La primavera: una inspiración para los artistas

A pesar de las alergias, la primavera siempre ha sido bienvenida y con ella renace al mundo. Los árboles recuperan lo que perdieron en otoño, florecen las rosas, las amapolas y los lirios. Esta estación ha inspirado con sus colores a muchos artistas a lo largo de los siglos, comenzando en el Renacimiento la representación de su esencia.
Maestros como Vincent Van Gogh, Claude Monet, Sandro Boticelli, John Everett Millais, John William Waterhouse y Pieter Brueghel, entre otros, han plasmado los encantos de la primavera en sus obras.

Ya en 1482, Sandro Botticelli pintó una de las grandes obras del Renacimiento, “La Primavera”. Esta obra, con la presencia de seis mujeres en el lienzo, rodeadas de dos hombres y sobre las que vuela un querubín, alude a la primavera. La cual se representa con el huerto de naranjos lleno de frutos maduros en el que se encuentran y con la encarnación de ésta en la mujer del centro que esparce rosas ante sí misma. La Venus, al igual que en la obra más famosa de Botticelli, “El nacimiento de Venus” es el foco principal de esta obra.

Algunos críticos creen que la figura con rosas puede representar la metamorfosis de Chloris en Flora. En conjunto, es una celebración de la madurez y la fertilidad que regresan al mundo en primavera.
También en la obra de Pieter Brueghel el Joven (1564-1636) vemos la vida cotidiana de los campesinos flamencos en esta época del año. Muchos de los trabajos de Brueghel consistieron en tomar bocetos y dibujos de su padre, Brueghel el Viejo para después ponerles color. “La primavera” de Brueghel es una réplica de la obra de su padre y su temática gira entorno a la estación que sigue al frío invierno. Muestra a una comunidad que se une para preparar los suelos, plantar las semillas y preparar el ganado para el verano. Vemos hombres y mujeres trabajando en los jardines comunales, hombres enredando enredaderas en un enrejado y hasta se puede contemplar a grupos de personas bailando juntas.

Por su parte, Nicolas Poussin cuenta con una de sus ultimas grandes obras, “Las cuatro estaciones”, un conjunto de cuatro óleos en los que su visión de la primavera se inspira en Milton y Virgil. Vemos el paraíso terrenal del Edén antes de la Caída, con Adán y Eva desnudos señalando el Árbol del Conocimiento. La vegetación que los rodea es exuberante y resplandeciente, una imagen del generoso paisaje romano de las georgias de Virgilio. Y aunque miran hacia la fruta prohibida, no vemos ninguna serpiente en el Edén de Poussin.
Pierre-Auguste Renoir, pinta “El ramo de primavera” en 1866, que a pesar de ser obra anterior a sus trabajos impresionistas, en ella ya podemos ver la luminosidad, el brillo y vitalidad. Este cuadro rebosante de color y vida, representa el momento justo en el que las flores brotan sobre el jarrón en el que se han dispuesto. El jarrón en sí, con su porcelana azul y blanca, es de estilo japonés, una influencia clara que vemos en muchos artistas impresionistas.
Asimismo, en el trabajo de Sisley, “Los pequeños prados en primavera” lleno de vitalidad y presenta una imagen notablemente comedida; los árboles permanecen desnudos y no hay ni una pizca de flor de cerezo. Pero en primer plano retrata a su pequeña hija como símbolo del renacimiento, como “Primavera” de Botticelli, representado la imagen de una nueva vida.

El “Huerto en primavera” de Monet muestra el huerto de los jardines de Giverny en Normandía, adosado a la casa que alquiló desde 1883 y que más tarde compró. Esos jardines, con sus vías fluviales y puentes, inspirarían sus trabajos posteriores de nenúfares. En el huerto en 1886 pintó esta escena, con su bóveda de flor de manzano que parece iluminar todo el lienzo. Se cree que la figura sentada debajo está la hija de la entonces amante de Monet, Suzanne Hoschedé, cuya madre se convertiría en su segunda esposa.
Cómo no, Vincent van Gogh también cuenta con grandes obras con temática primaveral, en este caso “El melocotonero rosado” de 1888 es el ejemplo perfecto de esta tendencia. Cuando el artista llegó a Arles en Provenza en febrero de ese año, el tiempo era malo entonces, pero sólo en dos semanas había cambiado y la flor estaba en los árboles frutales. Comenzó entonces una serie de obras de árboles en flor, y la flor se convirtió en un símbolo de renacimiento espiritual, una imagen de belleza generada después del duro invierno, así como una obra de arte fue creada solo después de mucha angustia y frustración.
Los artistas japoneses y la primavera

La primavera japonesa es probablemente una de las primaveras más bonitas y el artista Katsushiki Hokusai la representa en “Camachuelo y cereza llorona” de 1834. La flor de cerezo, manzano, melocotón y ciruelo son imágenes sinónimo de la llegada de la primavera. En Japón, la flor tiene una importancia particular como símbolo de la naturaleza transitoria de todas las cosas, ya que florece en primavera en belleza desapareciendo poco después. Su serie “Pequeñas flores” incluye esta obra que muestra una rama de cerezo comenzando a florecer con el pájaro posado sobre ella y de fondo vemos un rico azul prusiano. AL lado, contemplamos unas palabras de Setsuman que dice “Un sólo pájaro emerge, empapado por el rocío, de los cerezos en flor de la mañana”.
En la costumbre de Hanami, también contemplamos la importancia de la primavera japonesa. Yoshu Chikanobu fue el gran artista de la era Meiji que se desarrolló entre 1868 y 1912. Presenta a las damas del Palacio Imperial de Chiyoda en Tokio, cuando salían del palacio para ver los cerezos en flor, una práctica que ha sido común en todo Japón desde al menos el siglo VIII. La cereza florece en Japón entre marzo y mayo, moviéndose hacia el norte a lo largo de las islas, y su ritmo se monitorea cuidadosamente.