Las tensiones bilaterales en torno a la región en disputa, rica en recursos agrícolas, amenazan con exacerbase en medio de una creciente crisis alimentaria global

Las tensiones entre Etiopía y Sudán por Al-Fashaga se incrementan en medio de la crisis alimentaria

Tras dos años de tensiones y guerra de baja intensidad, Etiopía y Sudán están escalando la retórica con respecto a la región fronteriza de Al-Fashaga, a la vez que la importancia agrícola de esta última aumenta como consecuencia de la invasión de Ucrania. 

El pasado miércoles, el teniente general Abdel Fattah al-Burhan, líder del Consejo Soberano de Sudán, visitó a las tropas estacionadas en la región, calificándolas como “el fiel guardián de las fronteras del país y de su seguridad y estabilidad”. Unos meses antes, el líder sudanés había prometido “no ceder ni un centímetro de las tierras de Al-Fashaga”.

Esta visita se produce días después de unas polémicas declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores de Etiopía, Demki Mekonnen, en el Parlamento etíope con respecto a su vecino árabe. “Desafortunadamente, Sudán violó la demarcación fronteriza cuando estábamos ocupados con la aplicación de la ley en el norte del país”, afirmó el ministro, haciendo alusión a la guerra de Tigray. 

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El responsable de la diplomacia etíope también acusó a Sudán de estar llevando a cabo desplazamientos de civiles y destrucción de propiedades, intentando cambiar la demografía de la región. Además, Mekonnen se comprometió a “restaurar los territorios ocupados por todos los medios posibles”, aunque enfatizo que Adís Abeba apostaba por la vía pacífica. 

El Ministerio de Asuntos Exteriores sudanés respondió entonces condenando enérgicamente las declaraciones de Mekonnen, que calificó como “falsas y engañosas”. 

El “granero” del Cuerno de África

Al-Fashaga es un área fronteriza en disputa entre Etiopía y Sudán caracterizada por una enorme fertilidad. Fue establecida como territorio sudanés en una serie de acuerdos coloniales entre el Imperio Británico (entonces potencia colonial) y Etiopía, pero desde entonces ha constituido una fuente de tensión entre Adís Abeba y Jartum. 

Aunque legalmente sudanés, el territorio fue asentado, principalmente, por agricultores etíopes (sobre todo de etnia amhara), que pasaron a controlar el rico sector agrícola local, mientras varias milicias amharas conectadas con Adís Abeba y el Estado de Amhara se encargaron de su protección, convirtiéndolo en un territorio de facto etíope.

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Sudán y Etiopía lograron llegar a un acuerdo en 2008, por el que Adís Abeba reconoció la soberanía sudanesa sobre el territorio y Jartum se comprometió a respetar a los ciudadanos etíopes que habitaban la región. 

Pero con el cambio de Gobierno de Etiopía en 2018, que supuso la salida del Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT), se produjo un ascenso de las élites amharas, en quien se apoyó fuertemente el Ejecutivo de Abiy Ahmed Alí, Premio Nobel de la Paz de 2019. Estas condenaron el acuerdo llevado a cabo por el FLPT, afirmando que los amharas (mayoritarios en Al-Fashaga) no habían sido consultados por un Gobierno entonces liderado por un partido tigreño. 

Finalmente, en 2020, el Gobierno de Abiy lanzó una ofensiva militar contra Tigray (que hace frontera con la región en disputa), una distracción que Jartum aprovechó para desplegar su Ejército en Al-Fashaga, tras más de 26 años fuera de su control.

Desde entonces, las tropas sudanesas han sido acusadas de expulsar a granjeros amharas, y se han sucedido los enfrentamientos armados contra las milicias locales y las tensiones fronterizas con Etiopía. Según el ejército de Sudán, entre noviembre de 2020 y agosto de 2021, hasta 84 soldados sudaneses habrían muerto en combate en la región.

Tensiones bilaterales al alza

Las tierras fértiles de Al-Fashaga son enormemente valiosas en una región, el Cuerno de África, habitualmente golpeada por fuertes sequías y hambrunas. 

Esta situación se ve exacerbada por el bloqueo marítimo de Rusia a Ucrania, impidiendo la exportación de grano ucraniano, que en 2020 había representado hasta un 30% de las importaciones etíopes y un 5% de las importaciones sudanesas y que ha aumentado fuertemente el precio de los alimentos en los mercados internacionales. 

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Existe un gran temor internacional a que la falta de acceso y el aumento de los precios de los alimentos esté en el origen de una nueva ola de conflictos en las regiones más vulnerables, y Al-Fashaga podría ser uno de estos focos. 

Estas tensiones se unen a las acusaciones de Etiopía a Sudán con respecto a la guerra de Tigray. Mekonnen denunció en sus declaraciones en el Parlamento que Sudán estaba dando refugio a los combatientes del FLPT para que pusiesen lanzar ataques contra las fuerzas etíopes, lo que equiparó con una “declaración de guerra”. Desde 2020, además, decenas de miles de refugiados tigreños habrían cruzado la frontera con Sudán huyendo de la guerra. 

Ambos países también se encuentran en bandos opuestos con respecto a la Gran Presa del Renacimiento Etíope, proyecto insignia de Abiy para impulsar el desarrollo del país, ubicada cerca de Al-Fashaga. Aquí, Sudán se ha unido a Egipto en la denuncia del proyecto, temiendo poder ver reducido su acceso al agua del Nilo.

Existe cierto temor a que todos estos factores puedan escalar la confrontación entre Etiopía y Sudán. “La región fronteriza de Al-Fashaga es un polvorín que amenaza con explotar”, avisa Federico Donelli, experto en Oriente Medio y el Norte de África de la Universidad de Génova. “La combinación de disputas fronterizas con tensiones étnicas y nacionalismo de recursos significa que es altamente probable que Al-Fashaga se convierta en la próxima fuente de inestabilidad regional en el Cuerno de África”. 

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