Millones de personas escapan de situaciones terribles en sus países para buscar una vida mejor y se encuentran con muchos obstáculos

La paradoja de criminalizar la migración en un Occidente envejecido

photo_camera AP/SANTI PALACIOS - Migrantes subsaharianos en espera de ser rescatados por la ONG española Proactiva Open Arms en el mar Mediterráneo, a unos 15 kilómetros al norte de Sabratha, Libia

Millones de personas que huyen de la violencia, la pobreza o la crisis climática migran buscando una vida mejor. Y se topan con muros, muchos muros. La paradoja de los países más ricos, que envejecidos se blindan frente la llegada de extranjeros. Y también de quienes emplean ese fenómeno con peligrosos fines políticos.

Invisibles, inaudibles, incomprendidos, maltratados... gente en busca de paz. Estos son solo algunos adjetivos con los que expertos consultados por Efe definen a personas que dejan toda una vida atrás, y a menudo solos, en un peligroso éxodo.

Un mundo de razones para migrar

Los inmigrantes que tratan de llegar a países europeos desde África "escapan de guerras, de dictaduras, de la desertización, pero también de sistemas económicos de explotación" que Occidente -que precisamente les cierra sus puertas- ha provocado, subraya en Roma el experto en Historia del África subsahariana Alessandro Triulzi, que preside el Archivo de Memoria de Migrantes italiano.

Esto, sumado a la red de contactos y a la reunificación familiar, "son los factores centrales en la migración del último siglo en todo el planeta", coincide desde México la doctora en Ciencias Sociales Leticia Calderón.

Porque a miles de kilómetros de distancia, en la ruta que pasa por Centroamérica hasta Estados Unidos, la situación es muy parecida a la que ocurre en el Mediterráneo. Muchos huyen de las violentas pandillas, la pobreza endémica o la inestabilidad política, que no hace más que atizar otras causas.

Y en el último año, y en forma de caravanas que trastocaron la política migratoria regional y enfurecieron a Estados Unidos, se sumaron personas de países suramericanos, caribeños, africanos y asiáticos.

Todos ellos comparten a menudo otro factor. No suelen ser los más pobres de sus países, sino que tienen formación y cuentan con amigos o familia "que les pueden ayudar" y pagar, por ejemplo, los peajes que los traficantes les imponen para llegar desde Libia a Europa, comenta el italiano Lorenzo Prencipe, presidente del Centro de Estudios Migratorios de Roma.

De hecho, muchos de los inmigrantes que llegan a las costas europeas en pateras precarias hablan idiomas y eran profesores, médicos o profesionales de otros sectores en sus países de origen.

En este contexto, se añaden otros elementos como la globalización y la tecnología. "La gente se traslada de una manera más fácil aún en condiciones precarias y esto facilita de alguna manera la migración" hacia economías de "gran atracción", dice Calderón, también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y profesora del Instituto Mora.

Los peligros del viaje… y del destino

Cuando los migrantes emprenden su viaje conocen el origen, pero no su destino. Bandas criminales, peligros naturales, enfermedades, corrupción, detenciones y torturas son solo algunos de los peligros de la travesía.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entre 2014 y 2018 un total de 30.510 personas perdieron la vida al intentar migrar de forma irregular, ya que "los caminos legales de inmigración desde hace tiempo han sido bloqueados", denuncia el italiano Prencipe.

Las ONG que salvan vidas en el Mediterráneo reclaman desde hace tiempo a la Unión Europea (UE) el establecimiento de corredores humanitarios para evitar situaciones como las del pasado agosto, cuando el barco de la organización española Open Arms permaneció en el mar durante veinte días con hasta 160 migrantes rescatados a bordo.

Muchos de quienes emigran consiguen llegar a Europa, pero también otros miles mueren ahogados y, según la OIM, en 2018 una persona de cada 35 falleció en esta ruta. Quienes atraviesan la ruta de los Balcanes también se exponen a "una ferocidad no inferior a los de Libia", dice Triulzi.

Y los que intentan atravesar la frontera de México hacia Estados Unidos encaran amenazas similares, a menudo agravadas por el crimen organizado.

Las dos masacres de San Fernando -en el nororiental estado de Tamaulipas- son ejemplo de ello. Cuando los Zetas ejecutaron en 2010 y 2011 a 73 y 193 migrantes, algunos hallados en fosas clandestinas.

Una caravana de miles de migrantes de América Central, en ruta hacia los Estados Unidos, se dirige a San Pedro Tapanatepec desde Arriaga, México, el 27 de octubre de 2018

"La delincuencia organizada obtiene una cantidad de recursos verdaderamente importantes", resume el reputado sociólogo y demógrafo por la Universidad de Chicago Carlos Welti.

Para el también profesor del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, el tránsito por este país es un caldo de cultivo para más peligros.

Hoy miles esperan en la frontera mexicana, con o sin visado, su cita con la autoridad migratoria estadounidense para pedir asilo, bajo el programa del Gobierno de Donald Trump ‘Remain in México’.

Son 70.000 según la ONG Save the Children, que esperan su turno en algunas de las ciudades más peligrosas del mundo: Tijuana, Ciudad Juárez o Matamoros, convirtiéndose en presas de las bandas criminales.

"No es de su interés permanecer en México", explica Welti, pero muchos siguen ahí atrapados, y finalmente deportados. Una vez llegan al destino tampoco lo tienen fácil, pues con frecuencia enfrentan rechazo y marginación, e incluso quedan sometidos a "situaciones invivibles", en guetos y barrios periféricos.

Así se "favorece el argumento de la clandestinidad y de la criminalidad", opina Triulzi.

Por si esta discriminación no fuera suficiente, dada la situación irregular en la que quedan atrapados "tienen que aceptar bajos salarios y sin seguridad social", lo que paradójicamente "genera un ahorro" para el país receptor, dice Welti.

El trato al que son sometidos los migrantes se volverá en el futuro contra los países receptores, observa Triulzi, quien advierte de que Europa se enfrentará en unas décadas a su mala gestión e incluso a "un potencial juicio de Nuremberg por crímenes de humanidad" contra los inmigrantes que llegan a sus costas. "Europa está ciega", critica con firmeza este historiador italiano ya jubilado.

La migración, ¿antídoto al invierno demográfico?

"El fenómeno de la inmigración existe, pero la invasión es imaginaria. Aun así, este discurso ha colonizado las mentes" de Europa y Estados Unidos, sentencia el sociólogo italiano Maurizio Ambrosini, reputado experto en el país en migración.

Y es que según un informe publicado en noviembre por la OIM, solo un 3,5% de la población mundial emigra, mientras que la gran mayoría (un 96,5%) se queda en su país de origen pese a sus problemáticas.

"Los países que son expulsores de emigrantes viven una sangría de capital humano que los países receptores aprovechan" porque los migrantes configuran "una población productiva" que "genera riqueza y recursos", dijo Welti.

La baja natalidad de Europa y de Estados Unidos es a menudo otro de los factores que los partidos de extrema derecha utilizan para justificar la supuesta invasión. Un argumento que es "la más miserable de todas las noticias falsas", porque los inmigrantes se adaptan a las costumbres del país de acogida, según Triulzi.

La baja natalidad de Europa y de Estados Unidos es a menudo otro de los factores que los partidos de extrema derecha utilizan para justificar la supuesta invasión

Según la oficina de estadística europea, Eurostat, en 2018 hubo de media solo 9,7 alumbramientos por cada 1.000 habitantes en la UE, y los fallecimientos superaron a los nacimientos. Aun así, la población aumentó en 1,1 millones respecto a 2017, debido fundamentalmente a la inmigración.

"Hay países que entraron en una recta clara de envejecimiento y lo que alimenta y renueva su mercado laboral y económico es la migración", explica Calderón. No obstante, la académica denuncia que "políticamente" es más fácil jugar con la "hipocresía" y "los estereotipos" para estigmatizar.

El rédito es mayor para corrientes populistas, y políticos como Trump ha usado la migración como arma electoral, tachando a los migrantes mexicanos de criminales o violadores, o amenazando a ese país a mediados de este año de imponer aranceles de no frenarlos.

Y aunque las dificultades se han acrecentado en Occidente, el flujo continúa incesante, desbordando países y desafiando fronteras.

Por el momento, poco han podido hacer naciones, leyes y organismos como las mismísimas Naciones Unidas, que en diciembre de 2018 aprobaron el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular. Están "rebasados", resume Calderón.

Alumnos uniformados en un aula de la Fundación Esperanza Banlieues en una escuela de Asnieres-sur-Seine, en las afueras de París

Con clarividencia, el exiliado republicano español en México Fernando Rodríguez Miaja, quien a sus 102 años llegó a ese país en 1939 huyendo de la Guerra Civil, define el éxodo de miles en un mundo cada vez más convulso: "El migrante es el que busca la paz propia". 

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