El primer ministro libanés ha anunciado su voluntad de renunciar al cargo

Las protestas sociales tumban a Saad Hariri

PHOTO/ Dalatiu & Nohra/dpa - Hariri dimite en medio de una crisis social, política y económica

Saad Hariri capitula. En una rueda de prensa televisada, el hasta ahora primer ministro de Líbano ha hecho pública su intención de presentar su renuncia ante el presidente Michel Aoun. El jefe del Estado ha recibido al primer ministro dimisionario poco después en el Palacio de Baabda. Todavía no han trascendido detalles de la reunión, a partir de la cual Aoun debe decidir si acepta o no la decisión del jefe de Gobierno.

Hariri se ha despedido de los ciudadanos con un llamamiento a “priorizar la paz social y el interés de Líbano”. A lo largo de las últimas dos semanas, las calles de Beirut, Trípoli y otras ciudades importantes han sido el escenario de manifestaciones multitudinarias contra el Gobierno, las mayores en una década. Las protestas se desencadenaron a raíz de un proyecto de ley que pretendía gravar el servicio de voz de aplicaciones como WhatsApp y Facebook. Las reivindicaciones se extendieron por todo el país en pocos días.

Las protestas, que unieron en una sola voz a sectores muy diversos de la sociedad libanesa, han tomado últimamente un cariz más partidista. Facciones asociadas a Hizbulá y Amal, otro partido chií, han atacado una de las bases de las protestas después de que Hasán Nasrallah, líder de Hizbulá, insinuara que habían sido auspiciadas por “enemigos externos”. Este martes, cuando se ha conocido la noticia de la dimisión de Hariri, algunos de sus partidarios han montado barricadas con neumáticos quemados en varias carreteras de acceso a Beirut, según el portal de noticias libanés Al-Manar.

Las principales carreteras del país han sido escenario de movilizaciones en los últimos días

“He llegado a un callejón sin salida”, ha reconocido Hariri durante su alocución. El líder del partido Movimiento del Futuro no ha sido capaz de llegar a una solución acordada con sus socios para consensuar una respuesta adecuada a las demandas de la población. El siempre complejo sistema político libanés, que se las ve y las desea para garantizar la representación de todos los grupos religiosos del país, le ha jugado una mala pasada a Hariri. Su gestión de las protestas ha sido criticada por miembros de su propio Ejecutivo - constituido por once formaciones-, sobre todo por Hizbulá y las Fuerzas Libanesas (cristianas). 

En su breve aparición pública, Hariri ha hecho un llamamiento a la responsabilidad: “Es hora de que tengamos un gran impacto para enfrentarnos a la crisis. […] A todos mis compañeros en la vida política, nuestra responsabilidad ahora es cómo protegemos a Líbano y revivimos su economía”. 

En efecto, la apurada situación económica del país, uno de los desencadenantes de las protestas, ha ocupado una parte destacada de la intervención de Hariri. El paquete de medidas de urgencia que aprobó el Consejo de Ministros a principios de la semana pasada no ha sido suficiente para satisfacer a los ciudadanos, que han seguido protestando contra la desigualdad, la inflación y los altos precios de algunos servicios. 

En Beirut, los manifestantes han superado el millón

La ingente deuda pública y unas estructuras productivas anquilosadas y lastradas por la corrupción han frenado notablemente el crecimiento de Líbano. Hariri, sin embargo, ha querido deslizar una nota de optimismo y ha afirmado que el país se encuentra ante “una oportunidad que no debe dejar pasar”. 

La Administración que suceda a la de Hariri tendrá, desde luego, retos de gran envergadura por delante: la regulación del mercado de la energía, la aprobación de los presupuestos sin que la carga fiscal sobre los ciudadanos sea excesiva… Las reformas económicas precisarán, muy probablemente, de grandes consensos; está por ver cómo se las arreglará el nuevo gabinete para conseguirlos en la atomizada escena política libanesa, pues el primer ministro dimisionario no pudo hacerlo.

No es la primera vez que Hariri presenta su dimisión. En 2017, en medio de una crisis diplomática que afectó a toda la región, anunció que se retiraba de la vida política arguyendo que se estaba preparando un atentado contra su persona. En aquel momento, también criticó la injerencia desmedida de Irán en la política de su país. No obstante, decidió pensarse su decisión y regresó al Gobierno apenas unas semanas después.
 

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