El régimen de al-Ásad permite a Naciones Unidas la apertura de dos nuevos pasos fronterizos para la llegada de ayuda humanitaria

La ONU accede al noroeste de Siria más de una semana después del seísmo: “Con razón se sienten abandonados”

AFP/OMAR HAJ KADOUR - El coordinador regional humanitario adjunto de la ONU, David Carden, y Sanjana Quazi, que dirige la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU en Turquía, visitan el almacén del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en la ciudad de Sarmada, controlada por los rebeldes, el 14 de febrero de 2023

El goteo de muertos no cesa conforme pasan las horas. Ha transcurrido poco más de una semana desde que dos seísmos de 7,8 y 7,5 de magnitud —el mayor terremoto de la historia registró una marca récord de 9,5—, con sus sucesivas réplicas, agitaran con violencia el sureste de Turquía y el noroeste de Siria, colocando bajo los escombros a centenares de miles de personas cuyos cuerpos tratan de rescatar a contrarreloj los equipos de emergencias internacionales que han acudido a socorrer a los afectados. La tragedia, que halló su epicentro en la provincia turca de Gaziantep, ha provocado hasta la fecha más de 34.000 muertos y decenas de miles de heridos. 

Pero la respuesta a la catástrofe ha sido desigual a ambos lados de la frontera. El contraste entre unas víctimas y otras ha puesto de relieve la grave situación humanitaria que atraviesa el noroeste de Siria. Al tiempo que los afectados turcos concentraban la mayor parte de la ayuda exterior, los más de cuatro millones de sirios que habitan en la gobernación de Idlib y sus inmediaciones quedaban dramáticamente relegados a un segundo plano. La lentitud de los operativos de emergencia internacionales sigue impidiendo el rescate de miles de personas. Muchas de ellas han acabado perdiendo la vida sin llegar a ser asistidas. 

Las ciudades sirias de Alepo, Latakia o Hama también han sufrido graves daños materiales y registrado numerosas muertes, pero la zona más golpeada por el seísmo ha sido el noroeste del país, un área controlada por los grupos rebeldes que se oponen al régimen de Bashar al-Ásad. La Defensa Civil Siria, una organización de voluntarios conocida como los Cascos Blancos, que jugó un papel de salvamento determinante durante los bombardeos contra población civil en el marco de la guerra, ha liderado las labores de rescate con los pocos medios a su alcance. Sus milagros, encontrando vidas entre los escombros, no han podido evitar la muerte de más de 6.000 personas en el país. 

Bab al-Salama

Ocho días después de la masacre, la primera delegación de Naciones Unidas ha conseguido cruzar la frontera turco-siria, según el director del Programa Mundial de Alimentos para Siria, Kenn Crossley, que describió la operación como “una misión de evaluación”. El convoy humanitario estrenó el martes el cruce de Bab al-Salameh, habilitado en las últimas horas tras la luz verde de Damasco. El terremoto había dejado en un pésimo estado el paso fronterizo de Bab al-Hawa, el único corredor humanitario que ha estado disponible en los últimos meses, por donde llegaba a cuentagotas la ayuda humanitaria procedente de Turquía. 

El coordinador humanitario regional adjunto, David Carden, y la directora de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en Turquía, Sanjana Quazi, forman parte de la delegación de Naciones Unidas que está presente en el noroeste de Siria. El martes visitaron las instalaciones del Programa Mundial de Alimentos en el distrito de Sarmada, en la gobernación de Idlib, y después mantuvieron una reunión que sobrepasó los 40 minutos con los funcionarios del organismo varados en el paso fronterizo de Bab Al-Hawa, según AFP. 

El martes también cruzaron el paso fronterizo de Bab al-Salameh otros 11 camiones cargados de artículos no alimentarios como mantas, bidones y colchones, informó la ONU. “La apertura de estos cruces, junto con la facilitación del acceso humanitario, la agilización de la aprobación de visados y la facilitación de los viajes, permitirá que entre más ayuda con mayor rapidez”, explicó el secretario general de la ONU, António Guterres, que pidió a la comunidad internacional un montante de 397 millones de dólares para ayudar a los nueve millones de sirios afectados por el terremoto, cinco de ellos en situación crítica. 

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La ONU, conciliadora en Damasco 

Bashar al-Ásad recibió ese mismo martes en Damasco al secretario general adjunto de la ONU, Martin Griffiths. El diplomático británico tuvo mano izquierda para negociar con el autócrata sirio la apertura de nuevos cruces fronterizos para desaislar las zonas que aún están en manos de los rebeldes con el objetivo de asistir a las víctimas del seísmo. Al-Ásad aceptó a regañadientes habilitar el tránsito de ayuda humanitaria a través de dos nuevos pasos fronterizos con Turquía, los de Bab al-Salameh y al-Rahi. Estarán en funcionamiento, como mínimo, durante los próximos tres meses. 

“Tenemos entendido que otras organizaciones de ayuda no afiliadas a la ONU han estado utilizando estos pasos fronterizos”, reconoció el portavoz del secretario general de la ONU, Stéphane Dujarric. “Tenemos que operar dentro de ciertos perímetros, esa es la naturaleza de las Naciones Unidas”. Otro miembro del organismo aseguró a la BBC que los nuevos pasos fronterizos “van a suponer una gran diferencia”.

“Le tomó una semana completa al Gobierno sirio, que con frecuencia bloquea la entrega de ayuda a sus oponentes, para finalmente aceptar abrir dos cruces fronterizos adicionales desde Turquía para permitir que ingrese más ayuda al noroeste de Siria. Pero para muchos, esto llegaría demasiado tarde”, denuncia la analista Dara Conduit del Middle East Institute. “Al final, la política se interpuso en el camino de una respuesta humanitaria que podría haber salvado cientos, si no miles, de vidas”. 

Bab al-Salama

Al contrario que al-Ásad, Griffiths hizo autocrítica tras visitar las zonas devastadas por los terremotos, incluidas aquellas bajo el control del Gobierno. “Hasta ahora hemos fallado a la población del noroeste de Siria. Con razón se sienten abandonados. Buscan una ayuda internacional que no ha llegado”, expresó el diplomático. Y es que las necesidades humanitarias en el país, especialmente en las provincias del noroeste, eran ya acuciantes antes del seísmo. La guerra civil propició una serie de desplazamientos internos que afectaron a millones de personas, forzadas a vivir en condiciones infrahumanas. 

Corredores humanitarios 

Al-Ásad no ha recuperado el control total del país, pero el conflicto ha entrado en una suerte de impase. Por lo que Rusia, el actor clave que alteró el guion de la guerra en favor de Damasco, y China defienden que la ayuda humanitaria debe ser puesta directamente en manos del Gobierno para que este las reparta. Sin embargo, el régimen sirio ha sido acusado en múltiples ocasiones de robar donaciones, manipular las tasas de cambio para desviar la mitad de cada dólar de ayuda que se dona e incluso de retener las vacunas contra la poliomielitis infantil del territorio controlado por la oposición. Nadie se fía de al-Ásad. 

En 2014, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución que permitía la entrega de ayuda humanitaria en el noroeste de Siria a través de cuatro cruces fronterizos para asistir a los millones de personas que se quedaban fuera del radar del programa de ayuda de Naciones Unidas, con sede en Damasco. Conduit recuerda que el órgano “tuvo que renovar la resolución cada seis a 12 meses, pero la asistencia humanitaria se redujo solo al cruce de Bab al-Hawa entre Turquía y el noroeste de Siria en 2020 tras la amenaza de veto de Rusia”

Mapa Siria

Al-Ásad ha aprovechado el contexto para exigir el levantamiento del régimen sanciones que afecta a Siria, al que ha acusado de obstruir los envíos de ayuda humanitaria. Y es que el país lleva más de cuatro décadas bajo el yugo de las sanciones occidentales. Estados Unidos designó al régimen de su padre, Háfez al-Ásad, como Estado patrocinador del terrorismo por primera vez en 1979. Las sanciones se endurecieron después, durante la invasión de Irak y, sobre todo, tras el estallido de la guerra civil en 2011.

Los expertos cuestionan que sea el régimen de sanciones el que ponga trabas a la llegada de asistencia humanitaria. En su lugar, acusan al Gobierno sirio de bloquear este tipo de operaciones. Pero el Departamento del Tesoro de Estados Unidos decidió mover ficha e imponer una exención de 180 días a sus sanciones contra Siria para las transacciones “relacionadas con los esfuerzos de ayuda tras el terremoto” días después de los hechos. La medida fue interpretada como un intento de tranquilizar a las instituciones de que no serían penalizadas por prestar asistencia en Siria. 

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