La 'Nueva Ruta de la Seda' en el centro de la estrategia de Pekin

Pedro Canales

La visita oficial del presidente chino Xi Jinping a España reviste una importancia histórica trascendental. Más allá de los importantes acuerdos económicos, comerciales, culturales, técnicos y científicos que se van a firmar con la gran potencia asiática, lo que está en el centro del viaje del jefe del Estado chino, es la puesta en práctica de la Hoja de Ruta trazada por China concerniente a la Nueva Ruta de la Seda.

Iniciado en 2013, este proyecto chino no es una simple recuperación de la ruta de las caravanas que atravesaban el continente asiático para traer desde el Lejano Oriente, especies, sedas y maderas preciosas, sino el de un gigantesco programa de construcción de autopistas, ferrocarriles, oleoductos, gasoductos, zonas industriales, infraestructuras portuarias y “autopistas numéricas”. Sesenta y cinco países, entre ellos España, han adherido a este programa, el más ambicioso del siglo XXI, representando al 60% de la población mundial y en torno a un tercio del Producto Interior Bruto de todo el mundo, y con unos presupuestos previstos que rondan el billón de euros. 

China, que desembolsará al respecto inversiones masivas, ya se ha dotado de una base logística en el primer círculo de sus relaciones, que constituye la Organización de Cooperación de Shanghai, OCS, creada e influenciada por Pekín. Esta es la plataforma de base del lanzamiento del gigantesco programa, aunque uno de sus Estados miembros, concretamente la India, pone algunos reparos por el asunto de Cachemira por el que está previsto pase una de las ramas viarias del proyecto. Sin embargo, Moscú, Pekín y Nueva Delhi están obligados a cooperar, aunque sólo fuese por razones demográficas y económicas. 

La OCS reúne China, la India, Rusia, Kazakstán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán y Pakistán; otros cuatro Estados tienen el estatuto de observador, Irán, Afganistán, Mongolia y Bielorrusia. La OCS incluye pues 3200 millones de habitantes del planeta (más de un 42% de la población mundial), y se extiende por 37 millones y medio de kilómetros cuadrados, lo que la hace la organización mundial más vasta del planeta, exceptuando claro está la ONU; dispone, entre otras materias primas, del 20% del petróleo mundial, del 40% del carbón, y del 50% del uranio; además suministra el 38% del aprovisionamiento de gas natural en el mundo. 

El proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, verdadera proyección imperial a escala planetaria, que en China denominan BRI (Un anillo, un camino, una iniciativa), está destinado a remodelar profundamente la geopolítica internacional, abriendo el camino hacia un nuevo “Gran juego”, como el Imperio británico bautizó en los siglos XIX y XX, a la problemática mundial que tenía como epicentro Asia. Si en el siglo XVI se estableció el vínculo entre las dos extremidades de Oriente y Occidente uniendo por el comercio China y el legado del Imperio de Roma pasando por el corredor asiático; en el siglo XIX y XX, el almirante británico Halford John Mackinder, a este espacio conocido como el “Gran Juego” según la expresión del escritor Rudyard Kipling, lo llamó “el corazón en el que bate el pulso del mundo” en relación a las tres grandes potencias de entonces, Estados Unidos, Rusia y China. Hoy, un siglo después, China pasa a la ofensiva y busca extender su influencia más allá de Asia central, alcanzando Europa, África y el continente americano. 

En el plan puesto en marcha desde Pekín, se prevé invertir unos 35 mil millones de euros por parte china, para la construcción de nuevas rutas terrestres y marítimas, priorizando las primeras ya que supondría un suministro más rápido de mercancías a Europa. Existen tres variantes de la “ruta de la seda” terrestre China-Europa: la del norte, que pasaría por Rusia, Bielorrusia y Polonia para llegar a Alemania; la del centro que atravesaría Kazakstán para entrar a la cuenca mediterránea por Turquía o el Cáucaso; y la del sur, por los Estados de Asia central, Irán y Turquía para acceder a Oriente Próximo, África y Europa meridional. 

Acompañando la delegación oficial china que lleva el presidente Xi Jinping, se encuentra una fuerte representación de empresarios y hombres de negocios chinos tutelados por la Organización Mediterránea de la Ruta de la Seda, dirigida por el diplomático tunecino ex embajador de su país en España, Doctor Mohamed Sahbi Basly, y cuyo presidente de honor es el diplomático español Miguel Ángel Moratinos, recién nombrado por el Secretario General de la ONU Antonio Guterres, como Alto Representante de la ONU para la Alianza de Civilizaciones. 

El Gobierno y el Estado español disponen en estas condiciones de una oportunidad única e irrepetible de anclarse al carro del desarrollo y la modernización planetaria que lleva implícito al proyecto de Nueva Ruta de la Seda.

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