A pesar de las cifras de desplazados y de la crisis humanitaria, la RDC tiene menos protagonismo mediático que otros países africanos

La República Democrática del Congo, el gran olvidado

REUTERS/OLIVIA ACLAND - Víctimas congoleñas de la violencia étnica en un campamento improvisado para los desplazados internos en Bunia, provincia de Ituri, en el este de la República Democrática del Congo, el 25 de junio de 2019

Tres millones de desplazados y trece millones de congoleños con necesidad de asistencia humanitaria, el 10% del total mundial. Pese a estas cifras de la situación de la República Democrática del Congo, son otros lugares del continente los que copan el protagonismo. Mali y la importancia de África Occidental para las rutas migratorias, la inestabilidad de Somalia, Sudán o el drama de Darfur. Ahí suele estar la noticia. No queda hueco para África Central. De forma apagada y distante percibimos la inseguridad centroafricana, la lucha independentista del noroeste de Camerún o la incapacidad de Kinshasa de reestablecer la paz en el este de la República Democrática del Congo, veinte años después del fin de la Segunda Guerra del Congo. 

La estratégica región de los Grandes Lagos es, pese a su poco protagonismo, una de las regiones más convulsas de África y en particular, de África Central. En ella se solapan diferentes problemáticas. Por un lado, la lucha por la explotación de una de reservas más importantes de coltán que se ubica, precisamente, en el este de la RDC y por cuyo control luchan muchas de las milicias. Por otro lado, la imperecedera cuestión étnica. La lucha por esta primacía étnica entre hutus, tutsis y twa ha derivado en un conflicto permanente y trasnacional, en el que superponen y se cruzan apoyos políticos a diferentes grupos rebeldes que mantienen activa una rivalidad que ya dejó más de 800.000 muertos en apenas tres meses en la década de los 90. La presencia de la MONUSCO, la misión más grande y una de las más longevas de Naciones Unidas – más de 20.000 efectivos y dos décadas de duración – no ha impedido que en el este del país se continúe con un conflicto que acabó, oficialmente, hace diecisiete años. No solo no se ha impedido, sino que la conflictividad se ha mantenido creciente durante los últimos años de acuerdo a los informes de The Armed Conflict Location & Event Data Project (ACLED). 

Las provincias de Kivu del Norte y Kivu del Sur se han mantenido como el terreno de juego de un sinfín de milicias de diferente corte religioso y étnico. Éstas se disputan el territorio en torno a la fronteriza ciudad de Goma y a lo largo de toda la frontera congoleña con Uganda, Ruanda y Burundi. Y con ese control territorial, el acceso a los recursos. En este entramado de milicias, se solapan intereses políticos y económicos de los Gobiernos vecinos de Kigali y Buyumbura. Los apoyos de grupos armados afines al presidente burundés Nkurunziza y al ruandés Kagame a otros actores en la zona, son una constante denunciada en repetidas ocasiones por Naciones Unidas. Precisamente, la ONU se ha visto obligada a establecer una base operacional en Bibatama, cerca de la frontera con Ruanda ante el temor de un posible cruce de tropas ruandesas. La inestabilidad y la violencia están además agravadas por los recientes brotes de ébola en la región que han dejado alrededor de dos mil muertos y agravado las tensiones fronterizas. Por si hacía falta algún tipo de acelerante en esta zona de fácil combustión. 

Eventos que han tenido lugar en el continente africano

El exhaustivo seguimiento que realiza el Kivu Security Tracker – un proyecto del Congo Research Group – sobre la situación en el este de la RDC, arroja una cifra de víctimas mortales que asciende a los dos millares sólo en los dos últimos años. A estas cifras mortales, se deben añadir centenares de incidentes violentos como violaciones, secuestros o enfrentamientos entre grupos armados que mantienen la fricción y el miedo a una posible escalada de la violencia en la que se puedan ver inmersos los cuatro países. La convulsa situación, además, de Burundi en particular no ayuda a la necesaria pacificación de la región. Entre las milicias más importantes se encuentran el ADF (Allied Democratic Forces), originaria de Uganda; el FPB (Popular Forces of Burundi) y el Nzabampema – NFL (una escisión de las Fuerzas de Liberación Nacional que abandonó la lucha armada en 2009) de origen burundés; el NDC-R (Nduma Defense of Congo Rénové) y otros señores de la guerra locales conocidos como Mai Mai, de la propia RDC y, por último, el FDLR (Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda) ruandés.

Aunque con una papel mucho menor que el que tuvo en la década de los 90 y a principios de los 2000, cuando actuaba con el apoyo del presidente Kabila, el FDLR se ha mantenido activo durante estas dos décadas. Y lo ha hecho, entre otras cosas, por el liderazgo ejercido por Sylvestre Mudacumura. Hasta el pasado 18 de septiembre, cuando el portavoz del Ejército congoleño, Léon-Richard Kasonga, anunciaba la muerte del líder rebelde. Sobre él pesaba una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra desde julio de 2012 por sus actuaciones en el este de la RDC. Aunque sus sangrientas acciones se remontan al genocidio de Ruanda, donde Mudacumura tuvo un papel relevante. La sucesiva pérdida de efectivos y territorio durante los últimos años – el Gobierno de Kinhasa lo colocó como principal objetivo de las fuerzas congoleñas – y la pérdida de dos de sus principales referentes, Mudacumura ahora e Ignace Murwanashyaka en abril de este mismo año, colocan al FDLR en una difícil situación. Con una estructura muy jerarquizada y con la figura de Mudacumura con un peso ideológico importante, la presión de otras milicias puede acabar siendo determinante para la definitiva desaparición del FDLR y la posible integración de sus miembros en otras milicias presentes en la zona. 

Izq. Incidentes violentos en RDC por año. Fuente: ACLED. Dcha. Localización de los incidentes violentos y las zonas de influencia de las milicias en el este de la RDC

Tras la primera transición pacífica desde su independencia, el reciente gobierno congoleño debe encarar, entre otras cosas, el permanente estado de violencia que vive el este del país africano. El éxito de la operación contra Sylvestre Mudacumura, después de más de una docena de intentos fallidos, puede ser una primera piedra para intensificar un necesario proceso de desarme y desmovilización de los grupos armados que actúan en esta región. Para ello, es imprescindible que los contactos con los países vecinos iniciados por el reciente presidente de la RDC Félix Tshisekedi, permitan articular una cooperación en las materias de seguridad y control fronterizo. Tras las palabras de António Guterres desde Beni a principios de septiembre, Naciones Unidas parece dispuesta a prolongar el mandato de la MONUSCO con una revisión, sin embargo, del papel que desarrolla la misma. Con un periodo electoral con escasos episodios violentos, resulta evidente que el número de efectivos desplegados en el país puede ir reduciéndose progresivamente. El papel de la misión podría entonces, concentrar la mayor parte de los esfuerzos en la vital estabilización del este, apoyando iniciativas locales que estimulen la colaboración entre los diferentes actores presentes y refuercen la actuación de las fuerzas armadas congoleñas cuya formación y profesionalización es, también, un objetivo importante a tener en cuenta para el futuro próximo. 

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