Los milicianos fueron trasladados al norte de África por Turquía para luchar en las filas del GNA; muchos se han visto defraudados por el incumplimiento de las promesas formuladas por Ankara

Libia: puerta de entrada a Europa para 2000 combatientes sirios

AFP/MAHMUD TURKIA - Combatientes leales al Gobierno de Acuerdo Nacional reconocido por Naciones Unidas hacen un gesto de celebración en la ciudad costera de Sabratha, el 13 de abril de 2020

Continúa el flujo de milicianos sirios que escapan de la guerra de Libia con destino a Europa. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR, por sus siglas en inglés), que ya informó de los primeros casos de deserciones el pasado mes de febrero, ha presentado un nuevo informe en el que sitúa en cerca de 2000 el número de combatientes que han abandonado el país norteafricano con destino a suelo comunitario.

¿Qué razones se esconden detrás de este éxodo masivo? Son variadas, pero las expectativas no cumplidas representan un componente muy importante. La mayor parte de los combatientes sirios que se encuentran destinados en Libia han llegado allí de la mano de Turquía, necesitada de refuerzos para apoyar a la administración de Trípoli. A cambio de los servicios prestados, tendrían derecho a salario, unas ciertas condiciones de vida e, incluso, a recibir la nacionalidad turca; unas premisas que, generalmente, no están siendo cumplidas.

Turquía, un intermediario poco fiable entre Siria y Libia

El Gobierno de Recep Tayyip Erdogan lleva meses enviando cientos de milicianos de grupos afines de la guerra de Siria al conflicto en Trípoli y sus alrededores. La mayor parte de estos mercenarios se formaron en la órbita de grupos terroristas de etiología yihadista, en el seno de las múltiples brigadas que han estado luchando contra el régimen de Bachar al-Asad; un poder al que también combate Turquía sobre el terreno.

Dada su experiencia en combate en entornos duros, Ankara, en virtud de los acuerdos que mantiene con estos grupos, ha transferido a cientos de sus integrantes al frente en la capital libia, donde el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés) de Fayez Sarraj resiste la ofensiva del mariscal rebelde Jalifa Haftar, al mando del Ejército Nacional Libio (LNA). 

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y el jefe del Gobierno de Libia de Acuerdo Nacional (GNA), Fayez Sarraj, en Estambul, el 12 de enero de 2020

Además de contar con el apoyo nominal de Naciones Unidas, Qatar y Turquía han sido las principales fuentes de respaldo financiero, armamentístico y político del GNA. Los milicianos sirios son solamente una parte de los efectivos proporcionados por el Ejecutivo turco, que, igualmente, lleva meses enviando a Libia militares de sus propias Fuerzas Armadas con el objetivo de asegurarse cierta influencia sobre el Gobierno, de Trípoli -en el que tienen una nutrida presencia los Hermanos Musulmanes- para así poder acceder a los recursos de hidrocarburos del país.

Según el propio SOHR, son ya más de 5000 los combatientes sirios que Turquía ha desplegado en Libia desde el pasado mes de diciembre. Las cifras, en el peor de los casos, podrían ascender hasta 17.000, según The Investigative Journal. Sus acciones bélicas han venido acompañadas a menudo de actos de pillaje, violaciones y asesinatos, como ha puesto de manifiesto la última campaña del GNA desarrollada entre la capital del país y la frontera tunecina.

Muchos, no obstante, en vista del sombrío panorama que presenta el país africano, optan por escapar hacia la Unión Europea. La periodista independiente Lindsey Snell, especializada en el conflicto de Libia, ha tenido la oportunidad de entrevistar recientemente a un excombatiente que desertó de la facción Ahrar al-Sharqiya del Ejército Nacional Sirio, una organización armada socia de Turquía que tiene ramificaciones en el norte de África. 

Según su testimonio, Turquía pronto dejó de pagarles, a él y a sus compañeros de armas, los salarios acordados, y tampoco se les permitió regresar a su país natal después de prestar tres meses de servicio, como se estipuló al comienzo. También se les prometió que podrían obtener la ciudadanía turca en caso de que aguantasen seis meses en el frente. Si caían en combate, serían sus familiares los que adquirirían esos derechos. Nada de eso se cumplió. Muchos se sintieron defraudados y empezaron a buscar maneras de salir de Libia.

Tropas del GNA entre las ciudades de Sabratha y Surman
Desafío para la seguridad

Las entradas ilegales en la Unión Europea a través del Mediterráneo de estos combatientes suponen, desde luego, un riesgo para la seguridad que debe ser tenido en cuenta. El hecho de que hayan decidido cortar sus lazos con Turquía no significa que su lealtad hacia los grupos de los que forman parte se haya diluido. Así pues, es probable que muchos conserven internamente el ideario yihadista que los impulsó a unirse a participar en los enfrentamientos.

El pasado día 21 de abril, de hecho, fue detenido en Almería Abdel Majed Abdel Bary, uno de los ‘foreign fighters’ más buscados de toda Europa. Un veterano de los años centrales de la guerra en Siria, cuando Daesh alcanzó su máxima cuota de poder, acabó abandonando las filas del grupo yihadista y pasó un tiempo en Turquía. La investigación está aún en marcha, pero las primeras informaciones facilitadas por el Ministerio del Interior apuntaban a que se consideraba probable que hubiese llegado a España desde el norte de África. 

El caso de Abdel Bary representa un ejemplo de cómo este itinerario (Siria-Turquía-Libia-Unión Europea) es una ruta que entraña un peligro importante para toda la región mediterránea, con la colaboración imprescindible del Gobierno de Erdogan.

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