Al menos 16 personas fallecieron este viernes en un ataque contra una mezquita de la ciudad septentrional de Salmossi

La violencia intercomunitaria se adueña de Burkina Faso

photo_camera AFP/AHMED OUOBA - Las fuerzas de seguridad de Burkina Faso están abrumadas por el estallido de ataques llevados a cabo casi a diario por grupos yihadistas

Nueva matanza en Burkina Faso. Al menos 16 personas murieron este viernes en un ataque contra una mezquita de la ciudad de Sarmossi, en el malhadado norte del país. La violencia se está cebando con el Estado africano, otrora tranquilo y apacible, de apenas 20 millones de personas. El goteo de ataques intercomunitarios es continuo. El terrorismo yihadista, con diversos grupos operando, se extiende cada vez por más zona del país. La inestabilidad es el mejor aliado para el establecimiento de un corredor estable para los fundamentalistas islámicos desde el Sahel al golfo de Guinea.

Este viernes fue un varón armado el que irrumpía en un espacio público, en este caso un lugar de culto musulmán, para provocar una nueva masacre. Ocurrió en plena oración en la Gran Mezquita de la pequeña localidad de Salmossi, en la región de Oudalan.  La población ha comenzado a huir de la localidad ante el temor de que se produzcan nuevos episodios de violencia de manera inminente, según recoge la agencia AFP.

Mapa de localización de Salmossi en Burkina Faso. AFP/AFP

Por ahora ningún grupo se ha atribuido la autoría del ataque. Un millar de personas marcharon en la capital, Uagadugú, para denunciar este sábado el terrorismo y también la presencia de bases militares extranjeras, que una parte de la población cree que no ayuda en nada a resolver el creciente problema de la violencia.

En los últimos meses el país saheliano ha registrado ataques constantes. Más de una veintena de cristianos fueron víctimas de acciones similares a manos de grupos yihadistas. Ahora le ha tocado a los musulmanes. En torno al 60% de la población es musulmana, el 25% es cristiana y el resto profesa religiones indígenas. “Frente a un Gobierno que se ha mostrado incapaz de hacer frente a esta amenaza, los terroristas han escogido un nuevo foco de tensión: la religión. La convivencia pacífica entre distintos cultos ha sido la tónica general de Burkina Faso a lo largo de toda su historia, pero los recientes ataques contra cristianos pretenden sembrar la división”, escribía en El País el pasado mayo el periodista español José Naranjo.

: El presidente de Burkina Faso, Roch Marc Christian Kabore, durante la ceremonia de apertura de la cumbre de seguridad del G5 de la CEDEAO en Uagadugú, el 14 de septiembre de 2019.

Entre enero y julio de este año se registraron 321 ataques en Burkina Faso, lo que contrasta con los 194 que se produjeron en el conjunto de 2018, según datos de la firma especializada en seguridad Max Security. Desde noviembre de 2018 hasta marzo de 2019 casi 500 personas murieron en episodios de violencia. Los ataques son casi diarios.

Asimismo, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados estima que unas 300.000 personas se han visto obligadas a desplazarse como consecuencia de la violencia en los últimos meses. A la actividad de estos grupos armados hay que sumar la violencia de las fuerzas armadas locales, con asesinatos extrajuidiciales incluidos. Las bajas en el seno del Ejército de Burkina son también cuantiosas: a finales de agosto una veintena de soldados murió a manos de grupos armados en lo que fue calificado como “el mayor ataque perpetrado por terroristas” por las autoridades locales.

Los ataques yihadistas han desplazado internamente a más de 300.000 personas, entre ellas muchos niños y niñas que han abandonado la escuela

El pasado mes de diciembre el Gobierno declaró el estado de emergencia en varias provincias limítrofes con Mali, base de algunos de los grupos que operan en Burkina Faso como el Estado Islámico del Gran Sahara. Las entidades más importantes son el autóctono Ansarul Islam y el Grupo para el Apoyo del Islam y los Musulmanes (JNIM). Grupos yihadistas se hicieron en 2012 con el control del norte de Mali. Francia cuenta con más de 4.000 soldados en Mali, Burkina Faso, Níger y Chad con el objetivo de ayudar a las fuerzas locales a combatir a los grupos yihadistas.

Soldados franceses y personal de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas de Burkina Faso patrullan frente a la mezquita de Sankore, en Timbuktu, el 5 de noviembre de 2014.

La violencia se está cebando especialmente con el norte del país. A finales del pasado mes de septiembre casi 20 personas fueron abatidas en la septentrional provincia de Bam. Otras 20 personas fallecieron la semana pasada en una mina de oro también del norte de Burkina, según reportó la BBC. El pasado 8 de octubre casi 40 terroristas fueron ejecutados tras el ataque a una Gendarmería.

Riesgo para Benín y Togo 

Burkina Faso tiene frontera con seis países africanos: Níger, Mali, Benín, Togo, Costa de Mafil y Ghana. En Mali y en Níger el terrorismo es una realidad consolidada. Y el riesgo de que la violencia terrorista se extienda por los vecinos, especialmente por Benín y Togo –la región oriental de Burkina Faso es un bastión yihadista-, es cada vez más alto.

La caída del expresidente Blaise Compaoré en 2014, que mantenía acuerdos con los yihadistas del norte, ha venido empeorando la situación. Hay zonas del país fuera de control del Estado. “Cuando se produjo la insurrección de octubre de 2013, y cuando la transición militar tuvo lugar en 2015, cada vez era más difícil que Burkina y los grupos terroristas llegaran a acuerdos, y estos empezaron a operar en el país”, explicaba Rinaldo Depagne, director para África occidental del International Crisis Group, a la web VOA News.

En fin, la masacre de este viernes viene a recordar el deterioro de Burkina Faso, un país en que tradicionalmente las distintas comunidades convivían de manera pacífica, y del conjunto de la región del Sahel. Estados fallidos, pobreza y el virus yihadista son la mezcla perfecta para que la situación siga deteriorándose.

Más en Política