Rusia, China, Irán o Turquía, entre otros, podrían legitimar al nuevo Gobierno talibán y evitar su aislamiento internacional

Las posibles alianzas políticas del nuevo Emirato Islámico de Afganistán

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Los talibán han conseguido tomar el control de Kabul sin apenas resistencia. Con la llegada de los fundamentalistas al poder en Afganistán, ya se gestan nuevas alianzas. El nuevo Emirato Islámico ha declarado que no quiere vivir aislado y por ello los talibán, ante su posible llegada al poder, ya iniciaron contactos con algunos países vecinos como China o Irán.

El presidente de Irán, Ebrahim Raisí, estableció que la derrota de Estados Unidos en Afganistán debe convertirse en una oportunidad para una "paz duradera" en el país vecino. El movimiento Hamás, que gobierna de facto en la franja de Gaza, felicitó a los fundamentalistas tras su llegada al poder. Qatar, por su parte, se ha convertido en el gran mediador entre los fundamentalistas y el anterior Gobierno de Kabul acogiendo las conversaciones de paz intrafganas.

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Pero los dos grandes países que, a priori, parece que van a ser de vital importancia para el nuevo régimen talibán son Rusia y China, los grandes enemigos de Estados Unidos. Ambos han acogido delegaciones de los talibanes en los últimos meses y han declarado que están considerando reconocer al nuevo Gobierno conformado por los fundamentalistas. Ante la expansión talibán en Afganistán, propiciada por la retirada de las tropas internacionales del país centroasiático, China recibió el pasado julio a una delegación talibán de alto nivel en un encuentro en el que se reforzaron los lazos con los fundamentalistas.

De esta manera Pekín, les concedía cierta legitimidad internacional. Rusia también ha querido participar de la debacle que ha provocado la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, pero evitando repetir los errores cometidos por la antigua Unión Soviética en el país. El Kremlin a pesar de que prometió “hacer lo posible para evitar una mayor escalada en el conflicto”, finalmente tomó un camino diferente y ha mantenido conversaciones con los talibán en unas negociaciones que desde Moscú esperan obtener garantías de que sus actividades se limiten solo al territorio afgano.

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Moscú pretende asegurar lo que considera su “patio trasero” que correspondería con Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán. El Kremlin ha establecido la línea roja en la frontera con esos tres países, así como el límite de lo que Rusia está dispuesta a involucrarse militarmente. El principal interés de Rusia en Afganistán es evitar que la inestabilidad en el país centroasiático afecte a los países de Asia Central.

Turquía y Pakistán también son dos países que poseen intereses estratégicos en Afganistán. Desde que el presidente estadounidense, Joe Biden, anunciará el pasado mes de abril la retirada de las tropas norteamericanas del país, Ankara se ha ofrecido para administrar el aeropuerto internacional de Kabul. Ante el vacío de influencia que dejan las tropas internacionales con su retirada y el caos desatado por la llegada de los talibán al poder, Turquía estaría aprovechándose de la situación para arraigarse y extender su influencia económica y política en el país, como parte de lo que sería “una estrategia más amplia”.

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Turquía ha estado manteniendo contacto con los talibanes para tratar de conservar las tropas turcas en Afganistán con el pretexto de garantizar la seguridad del aeropuerto de Kabul. En esta línea, Erdogan informó que Turquía estaría considerando “gestionar las operaciones del aeropuerto de Kabul” y ha apuntado que “es una nueva era, ahora hay tres autoridades principales en esto: la OTAN, Estados Unidos y Turquía”. En este sentido, Turquía querría mantener la misión de “protección del aeropuerto”, lo que le permitiría convertirse en un actor importante y necesario en Afganistán.

Por último, Pakistán siempre ha jugado un papel bastante ambiguo en el conflicto afgano. Estados Unidos, así como el propio Afganistán han acusado a este país centroasiático de ser el gran apoyo de los fundamentalistas así como de procurarles cobijo. Islamabad siempre ha negado las vinculaciones con el grupo fundamentalista y ha intentado mostrarse como un mediador entre el grupo y el anterior Gobierno de Kabul. Con la llegada de los talibán al poder, Pakistán puede sufrir una ola de refugiados que desestabilizaría el país. 
 

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