La pionera modernidad del Antiguo Egipto

Atalayar_Hassan Fathy

Hassan Fathy (Alejandría, 1900 – El Cairo, 1989), conocido y ensalzado como el arquitecto de los pobres, es un genuino representante del modernismo egipcio y un avanzado a su tiempo como el padre de la arquitectura sostenible y vernácula. Nació con los primeros rayos del sol del siglo XX, cuando la milenaria cultura egipcia se debatía entre abrazar por completo las nuevas pautas y el dominio europeo, o bien buscar su propio camino a partir de sus propias raíces. Pintores como Mohamed Naghi, Mahmud Saïd o Ragheb Ayad, y escultores como Mahmud Mukhtar son los “pioneros” (“al-ruwwad”) del movimiento modernista egipcio, artistas que encarnan la reflexión intelectual del renacimiento cultural (“nahda”), pero capaces asimismo de una interacción al fin y a la postre innovadora. 

Fathy puede considerarse asimismo como de estos pioneros innovadores, capaces de hundirse en las raíces de su propia cultura, de asimilar las enseñanzas del campesino tradicional, del “fellah”, de observar y aprehender las inveteradas costumbres de los constructores nubios del sur, los mismos que erigían cúpulas, arcos y bóvedas inclinadas, sin armazón, como se hizo siempre desde tiempos inmemoriales. 

Este es el contexto y el trasfondo de la exposición que la Casa Árabe en Madrid dedica al arquitecto, bajo el título “Hassan Fahty: a contracorriente”, comisariada por José Tono Martínez, quién, desde su paso por la Expo de 2008 en Zaragoza, decidió hacer justicia memorialística al hombre que rechazó la imposición internacional en cuestión de nuevos materiales. 

Contemporáneo de los grandes gurús de la arquitectura de la práctica totalidad  del siglo XX, Fathy redescubre las propiedades milenarias del adobe, las arcillas y las arenas secadas al sol y mezcladas con paja. Un material constructivo disponible al pie de cualquier aldea, barato y con altas capacidades de aislamiento térmico. En definitiva, pone su profesión al servicio de la inmensa mayoría de la población, es decir de los pobres. 

Quizá la mejor expresión de sus convicciones sea la construcción del barrio de Nuevo Gourma, destinado a albergar a las familias que vivían del saqueo y expolio de las tumbas del Valle de los Reyes, y que se despliega en la exposición en forma de planos, maquetas y fotografías de esa obra emblemática, realizada entre 1945 y 1948, recién terminada la Segunda Guerra Mundial. Fathy hace, pues, antropología al incorporar a su diseño todo un tratado de usos y costumbres de los habitantes de aquel pueblo, a los que se les ofrecían viviendas incrustadas en milenios de historia a cambio de que abandonaran, impulsados por el hambre, su actividad como saqueadores de tumbas.   

La exposición recorre muchas otras obras emblemáticas: la Casa Hamid Saïd, en el Fayum, 1942; la Mezquita de Lulu at al-Sahara, El Cairo, 1950, La Casa Casaroni, Shabramant,1980, y sus huellas en España: Sa Bassa Blanca, Alcudia, Mallorca 1978/80, y en Nuevo México, con la Villa Dar al-Islam. 

Además de una muy representativa selección de la obra pictórica de Hassan Fathy, el comisario José Tono ha incluido tres aportaciones complementarias en la exposición. Un panel centrado en la “arquitectura de tierra en la Península Ibérica”, con tipologías de técnicas y obras de estudios contemporáneos; una instalación dedicada al artista por la inglesa Hannah Collins, titulada “Haré una canción y la cantaré en un teatro con el aire de la noche sobre mi cabeza”, y una obra del artista Chant Avedissian, discípulo directo de Hassan Fathy.  

Como afirma Nadia Radwan, profesora en la Universidad de Berna, las obras de los “al-ruwwad” están enraizadas en el proyecto político de un despertar cultural. Un acontecimiento artístico, que abrió el camino a las vanguardias egipcias. Este modernista milenario que es Hassan Fahty así lo muestra en Casa Árabe de Madrid hasta el próximo 16 de mayo.  

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