Las tensiones aumentan en Libia tras el arresto de dos ministros
El primer ministro saliente libio, Abdul Hamid Dbeibé, no cesa en sus intentos por mantenerse en el poder. Para evitar la formación del nuevo Ejecutivo, ordenó no solo cerrar el espacio aéreo y la carretera costera que une el este y el oeste del país, sino también detener a dos delegados para evitar que asistiesen a la sesión de juramento.
Hafez Kaddour, ministro de Asuntos Exteriores, y Salha al-Toumi, ministra de Cultura, se dirigían a la ciudad de Tobruk cuando fueron arrestados por unos hombres armados, según informa el canal de televisión Libya Al Ahrar. La respuesta de Bashagha llegó de forma inmediata y envió una carta a la oficina del fiscal general en la que define el acto como “una violación al derecho de circulación y un ataque a la autoridad constitucional política”.
Además, pide adoptar las medidas judiciales necesarias y responsabilizar a todo aquel que cometa un delito de dicha índole. Los expertos consideran que esta escalada es la última carta en manos de Dbeibé al no lograr una reacción de su rival ante las amenazas de guerra. Bashagha no tiene intención de verse envuelto en un conflicto armado, pero asegura que tomará el poder en Trípoli por “la fuerza de la ley”.
Todo esto se produjo el pasado miércoles, un día antes de la ceremonia de juramento ante el Parlamento. La sesión comenzó con la difusión de unas grabaciones en las que nueve diputados depositaban su confianza en el Ejecutivo de Bashagha. Algunos parlamentarios cuestionaron los procedimientos y surgieron sospechas de fraude en torno a ellos.
Por su parte, Aqila Saleh, presidente del Parlamento libio, anunció que dichos representantes son simpatizantes del Gobierno de Unidad Nacional y los acusó de “anteponer sus intereses personales al interés de la nación”. Asimismo, prometió que la Cámara de Representantes va a trabajar en la emisión de leyes y en la toma de decisiones que ayuden a crear un entorno de seguridad.
Las detenciones chocan con el comunicado emitido por Dbeibé a todas sus unidades y formaciones militares. Ningún vehículo armado se iba a poder mover sin el permiso previo del ministerio de Defensa. Sin embargo, las unidades encargadas de la protección sí podrían recibir algún tipo de orden si consideraba que había alguna formación que se movía de manera sospechosa.
Estas declaraciones son sospechosas al contener advertencias implícitas a Bashagha de no acceder a la capital. Jamal Salem Shaaban, ministro de Economía de Dbeibé, defiende que la decisión del Parlamento no se caracteriza por su transparencia e integridad, y que no siguió las reglas establecidas.
“No hay coordinación con el Consejo de Estado como socio político, lo que amenaza la paz en Libia y la sangre puede fluir con él, así que anuncio que no me siento honrado de estar en un Gobierno que ha traído guerra y destrucción, y entró en la capital en un túnel oscuro”, con estas declaraciones informó sobre su dimisión.
El nuevo Gobierno se compromete a trabajar junto al Parlamento y al Consejo Supremo para lograr una reconciliación y acabar así, con la etapa de transición política. Imponer una administración mediante el uso de la fuerza armada está descartado ya que supondría el regreso de las milicias y el enfrentamiento entre ellas.
Algunas cuestiones a las que el futuro primer ministro va a tener que hacer frente son las relativas a los cortes de electricidad, la escasez de agua o la falta de trabajo y viviendas para los jóvenes. Los ciudadanos necesitan un dirigente que cree un entorno de estabilidad y asegure la celebración de las próximas elecciones.
La agencia de noticias libia WAL recoge los deseos de Bashagha de colaborar tanto con el Consejo Presidencial como con sus países amigos. Todo ello para servir los intereses del pueblo y centrarse en lo que verdaderamente une a su país; pero, sobre todo, para recuperar el sentimiento de unidad perdido con Dbeibé.
En febrero de 2021, el Foro de Diálogo Político Libio eligió a este último para encabezar un proceso de transición cuya misión era conseguir la unificación de las instituciones y llevar al país magrebí a las elecciones presidenciales y legislativas. La comunidad internacional tenía depositadas grandes esperanzas en su figura para restaurar una nación sumida en un profundo caos desde hace once años.
