido por parte de los maridos y el rechazo de la población deben cambiarse, pero en sus propias palabras, "cambiar el comportamiento de las personas es un proceso. No ocurre de la mañana a la noche" . 
 
Por otra parte, también en África, y más concretamente en el norte de Nigeria y las zonas controladas por el grupo terrorista Boko Haram, se observa que la táctica de guerra utilizada es diversa. Se continúa instrumentalizando el cuerpo de la mujer como arma de guerra, pero ya no mediante la violencia sexual, sino que las mujeres y las niñas son salvajemente utilizadas como “bombas humanas” con un doble objetivo: provocar el terror entre la población y denunciar la detención por parte de los gobiernos locales de las mujeres e hijas del grupo yihadista. En 2011 el gobierno detuvo a más de 100 mujeres e hijos de líderes de Boko Haram, por lo que los líderes dieron la orden del secuestro masivo de mujeres y niñas, que se materializó en mayo de 2013. Esta fecha supone un cambio en las tácticas, igual que enero de 2015, fecha en que comenzó a denunciarse el uso de mujeres y niñas en ataques bomba contra la población . En este sentido, en la mayoría de los casos éstas son obligadas a inmolarse, y son utilizadas por los yihadistas para no llamar la atención ante los puestos de control establecidos por el gobierno a la entrada de lugares públicos, y así poder introducir los explosivos sin levantar sospechas.
 
De esta forma, de una manera u otra, la mujer es utilizada como arma de guerra, ya sea mediante la violencia sexual o utilizándola como instrumento explosivo. Por este motivo, es necesaria la potenciación de iniciativas como la mencionada anteriormente (IV Curso de Capacitación de Género en Operaciones en Nairobi) para concienciar a la población local de la necesidad de que la mujer deje de ser víctima, tenga la capacidad de construir su propio futuro y pueda ayudar a edificar la paz. Al mismo tiempo, es fundamental lograr fin de la estigmatización de la mujer que sufre los abusos y acabar con la impunidad , como indicó el pasado 24 de abril la representante especial del Secretario General de la ONU sobre violencia  sexual, Zainab Hawa Bangura . 
 
La mujer como parte de la sociedad civil en los procesos de paz 
 
Es en este complejo contexto en el que se debe promover el incremento de los cometidos de la mujer en los procesos de paz. En este sentido, el programa DDR+R  de las Naciones Unidas, que consiste en el desarme, la desmovilización, la reinserción y la reintegración de los combatientes social, política y económicamente, es el marco ideal para fomentar la participación de la mujer local. De esta forma, se considera que las mujeres que han sufrido abusos se encontrarán más dispuestas a hablar y negociar con otras mujeres, lo que ayudará a ganar la confianza y el apoyo de los grupos femeninos del lugar. Al mismo tiempo, la composición de las delegaciones que integren las mesas de negociación en los procesos de paz deben estar integradas por un número suficiente de mujeres, y por otro lado debe potenciarse el papel de la mujer como parte de la institución militar local y de las fuerzas de seguridad del Estado, así como la formación de profesionales sanitarias locales. Por último, es también positivo utilizar a intérpretes femeninas, potenciando así su papel dentro de la sociedad.
 
Caddy Adzuba, la denuncia hecha mujer 
 
Las voces femeninas africanas van denunciando cada vez más esta lacra. La periodista congoleña Caddy Adzuba lleva años demandando un incremento en el compromiso internacional para acabar con el uso del cuerpo de la mujer como arma de guerra en su país. Galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2014, vino a nuestro país con el fin de realizar la exposición “Un banquete cruel. Pour Quoi”, muestra fotográfica que pretendía sensibilizar a la opinión pública española sobre la violencia contra las mujeres en la región de los Grandes Lagos
 
Al preguntar a esta valiente periodista sobre la situación de la mujer en la República Democrática del Congo, su país de origen, explica que ésta se ve excluida de los procesos sociales, y añade: "es imposible que haya desarrollo sin participación de la mujer en él. Cuando la mujer no participa, el desarrollo no se consigue, porque una parte de la población queda apartada". Este es el motivo por el cual algunos medios de comunicación como Radio Okapi, radio local de las Naciones Unidas, hayan decidido incluir en su programación semanal algunos programas dedicados de manera específica a las mujeres, para que los propios habitantes del lugar sean conscientes del importante papel que las mujeres desempeñan en la vida pública, y, en concreto, en la solución de los conflictos. 
 
Finalmente, no conviene olvidar que la importancia para la mujer de formar parte en los procesos de pacificación no estriba exclusivamente en el momento de la construcción de paz, sino que la proyección de futuro permite “su  futura  inclusión  en  los asuntos políticos del país [e incide] en su igualdad jurídica con respecto a los hombres” . De este modo, la importancia específica de la inclusión de la mujer en la realidad social y política del país tiene consecuencias positivas para el conjunto de la sociedad que se dilatan en el tiempo, lo que explica la importancia de lograr esta igualdad en el proceso de paz post-conflicto. 
 

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