La diplomacia humanitaria o cómo Turquía utiliza el ‘soft power’ para recuperar el liderazgo perdido en el continente europeo

Las dos caras de Turquía en tiempos de coronavirus

photo_camera REUTERS/YVES HERMAN - El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan

La política turca cambió por completo el 3 de noviembre de 2002. El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) consiguió los escaños suficientes para formar un gobierno en solitario. Desde entonces, el concepto de ‘soft power’ o ‘poder blando’ ha ido adquiriendo un gran protagonismo dentro de la política exterior del Gobierno turco, presidido en estos momentos por Recep Tayyip Erdogan. En 1990, el profesor de la Universidad de Harvard, Joseph Nye, acuñó este término que consiste en la capacidad de los países o cualquier actor político para conseguir hacer realidad sus objetivos, a través de técnicas como la persuasión o la atracción.  Desde entonces, han sido decenas los analistas que se han dedicado a investigar la influencia de este tipo de poder en la política exterior turca. 

En 2009, The Guardian publicaba un reportaje en el que explicaba que los tres responsables del aumento del ‘soft power’ en Turquía fueron la modernización del país, la capacidad de la nación euroasiática de llevar a cabo una política exterior activa y en tercer lugar y en relación con el punto anterior, la forma en la que Ankara ejerce su diplomacia en el extranjero. Según este análisis, el desarrollo económico del país convirtió a esta nación en un lugar atractivo para los países de la región. Hasta 2013, Turquía fue un faro de democracia y estabilidad en una región que protagonizaba titulares por su inestabilidad. Aun así, al mismo tiempo que Erdogan ampliaba su influencia para ejercer el denominado ‘soft power’, el país ha sido testigo de un retroceso democrático. 

Soldados turcos cargan un avión con equipo de protección personal donado por Turquía para ayudar a Reino Unido a combatir el nuevo brote de coronavirus
Diplomacia humanitaria en tiempos de pandemia 

El Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) define el concepto de diplomacia humanitaria como “el conjunto de actividades que llevan a cabo las organizaciones humanitarias con el fin de obtener por parte de actores estatales y no estatales -tales como gobiernos, militares, grupos armados, u otro tipo de autoridades comunitarias-, el espacio necesario para poder funcionar con integridad”. Sin embargo, en etapas de pandemia, este concepto adquiere unas dimensiones diferentes. Durante las últimas semanas, el Gobierno de Turquía, liderado por el presidente Recep Tayyip Erdogan ha estado ejerciendo su influencia en la región, a través de la emisión de ayudas para frenar el impacto de la COVID-19. 

El ‘soft power’ turco no entiende de pandemias, ni de fronteras en muchas ocasiones. En diciembre de 2019 apareció en Wuhan (China) un patógeno que cambiaría el orden internacional, tal y como lo conocíamos hasta entonces. El coronavirus ha puesto a prueba el sistema sanitario de gran parte de los países del mundo, incluso de los más desarrollados. Esta pandemia también ha puesto en la cuerda floja al sistema de ayuda humanitaria internacional. Durante este período, algunos de los principales países donantes están sufriendo el impacto de esta pandemia y se han convertido en receptores, como es el caso de España o Italia.  

El ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu

En este contexto, Turquía ha expandido sus redes de ‘soft power’, al tratar de responder a las peticiones de ayuda de varios países. La nación euroasiática también está sufriendo las consecuencias de una pandemia que ha provocado la muerte de al menos 2.017 personas en el país. Turquía confirmó este domingo que el número total de infectados por coronavirus aumentó a 86.306, según ha recogido la agencia de noticias turca Anadolu. El deseo de liderazgo regional de Turquía ha provocado que las autoridades de este país hayan dejado de lado las necesidades de su propia nación, para prestar ayuda a países como Reino Unido, España o Italia. 

El ministro de Asuntos Exteriores de este país, Mevlüt Çavuşoğlu informó este fin de semana durante una entrevista con la emisora privada NTV de que Turquía prestaba apoyo a 44 países de los 116 que han solicitado suministros médicos desde que la pandemia azotó al mundo, de acuerdo con el reconocido periódico turco Hürriyet. “Turquía también está luchando contra este brote”, subrayó Çavuşoğlu durante esta entrevista. La diplomacia humanitaria se ha convertido en uno de los pilares de la política exterior turca durante los últimos años y, ejemplo de ello, son las ayudas que están recibiendo decenas de países durante esta pandemia. 

Mientras tanto, los líderes de los principales partidos de la oposición -quienes normalmente no se oponen a este tipo de estrategias- han criticado durante las últimas semanas que el Gobierno se dedique a ayudar a otras naciones, mientras el propio país sufre la escasez de equipos médicos, explican en el diario Hürriyet. Además, también han juzgado la falta de transparencia del Gobierno a la hora de anunciar qué envíos eran donaciones y cuáles eran productos que estaban a la venta. 

Un soldado se prepara para cargar un avión con equipo de protección personal en dirección a Italia y España para ayudarles a combatir el nuevo brote de coronavirus
Objetivo 2020: recuperar su reputación en la región

Turquía está intentando reconstruir su reputación en Europa. A mediados del pasado mes de marzo, Ankara entregó equipos a Italia y España, dos de los países más afectados por la COVID-19 en el viejo continente. Según han recogido varios medios locales de la región, Turquía encontró en esta pandemia la oportunidad de agradecer a ambos países sus actuaciones para proteger el espacio aéreo turco contra un posible ataque del régimen sirio. “España todavía tiene un contingente patriota en Turquía, mientras que los italianos retiraron su sistema a finales de 2019”, explican desde el diario Hürriyet. 

Soldados turcos cargan un avión con equipo de protección personal donado por Turquía para ayudar a Reino Unido a combatir el nuevo brote de coronavirus

Por otro lado, la cooperación de Turquía con Reino Unido, apenas tres meses después de que este país abandonase oficialmente la Unión Europea, ha servido para estrechar los lazos entre Londres y Ankara, dos países no pertenecientes a la UE y con intereses comunes en algunas regiones de Oriente Medio. Durante los últimos meses, Turquía ha sido un actor protagonista en el conflicto de Libia y en de Siria. La crisis del coronavirus ha obligado a las partes beligerantes a cambiar sus prioridades para que el impacto de esta pandemia sea menor en sus países. Mientras tanto, la nación euroasiática ha encontrado en este escenario, la oportunidad perfecta para reconstruir su imagen mediante el uso de la diplomacia humanitaria y el ‘soft power’. 

En este escenario, el Parlamento turco ha aprobado una ley que permitiría la liberación de miles de presos para frenar la propagación del coronavirus en las prisiones del país. En cambio, esta amnistía no tiene en cuenta a las decenas de periodistas, abogados o académicos encarcelados por supuestos delitos de terrorismo, relacionados con el golpe de Estado fallido de julio de 2016. Durante las últimas semanas Turquía se ha esforzado por suministrar gel hidroalcohólico o mascarillas a países como Reino Unido, España o Italia, mientras expone a este virus a cientos de prisioneros cuyo único delito ha sido mostrar su opinión. 

Una carretera vacía que conduce al aeropuerto de Estambul, en el segundo día del toque de queda de dos días declarado por el Gobierno de Turquía

En un reportaje publicado en el portal web Middle East Online, la experta en diplomacia turca de la Universidad de Sciences Po de París Jana Jabbour ha asegurado que “el presidente Recep Tayyip Erdogan siempre ha querido posicionar a Turquía como poder humanitario, para rescatar rápidamente a aquellos ‘necesitados’, ya sean minorías musulmanas oprimidas o países afectados por desastres naturales”. Sin embargo, actualmente Ankara también está apoyando a países desarrollados. “Se trata de demostrar que Turquía es una potencia fuerte que tiene los medios para ofrecer ayuda a los Estados europeos, ahora ellos mismos 'enfermos', tanto en el sentido literal como en el figurado”, explica Jabbour.

Mientras las tensiones entre Ankara y Bruselas se hacen evidentes, Erdogan ha ofrecido ayuda a algunos de los países más afectados por la pandemia del coronavirus. La última disputa entre ambas potencias tuvo lugar a finales del mes de febrero, después de que el mandatario turco decidiese incumplir el acuerdo migratorio firmado en 2016 y abriese las fronteras de su país, permitiendo que miles de refugiados accedieran a suelo europeo. Erdogan ha insistido en que la Unión Europa no ha hecho lo suficiente para apoyar a Turquía, una nación que acoge a unos 3,6 millones de refugiados sirios. 

Los periodistas sostienen carteles que dicen “no nos callaremos” durante una protesta por el encarcelamiento de trabajadores de la información

Las restricciones a la libertad de expresión, la represión a la oposición y la censura de los medios de comunicación han sido una constante durante los últimos años en el Gobierno autoritario turco. Aun así, este Ejecutivo ha prestado más atención a los problemas de la región -como ocurre en el caso de Siria o Libia- y a aumentar su prestigio en Oriente Medio, que a resolver sus propias incertidumbres. Turquía está haciendo todo lo posible para recuperar su protagonismo perdido en Europa. Sin embargo, la diplomacia y las buenas acciones no servirán de nada, mientras la represión siga siendo una constante en un país que realmente no esconde sus segundas intenciones. 

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