La región congoleña de Ituri se enfrenta a la segunda peor crisis alimentaria del mundo

Eva Cifuentes

Pie de foto: Una familia congoleña internamente desplazada dentro de un refugio improvisado en un campamento no oficial para víctimas de la violencia interétnica en Iga Barriere, provincia de Ituri, en el este de la RDC, el 24 de junio de 2019. REUTERS/OLIVIA ACLAND 

La República Democrática del Congo (RDC) está viviendo uno de sus peores momentos. Por un lado, se encuentran medio de un brote de ébola descontrolado que ha matado, por el momento, a más de 1.600 personas según los últimos datos divulgados por el Ministerio de Sanidad congoleño. 

Por otra parte, el país africano también se encuentra sumergido en un conflicto violento interno que, además de las dificultades que entraña un conflicto de por sí, dificulta enormemente la respuesta al ébola. La región de Ituri es la más afectada de todas y la población de esa zona está viviendo una gran crisis alimentaria, la segunda peor en todo el mundo, solo superada por la que en la actualidad viven en Yemen. 

Debido a la escalada de violencia en la región, miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y la gran mayoría no ha recibido asistencia, según han informado miembros de Médicos Sin Fronteras. Por ello, han hecho un llamamiento a la comunidad internacional para aumentar de manera urgente la ayuda humanitaria en la RDC, en concreto en Ituri. Los últimos datos proporcionados indican 117 muertes, solamente entre el 10 y el 13 de junio, a causa de la violencia y miles de desplazados.

Pie de foto: Víctimas congoleñas de la violencia étnica son vistas en un campamento improvisado para los desplazados internos en Bunia, provincia de Ituri, en el este de la RDC, el 25 de junio de 2019. REUTERS/OLIVIA ACLAND 

Además, tal y como destacan desde el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés), unos 5 millones de niños en la RDC sufren malnutrición y 13 millones de personas sufren escasez de alimentos a nivel nacional. Aunque señalan que no se tienen cifras exactas y concretas sobre Ituri, debido a la situación que está atravesando la población de esa región, aseguran que “la gente está muriendo de hambre”.

Ébola, sarampión, violencia y hambre: un cóctel peligroso y difícil de controlar

Además del virus del ébola y la violencia interétnica que se está viviendo en la RDC, hay que sumarle un brote importante de sarampión y la escasez de alimentos que están haciendo merma en la población, especialmente entre los más vulnerables. 

Pie de foto: Un sanitario con el equipo de protección contra el Ébola entra en la Unidad de Atención de Emergencia Biosecure (CUBE) del centro de tratamiento del Ébola ALIMA (Alianza para la Acción Médica Internacional) en Beni, en la República Democrática del Congo, el 30 de marzo de 2019. REUTERS/BAZ RATNER

Muchas cosechas, según detallan desde el WFP, han sido devastadas por plagas de insectos o destruidas por los conflictos violentos, lo cual ha derivado en un incremento del precio de los alimentos haciendo que la mayoría de locales no pueda permitírselo. El hambre hace todavía más difícil superar las enfermedades, ya de por sí duras. 

Además, el caos político y social provoca que un segmento muy amplio de la población civil no confíe en las autoridades sanitarias ni en las ONG para tratar el ébola, muchos incluso no creen que la enfermedad sea real. Esa falta de confianza hace verdaderamente difícil controlar la propagación del virus. De hecho, hace varias semanas algunos hospitales de respuesta rápida contra el ébola fueron atacados y un doctor fue asesinado. 

Toda esta combinación fuerza a muchas personas a huir siendo el país vecino, Uganda, es el principal destino para muchos. Así pues, el riesgo de salto y propagación del virus del Ébola sigue siendo muy alto más cuando ya ha traspasado la frontera. 

El WFP demanda 155 millones de dólares para poder asistir la emergencia alimenticia de forma óptima. Explica también que, de esos 155 millones que necesita, 35 millones se destinarían a luchar contra el ébola. El objetivo para los próximos 6 meses es proporcionar la asistencia necesaria 5,2 millones de congoleses en riesgo. 

Pie de foto: Soldados de las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC)  3 de julio de 2019. Durante las últimas tres semanas, las FARDC han estado luchando en una operación ofensiva contra una milicia en el bosque de Wagu, en el distrito de Djugu de la provincia de Ituria. AFP/JOHN WESSELS

De igual forma MSF urge a enviar más ayuda humanitaria a toda la región, pues la tasa de mortalidad, detallan, “está por encima de los niveles de emergencia”. De hecho, miembros que trabajan sobre el terreno revelan que la población está muriendo no solo por la violencia, el ébola o el hambre, sino también por enfermedades prevenibles como son la diarrea, la malaria o el sarampión. Contribuyen, junto con las autoridades locales y demás ONG, en proporcionar agua potable, letrinas más higiénicas y distribuir entre la sociedad artículos de primera necesidad. 

¿Por qué el brote de ébola es tan complejo de erradicar?

El virus del ébola es muy virulento y de fácil propagación. Se contagia a través del contacto con los fluidos, secreciones o la sangre de una persona o animal infectado, tanto vivo como muerto. 

Dado que gran parte de la población de la RDC desconfía del personal de ayuda contra el virus, no se tiene controlados a todos los que han entrado en contacto con el virus debido a la muerte de algún familiar o amigo, por lo que la cadena de contagio es enorme. La población que esquiva acudir a los hospitales de respuesta o que, simplemente desconoce la existencia del virus, especialmente en las poblaciones más rurales, se contagian más fácilmente ya que ignoran las medidas higiénicas y sanitarias que es necesario llevar a cabo. Incluso cuando una persona ha muerto, es posible contagiarse con el ébola si no se siguen unas pautas adecuadas, por ello, en los rituales de enterramiento se producen muchos contagios. 

Es fundamental tener el mayor control posible de personas infectadas y fallecidas así como de los familiares o amigos que hayan tenido contacto para comprobar si hay contagio y, de ser así, tener a esa persona (o personas) en observación para intentar evitar que el virus acabe con su vida y se siga propagando. 

El personal sanitario tiene que ir con un equipo adecuado para prevenir el contagio además de seguir a rajatabla las medidas higiénicas y de atención a los infectados. 

Su virulencia es tal que, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en casos graves, su tasa de mortalidad puede alcanzar el 90%. Los síntomas más comunes, y los primeros en aparecer, son la fiebre súbita, debilidad intensa y dolores musculares y de cabeza. Si la enfermedad avanza, se producen vómitos, diarreas intensas, problemas cutáneos e incluso fallos hepáticos y, en casos ya graves, hemorragias internas y externas que pueden conllevar la muerte. 

El tratamiento principal para hacer frente a esta enfermedad es el de respaldo, es decir, controlar al paciente e ir tratando cada uno de los síntomas, especialmente la rehidratación. Al ser un virus, y uno de los más letales, no existe todavía un tratamiento que lo neutralice de forma demostrada. 

Existen algunos tratamientos experimentales, pero, de momento, la única forma de hacerle frente es el tratamiento sintomático y la prevención. Se espera que las nuevas vacunas que se están probando tengan un efecto muy positivo en el campo de la prevención.  

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