Actores como China, India o Irán sostienen la mermada economía rusa ante el endurecimiento del régimen de sanciones

La red paralela del Kremlin para sortear las sanciones occidentales

photo_camera PHOTO/KREMLIN - El presidente ruso Vladímir Putin protagoniza el desfile naval en el río Nevá de San Petersburgo, el 25 de julio de 2021

La economía rusa resiste contra todo pronóstico ante el cerco comercial de los países occidentales.


Rusia desempolvó hace un año el viejo manual para esquivar las sanciones. Desde que diera comienzo la invasión de Ucrania y los países occidentales impusieran las primeras restricciones sobre las actividades de las principales empresas y particulares que orbitan alrededor del Kremlin, el régimen de Vladímir Putin ha puesto en marcha todo tipo de técnicas para mitigar el impacto sobre su economía. Cualquier método es válido con tal de sostener las cuentas. Reorientar sus intercambios comerciales hacia Asia, rebajar de forma considerable el precio de su energía, aumentar el gasto público a niveles récord o coordinarse con otros países acostumbrados a bregar con este tipo de situaciones, como Cuba, Venezuela, Siria, Irán o Corea del Norte. Cualquier actor es válido con tal de encontrar un salvoconducto. No hay líneas rojas para un Putin que se juega su supervivencia. 

“El Kremlin ya conocía el juego del gato y el ratón de la evasión de sanciones antes de invadir Ucrania en febrero. Pero, desde entonces, ha emulado el enfoque adoptado por otros países y ha llevado a cabo envíos y operaciones bancarias internacionales a pesar de las restricciones a las que se enfrenta, en parte a través de redes de aprovisionamiento informales e ilícitas”, recoge un informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés) que hace un balance de daños sobre la economía rusa a cuenta de las sanciones. Moscú no está solo en los márgenes de la globalización. Un elenco de países está dispuesto a socorrer a Putin. Pero establecer nuevas cadenas de suministro y canales financieros alternativos “llevará tiempo y vendrá con una serie de limitaciones e intereses contrapuestos”, indica el consultor Frank Umbach en el portal de Geopolitical Intelligence Services. 

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Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido y otros actores han impuesto en los últimos 12 meses más de 11.000 sanciones a particulares —en su mayoría oligarcas y altos funcionarios del Estado—, compañías, productos y tecnologías rusas con el objetivo de detener la maquinaria bélica del Kremlin en Ucrania. Pero, contra todo pronóstico, Rusia ha resistido. El alza exponencial de los precios de la energía y la aparición de países dispuestos a aprovechar la situación de debilidad de Rusia para extraer más beneficios del comercio bilateral han dado cierto oxígeno a Putin. Aunque estos factores no han impedido que la economía rusa se contrajera un 2,1% en 2022, de acuerdo con los datos oficiales de Rosstat, el organismo estatal de estadística. 

Las previsiones eran mucho más sombrías. Los expertos vaticinaban una caída superior al 10% antes de las sucesivas rondas de sanciones. Pero no es ni mucho menos descartable que el Kremlin esté maquillando las cifras. De hecho, el Gobierno ruso ya ha bloqueado el acceso público a algunos de estos datos. “Las sanciones no han logrado crear una crisis financiera en Rusia, lo que explica que la contracción económica haya sido menor de lo previsto. Además, muchas instituciones rusas aún no están sometidas a sanciones totales y siguen beneficiándose del acceso a la financiación internacional”, recoge el think tank belga Bruegel en un informe publicado en octubre. “No obstante, ha habido un impacto en la economía rusa en general”. Los efectos de las sanciones han tardado en manifestarse, pero lo harán a medio y largo plazo. 

“Parece que el amplio abanico de sanciones impuestas a Moscú seguirá vigente en un futuro previsible y, de hecho, los dirigentes rusos tardarán años, más que meses, en reestructurar completamente la economía del país para eludir los peores efectos”, añade el citado informe del IISS. Hasta entonces, Rusia tendrá capacidad suficiente como para resistir el envite. Sus exportaciones energéticas aumentaron un 20% en 2022, según las cifras oficiales. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que sus beneficios ascendieron en este periodo hasta los 200.000 millones de euros. 

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El Kremlin ha maniobrado para redirigir sus exportaciones de petróleo hacia China, Turquía e India. Con este último ha multiplicado por dieciséis el volumen de exportaciones desde febrero de 2022, según los datos de la AIE. Rusia contaba, además, con capacidad para atracar en puertos de tres mares diferentes con su extensa flota de petroleros, aumentar el volumen de exportaciones a través de la red de oleoductos disponibles e incentivar su mercado interno, protegido de las sanciones internacionales. Sin embargo, como apunta Umbach, “cuanto más se desvincule Rusia del sistema globalizado, más intentará evadir las sanciones occidentales apoyándose en esquemas comerciales ilícitos, no convencionales y opacos”. 

Los compañeros de viaje de Rusia 

Dmitri Medvédev tomó en noviembre un vuelo con destino La Habana. El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, esperaba la llegada del que fuera presidente ruso entre 2008 y 2012 en sustitución de Putin, cuando este agotó el límite de mandatos consecutivos contemplado en la Constitución. El actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, percibido en el pasado como una figura liberal próxima a Occidente, pero reconvertido en uno de los halcones del Kremlin, elogió la dilatada experiencia de Cuba en materia de sanciones. Díaz-Canel, quien se apresuró a condenar “enérgicamente” las represalias de Occidente contra Moscú, devolvió el gesto y compartió con él algunas de sus recetas para capear el temporal. 

Corea del Norte es otro de los actores que ha cerrado filas con Rusia. El régimen de Kim Jong-un no solo habría ayudado a Putin a encontrar mecanismos para aliviar las sanciones occidentales, que también pesan como una losa sobre su frágil economía, sino que además habría suministrado armas al Ejército ruso para su ofensiva en Ucrania, según la Casa Blanca. El portavoz del Departamento de Defensa, John Kirby, acusó en noviembre a Pyongyang de canalizar estos envíos de armas a Rusia a través de terceros países en Oriente Próximo y el norte de África. Las imágenes por satélite parecen confirmar que se producen intercambios de proyectiles de artillería de fabricación norcoreana por petróleo, gas y harina rusos. 

AP/MATIAS DELACROIX  -   El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro

La Venezuela de Nicolás Maduro se mantiene como un aliado clave a la hora de sortear las sanciones. Pero esta sociedad atraviesa un periodo incierto. El tímido acercamiento de Washington con Caracas, motivado por sus necesidades para encontrar fuentes de energía alternativas, amenaza con distanciar al chavismo de la órbita de Moscú. “Para Rusia, el coqueteo de Venezuela con Estados Unidos amenaza con perder a uno de sus escasos partidarios incondicionales en el mundo”, subraya el analista Pavel Tarasenko en Carnegie Endownment for International Peace. “Maduro ha acusado repetidamente a Occidente de escalar el conflicto de Ucrania con el objetivo de «desmembrar» y «destruir» a Rusia. Condena las sanciones occidentales contra Rusia como una «locura», al tiempo que llama a los líderes de Ucrania una «élite neofascista»”. Pero los guiños de la Administración Biden influyen el Palacio de Miraflores. Estados Unidos revocó algunas sanciones, envió una delegación a negociar con Maduro y enfrió los contactos con el líder opositor Juan Guaidó, el autoproclamado presidente legítimo de Venezuela caído en desgracia, que había sido reconocido por Estados Unidos en la era Trump. 

Irán y Rusia, compañía en pleno aislamiento 

El régimen de los ayatolás camina un paso por delante del resto en su alianza con Rusia. El recién nombrado gobernador del Banco Central de Irán, Muhammad Raza Farzán, declaró hace unas semanas que “el canal financiero entre Irán y el mundo se estaba restableciendo”. En esa misma intervención, el economista persa había anunciado que Teherán y Moscú habían cerrado con éxito las negociaciones para conectar sus infraestructuras bancarias en pleno recrudecimiento de las sanciones occidentales contra ambos países. En el caso de Rusia, por su invasión de Ucrania; en el de Irán, por la represión contra las protestas multitudinarias originadas tras la muerte a manos de la Policía de la Moral de la joven kurda Mahsa Amini.  

El SEPAM, las siglas por las que se conoce el sistema de telecomunicaciones financieras iraní, quedaba conectado con el Sistema de Mensajería Financiera del Banco de Rusia (SPFS). Son los sistemas nacionales llamados a sustituir a la Sociedad para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales (SWIFT), el sistema belga de mensajería y transferencias financieras que conecta a más de 11.000 instituciones a escala mundial. Este sistema, del que Irán y Rusia fueron expulsados, permite a bancos y empresas financieras transmitir instrucciones de pago y alertarse mutuamente de las transacciones antes de que estas se produzcan. 

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Unas 700 entidades bancarias de Rusia se conectarían con un centenar de bancos de otros 13 países, en su mayoría asiáticos, y podrían realizar transacciones sin tener que recurrir a otros sistemas extranjeros. Es un mecanismo evidente para sortear las sanciones. Como contraprestación, Putin se comprometió a acelerar el ingreso de Irán en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), una alianza concebida como contrapeso a la influencia occidental en Eurasia que se enfoca en asuntos relacionados con la seguridad regional, la lucha contra el terrorismo regional, el separatismo étnico y el extremismo religioso. 

Es poco probable que el sistema ruso se convierta en una alternativa sólida al SWIFT sin contar con la iniciativa de otras grandes economías como China o India. Nueva Delhi no ve con buenos ojos esta operación por los lazos comerciales que le unen con los países occidentales. De hecho, ni siquiera la simple vinculación del sistema iraní trae consigo una mejora automática de las relaciones bancarias con Irán. Antes, los bancos rusos deben decidir si trabajar o no con clientes iraníes. En todo caso, el anuncio de Muhammad Raza Farzán llegó en pleno acercamiento entre Teherán y Moscú. El comercio bilateral alcanzó niveles récord en el último año. Ahora, ambos pretenden reforzar el uso de sus monedas nacionales en estas transacciones para contrarrestar el efecto del dólar estadounidense y el euro. 

“El economista ruso Sergey Glazyev, próximo al Kremlin, aboga incluso por limitar la influencia de Occidente a través del establecimiento de una nueva arquitectura monetaria internacional que, según él, podría llevarse a cabo a través de los BRICS”, indica el analista portugués Miguel Garrido en Modern Diplomacy. En junio de 2022, Putin asistió a la cumbre de las economías emergentes precisamente con esa reivindicación: crear una nueva moneda de reserva internacional bajo la protección del grupo. Pero no tuvo demasiado éxito entre sus miembros. La proximidad con los países occidentales de países como India o Brasil bloquea esa vía. 

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China como socio preferente 

“Rusia y China promueven una visión alternativa del orden internacional, claramente distinta de la defendida por Estados Unidos y la Unión Europea”, resume la analista Mercy Kuo en las páginas de The Diplomat. “Moscú y Pekín comparten el descontento con el orden internacional liberal. Los dos Estados han bloqueado los intentos de mantener este orden, especialmente en el Consejo de Seguridad de la ONU, y han promovido una visión alternativa que venera la soberanía absoluta”. En este escenario, la renovada amistad “sin límites” con China ha llevado a Rusia a adoptar el yuan como una de las divisas principales para sus reservas internacionales, el comercio exterior e incluso algunos servicios bancarios personales en sustitución del dólar y el euro, según adelantó el Financial Times. 

La decisión, tomada tras el giro de Rusia hacia China para esquivar las sanciones occidentales, que entre otras acciones congelaron 300.000 millones de dólares de sus activos internacionales en el extranjero, aboca al país a una serie de riesgos relacionados con el inestable historial de Pekín en materia de devaluaciones monetarias. Según los datos del Banco Central de Rusia, el yuan representa en la actualidad el 16% de los pagos por las exportaciones rusas. Hace poco más de un año, era solo del 1%. Es la mejor noticia posible para Pekín, que buscaba a la desesperada internacionalizar su moneda. 

En definitiva, las ingentes reservas de petróleo de Rusia y sus lazos comerciales con India y, sobre todo, China han protegido hasta ahora al régimen de Vladímir Putin de los efectos más lesivos de las sanciones occidentales. “Han tenido un impacto notable hasta la fecha, pero el golpe más fuerte está por llegar”, sostiene Maria Snegovaya, investigadora del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés). “Aun así, también se está volviendo evidente que las sanciones por sí solas no detendrán la agresión del presidente Putin”, remata Umbach.

“Sí, la interrupción del comercio con Europa y la mayor integración de Rusia con China e Irán serían inevitablemente uno de los resultados de las sanciones. Pero China e Irán no podrán sustituir totalmente lo que Moscú perdió en Europa. La mayor parte de la infraestructura comercial rusa se ha orientado históricamente hacia Europa, y reorientarla hacia Asia plantea serios problemas logísticos. Además, no hay suficiente demanda de energía rusa desde Asia. En nuestro informe explicamos que la cantidad de petróleo que Rusia puede vender a Asia es limitada: no puede compensar totalmente la pérdida de los mercados europeos. Del mismo modo, lo que Rusia importará de China e Irán para sustituir a los productos occidentales tenderá a ser de calidad inferior”, responde por correo Maria Snegovaya.

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“En los últimos años, en el mundo posterior a la crisis de 2008, hemos asistido a algunas tendencias antiglobalización más amplias. Hemos asistido a la aparición de políticos populistas que han subrayado la importancia del proteccionismo económico, ofreciendo proteger a sus países contra la globalización. Hemos visto cómo los países adoptaban políticas económicas más proteccionistas. En ese sentido, no se trata de un fenómeno nuevo”, apunta Snegovaya.

“Lo que sí es nuevo es quizá la toma de conciencia por parte de los responsables políticos occidentales de que la globalización puede implicar graves riesgos para la seguridad nacional. Así pues, cierto grado de desglobalización es inevitable ahora que Occidente se da cuenta de las amenazas asociadas a su gran interconexión no sólo con Rusia, sino también con China, que ha estado recibiendo tecnologías sensibles de Occidente. Teniendo esto en cuenta, la administración de Biden, por ejemplo, ha empezado recientemente a tomar medidas drásticas contra el acceso de China a la tecnología de chips”, añade.

“No hay alternativa a la globalización en el mundo interconectado de hoy. Y Rusia no quedará excluida de este mundo, sino que las sanciones la están obligando a reorientar sus cadenas de suministro hacia mercados alternativos. Una de las razones por las que no existe un embargo total de petróleo a Rusia es porque Occidente quiere que Rusia mantenga sus suministros de petróleo en los mercados energéticos (para evitar desestabilizarlos) pero los venda en otros lugares a menor precio. Occidente comprará energía a otros proveedores. Así pues, el principal resultado de las sanciones será la reorientación de los flujos comerciales, más que la desglobalización”, señala la investigadora a Atalayar.

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