Los amigos españoles de Muamar Gadafi

Paco Soto

Pie de foto: El exjefe del Ejecutivo socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, y el sátrapa libio en el Palacio de la Moncloa.

Hubo un tiempo no muy lejano en que el dictador libio Muamar Gadafi era amigo de España y de muchos otros países occidentales importantes: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia…George W. Bush, Tony Blair, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Nicolas Sarkozy, Silvio Berlusconi y otros mandamases se codeaban gustosamente con el tirano drogadicto, alcohólico y obseso sexual libio, que nació en Sirte el 7 de junio de 1942 y fue derrocado y ejecutado sin juicio previo el 20 de octubre de 2011. Militar golpista e izquierdista que derrocó, el 1 de septiembre de 1969, al rey Idriss I, e impulsó un régimen peculiar, la Yamahiriya, basado en la “Tercera Teoría Universal” explicada en el famoso Libro Verde escrito por Gadafi. El autodenominado líder de la revolución libia implantó un sistema feroz y represivo en el ámbito político y una suerte de socialismo local autoritario y burocrático, pero alejado de modelos como el soviético y el chino; impulsó la industrialización del país, potenció el sector de los hidrocarburos y mejoró espectacularmente el nivel de vida de la población. Miles de inmigrantes de países árabes, africanos y asiáticos llegaron a Libia para trabajar en la industria, la construcción y la obra pública, mientras que muchos libios enriquecidos optaron por dedicarse a tareas funcionariales.

Durante muchos años, Gadafi, personaje excéntrico e imprevisible, dio su apoyo y financió distintos movimientos revolucionarios y grupos terroristas en el Tercer Mundo, organizó atentados contra intereses occidentales, fue panarabista y después panafricanista. Gadafi se convirtió en el enemigo número uno de Estados Unidos y de sus principales aliados occidentales y árabes. Entre finales de la década de 1990 y principio de los años 2000, sobre todo tras el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, el dictador libio abandonó su apoyo al terrorismo internacional, se comprometió a no desarrollar armas de destrucción masiva, y decidió colaborar activamente con Occidente.

No acabar como Sadam Husein

Hizo lo posible por no acabar como el sátrapa iraquí Sadam Husein, detenido por soldados estadounidenses, condenado a la pena capital y ahorcado, y en poco tiempo se convirtió en un sólido amigo de Occidente. Abrió las puertas de su país a las multinacionales petroleras extranjeras, como la española Repsol, y en Europa, selló unos lazos especialmente estrechos con Nicolas Sarkozy, Tony Blair y Silvio Berlusconi. En febrero de 2011, Gadafi reprimió salvajemente las protestas de grupos opositores en su país; sus antiguos aliados occidentales, sobre todo Francia y el Reino Unido, lo abandonaron a su suerte hasta que fue capturado y asesinado por unos rebeldes cerca de Sirte. Tras la muerte del dictador, Libia se convirtió en un país ingobernable, dividido y golpeado por la violencia de grupos yihadistas e islamistas, movimientos rebeldes y poderosas redes mafiosas.

Siendo todavía un tirano local que garantizaba los intereses occidentales en Libia, los principales dirigentes del mundo capitalista avanzado se fotografiaron numerosas veces juntos al estrafalario Gadafi. Ninguno de ellos condenó los abusos de poder cometidos por el dictador, la falta de libertades y la dura represión contra los opositores en Libia. El antiguo terrorista internacional se había convertido en un aliado imprescindible para Estados Unidos y sus socios europeos, que financiaba campañas electorales a la derecha francesa y viajaba al Viejo Continente como si fuera un amigo de toda la vida de sus principales dirigentes.

Siguiendo los pasos de sus aliados

España, pieza clave del complejo económico, político y militar de Occidente, no fue una excepción a la regla. Sus dirigentes políticos, tanto el muy conservador José María Aznar como el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, actuaron respecto a Gadafi como sus socios europeos y estadounidenses. Sobre esta cuestión no hubo diferencias sustanciales entre la derecha y la izquierda. Los intereses económicos y geoestratégicos españoles en Libia tuvieron más peso que la defensa de la democracia y el respeto de los derechos humanos en el país norteafricano. España siguió los pasos de sus aliados occidentales. Gadafi le regaló a Aznar un caballo pura sangre árabe para agradecerle la visita que el entonces presidente del Gobierno español le hizo a Trípoli en septiembre de 2003, y se reunió con Rodríguez Zapatero cuando el dirigente socialista llegó al Palacio de la Moncloa. Aznar calificó al dictador libio de “amigo extravagante” y el ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno del PSOE Miguel Ángel Moratinos consideró que “Libia es un país muy importante para la zona del Mediterráneo y para el Magreb”. Ocurrió el 1 de septiembre de 2009.

Moratinos participó ese día en el 40 aniversario de la llegada al poder de Gadafi, y coincidió en estos fastos con dirigentes internacionales bastante impresentables, como el italiano Silvio Berlusconi y el venezolano Hugo Chávez. En diciembre de 1984, cuando Gadafi era enemigo de Estados Unidos, el dirigente libio viajó sorpresivamente a Mallorca y se reunió con el presidente Felipe González. El organizador del encuentro fue el canciller austriaco Bruno Kreisky. En aquella época, España acusó al régimen de Gadafi de haber financiado con 150 millones de pesetas a la organización terrorista ETA, y el sátrapa libio manifestó que Ceuta y Melilla eran “ciudades árabes” y no enclaves españoles en el norte de África.

Pie de foto: El expresidente del Gobierno español, José María Aznar, y Muamar Gadafi en Libia.

Viajes oficiales

Pero González no llegó a viajar a Libia, cosa que sí hizo Aznar, compinche político del presidente estadounidense George W. Bush. En diciembre de 2007, Gadafi llevó a cabo su primera visita oficial a España, que empezó en Sevilla y acabó en Madrid, donde el alcalde la capital de España, el conservador Alberto Ruiz Gallardón, le entregó las Llaves de Oro de la Villa. Después se entrevistó con Rodríguez Zapatero. El viaje benefició los intereses económicos de España en Libia, sobre todo los de la multinacional petrolera Repsol YPF. En enero de 2009, el Rey Juan Carlos I viajó a Libia para consolidar la cooperación económica con el país norteafricano. Rodríguez Zapatero lo hizo en junio de 2010.

La venta de armas españolas al régimen dictatorial de Gadafi se dispararon tras la visita del dirigente libio en 2007 y el viaje del líder del PSOE en 2010, y también se estrecharon los lazos comerciales entre ambos países. Las inversiones españolas se concentraron en sectores como el petróleo y el gas, el turismo y las infraestructuras, y los lobbies empresariales del sector del armamento se vieron favorecidos por la alianza política y comercial entre Madrid y Trípoli.

Amistades de segundo nivel

Pero los amigos de Muamar Gadafi en España no fueron únicamente líderes políticos y económicos de primera fila sino también dirigentes y activistas de extrema izquierda y extrema derecha de menor nivel. Durante años, Gadafi financió y apoyó grupos terroristas como ETA, organizaciones nacionalistas periféricas, sobre todo en Andalucía, sindicatos críticos con el sistema dominante, y también ecologistas, militantes anticapitalistas de diversas tendencias, jornaleros, estudiantes, intelectuales y profesionales de izquierda, mercenarios, aventureros, antiguos legionarios y militares golpistas y enemigos de la democracia de 1978.

“Gadafi no perdía el tiempo con afinidades ideológicas, coqueteaba con la ultraderecha y la ultraizquierda, no le importaba nada. Para él, lo que era realmente importante era desestabilizar los países occidentales a través de determinados personajes y grupos”, cuenta a Atalayar un exmercenario que se entrenó militarmente en Libia cuando este país alentaba el terrorismo internacional y al que llamaremos Fidel. En su juventud, en 1975, poco antes de la muerte de Franco, dicho exmercenario, catalán nacido en Sabadell, militó en las filas del extremista grupo antifranquista Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). Varios años después, integró en las filas de la Legión Extranjera, en la isla francesa de Córcega, pero desertó de este cuerpo militar ultradisciplinado. Fidel presentó al autor de este artículo a un exlegionario de nacionalidad española que también se entrenó militarmente en Libia en calidad de mercenario.

Incondicionales andaluces

Andalucía fue una de las comunidades españolas donde la Libia de Muamar Gadafi tuvo más apoyos y seguidores incondicionales. El Sindicato de Obreros del Campo (SOC) fue un apoyo decisivo a Gadafi. A cambio, es muy probable que el sindicato fuera generosamente financiado por la dictadura libia. Paco Casero, que en los años 80 y 90 del siglo pasado era uno de los principales dirigentes del SOC andaluz, fue el hombre clave en la supuesta financiación libia de la organización sindical. “Casero se paseaba en Libia como Pedro por su casa”, asegura a Atalayar un exinmigrante marroquí que trabajó durante años en un hotel de la ciudad libia de Bengasi. Diversos medios de comunicación españoles, como Diario de Sevilla, denunciaron hace años el papel que desempeñó Paco Casero en la presunta financiación libia del SOC. Casero lo negó rotundamente, pero un antiguo activista del izquierdismo antisistema andaluz confirmó en dos ocasiones a este periodista lo contrario. A Atalayar no le consta que el que fue máximo líder del SOC, el alcalde de la localidad sevillana de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, viajara a Libia y mantuviera contactos estrechos con dirigentes de dicho país.

Pie de foto: Paco Casero, un hombre clave en la presunta financiación del SOC andaluz por parte de Trípoli.

Cuando el dictador libio era un apestado en Occidente y uno de los líderes del Movimiento de Países No Alineados, recibió en su país a centenares de ciudadanos andaluces que le rindieron honores y establecieron sólidas relaciones con el poder dictatorial durante años. Recibieron por ello dinero y apoyo del sátrapa libio. El propio Casero admitió que viajó por primera vez a Libia en 1984 y lo hizo con los Verdes de Alemania. Después, el antiguo dirigente sindical organizó viajes al país norteafricano con unos 300 estudiantes, jornaleros y cargos institucionales de la Junta de Andalucía, además de profesores universitarios, abogados y responsables institucionales. Según Diario de Sevilla, Casero viajó por última vez a Libia en 2007 y lo hizo con el exministro de Trabajo del Gobierno del PP y editor Manuel Pimentel.

Partido Andalucista

El nacionalista Partido Andalucista (PA), que anteriormente se llamó Partido Socialista de Andalucía (PSA) y se disolvió en 2015, mantuvo una relación muy estrecha con el régimen libio de Gadafi a través de dirigentes como Javier Aroca, que estuvo durante un tiempo en el departamento de Relaciones Internacionales de la formación andaluza. Aroca viajó por primera vez a Libia en 1979 y lo hizo unas 30 veces. La sospecha de que el nacionalismo andaluz fue financiado por Gadafi sigue vigente y los jefes del PA jamás han podido demostrar lo contrario. Es más, el PA creó una empresa. Exportándalus, radicada en el sevillano barrio de Los Remedios, donde Aroca desempeñó varias veces funciones de director comercial y contó con el beneplácito del secretario de Relaciones Internacionales de la organización nacionalista, Pedro González. También viajaron a Libia alcaldes y cargos públicos del PA y el primer alcalde elegido democráticamente en Sevilla desde que acabó la Guerra Civil, en 1939, Luis Uruñuela. La presencia de alcaldes nacionalistas andaluces la pudo constatar este periodista en un viaje profesional que realizó a Libia.

Uruñuela viajó a Libia en 1985, y, según él, en una sola ocasión. Los antiguos dirigentes del PA niegan cualquier tipo de financiación del partido por parte de Libia, y aseguran que el único que podría saber alguna cosa al respecto es el antiguo líder nacionalista Alejandro Rojas Marcos. Según Diario de Sevilla, el 27 de enero de 1985, dos periodistas andaluces, Juan Emilio Ballesteros y Rafael Debén, que se encontraban en Libia en un viaje organizado por el SOC, se encontraron con Rojas Marcos y Uruñuela en el lujoso hotel La Puerta del Mar de Trípoli. La dirección del PA negó que sus líderes hubieran viajado a Libia buscando dinero y aseguró que se dirigieron a la capital del país norteafricano invitados por el Congreso del Pueblo Árabe.

Propagandista de la Yamahiriya en Cataluña

Un personaje que jugó un papel muy importante en el embellecimiento de la dictadura libia en España a finales de los años 80 y principios de los 90 fue un antiguo fundador y dirigente del SOC al que llamaremos Juan. Este individuo de clase media nació en un pueblo de la Sierra Sur sevillana situado a unos 100 kilómetros de la capital hispalense. Juan participó activamente en la fundación del SOC, en 1976, junto a otros dirigentes, como Juan Manuel Sánchez Gordillo y Diego Cañamero. Bastantes años después, se trasladó a Barcelona donde estudió la carrera de Ciencias de la Información en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Compaginó los estudios con varios negocios.

En Barcelona, Juan se convirtió en un activo propagandista del régimen libio, y en 1989 organizó un viaje al país norteafricano con un grupo de estudiantes y profesores de la UAB. Meses después de este viaje, el citado individuo y un tal Ibrahim, quien aseguró que había sido embajador de Libia en Nicaragua, propusieron, en Barcelona, a dos periodistas catalanes ser informadores del régimen de la Yamahiriya en España en materia de medios de comunicación. El trabajo de los dos periodistas tendría que consistir en informar a Ibrahim sobre los directores de los principales medios de comunicación españoles, sus ideas políticas e ideológicas y las líneas editoriales de los periódicos, radios y televisiones que dirigían. Los dos profesionales catalanes rechazaron la oferta y se negaron a ser chivatos del régimen dictatorial libio. Juan regresó un tiempo después a Sevilla y se integró en la estructura local de Izquierda Unida (IU). En IU, desempeñó un cargo institucional importante hasta que fue despedido por la organización. En la actualidad, Juan sigue siendo un activista de extrema izquierda y milita en las filas de Podemos. Nunca perdonó a IU su despido.

Un territorio importante para Libia

Todo indica que para Muamar Gadafi, tan estrambótico como cruel, Andalucía era en el marco español un lugar importante desde el punto de vista histórico, político, simbólico y sentimental. Fue el territorio de la península ibérica donde tuvo mayor presencia el islam y también donde los musulmanes fueron derrocados por los reconquistadores cristianos y católicos. El dictador libio siempre soñó con visitar la Mezquita de Córdoba de la mano de un personaje como el fallecido Mansur Escudero, médico psiquiatra y presidente de la Junta Islámica de España. Gadafi utilizó inteligentemente, según han demostrado diversas investigaciones periodísticas, a los nacionalistas del PA y los sindicalistas iluminados y con ideas políticas del siglo XIX del SOC para penetrar en Andalucía y extenderse al resto de España.

Hoy en día, muchos políticos, sindicalistas e intelectuales progres andaluces y del resto del país, avergonzados unos y por mero cálculo político y cuestión de imagen otros, intentan por todos los medios olvidar su relación con el régimen criminal y despótico de Gadafi. Después de haber ensalzado al autor del Libro Verde y defendido su peculiar socialismo tercermundista local, los amigos españoles del sátrapa han hecho grandes esfuerzos por ocultar su pasado miserable. Niegan incluso estos individuos desmemoriados que hubieran recibido dinero, prebendas de todo tipo y apoyo de Trípoli.

Apoyo del líder libio

En otra época, Alejandro Rojas Marcos tuvo que reconocer que “Gadafi me ha confirmado personalmente que apoya nuestra alternativa auténticamente socialista, como Mitterrand nos apoya y nosotros apoyamos su proyecto de Unión de la izquierda”. ¿Qué hubiera ocurrido en aquellos años si un dirigente de la derecha española hubiese dicho que asesinos uniformados como el chileno Augusto Pinochet o el argentino Jorge Rafael Videla apoyaban la estrategia política del conservadurismo ibérico? El lector inteligente se lo puede imaginar sin necesidad de escribir previamente una tesis doctoral sobre la infamia política. “El nacionalismo andaluz vendió su alma al diablo, y Gadafi era el diablo. A cambio de dinero y apoyo político se convirtió durante años en un submarino de Gadafi en Andalucía cuyo objetivo era desplazar al PSOE del poder, desestabilizar nuestra comunidad e implantar un régimen despótico y tercermundista”, afirma a Atalayar un antiguo militante del PSA de Rojas Marcos.

Pie de foto 4: Paco Casero (a la derecha, en la foto) durante la presentación del libro del periodista Raúl Limón sobre su trayectoria, ‘Pasado rojo, futuro verde’.

Experiencias políticas foráneas

El SOC, gracias a personajes como Juan Manuel Sánchez Gordillo, Paco Casero, Diego Cañamero y el cura Diamantino, desempolvó el viejo discurso de los jornaleros andaluces del siglo XIX y principios del XX, lo actualizó con algunas ideas del abogado, pensador y político anticolonialista indio Mahatma Gandhi, y se abrió a experiencias revolucionarias foráneas que únicamente podían resultar atractivas a analfabetos políticos y fanáticos. Casero fue el hombre del SOC en la Libia de Gadafi, la conexión directa de este sindicato dirigido por un grupo de iluminados sectarios, populistas y demagogos sin formación intelectual seria y el régimen sanguinario de Trípoli. Casero, en 2016, ya no es el líder sindical agrario de hace 30 años; se alejó de la lucha callejera, la pancarta y la consigna, y actualmente es presidente del Comité Andaluz de Agricultura Ecológica. Casero se ha convertido en un señor respetable y aceptado por las instituciones autonómicas. Dejó las huelgas de hambre por el asesoramiento de la Junta de Andalucía, y está empeñado en que su comunidad se convierta en un paraíso de la agricultura ecológica. Prefiere olvidar el tiempo en que era recibido en olor de multitudes por las autoridades libias.

Diego Cañamero, que también viajó a Libia en tiempos del sátrapa, en la actualidad milita en Podemos, es diputado en el Congreso, y no está muy interesado en recordar ese pasado vergonzoso. El sindicato SOC fue uno de los pocos grupos que en España denunció el bloqueo occidental a Libia en la década de los 80 del siglo XX; lo hizo por afinidad ideológica pero también a cambio de ayuda de todo tipo. De alguna forma, el SOC fue una especie de caballo de Troya de la Yamahiriya en Andalucía y España. A cambio, gracias a la Junta de Andalucía, el régimen libio recibió 7.000 hectáreas de un latifundio ubicadas en la finca La Resinera, en la provincia de Málaga. Se hizo a través del Lybian Arab Foreign Bank. Trípoli quería construir 2.500 viviendas, un campo de golf y un hotel. 

Pie de foto 5: Una manifestación nacionalista en Andalucía.

Coqueteo con la extrema derecha

El régimen de Gadafi siempre mantuvo buenas relaciones con diversas sectas de la extrema izquierda política y grupos antisistema de tendencia izquierdista en España, y también con ETA y su entorno, y algunos de sus portavoces participaron en reuniones con activistas del mundo sindical, ecologistas y organizaciones independentistas como la catalana Crida a la Solidaritat. Así lo explica al autor de este artículo el antiguo mercenario y exmiembro del FRAP Fidel. Pero la dictadura libia también selló sólidos contactos con la ultraderecha y algunos militares que complotaban contra el orden constitucional y democrático. Tanto es así que en 1977, el periodista Fernando Latorre, de ideología nazi, declaró: “A Libia raro es el año que no voy tres veces”. En 1979, Latorre se convirtió al islamismo radical y adoptó el nombre de Abdesalam Murad Latorre, y un año antes fundó una editorial con otro periodista ultraderechista, Julio Merino.

Ambos profesionales compraron la totalidad de las acciones del diario extremista de derecha ‘El Imparcial’. Merino y Latorre, amigo personal del sátrapa libio, desempeñaron los cargos de director y subdirector de ‘El Imparcial’, respectivamente. En 1978, una revista informó de que los dos periodistas viajaron a Libia para recabar ayuda económica de Gadafi. El rotativo ultra desmintió la información. Jamás se pudo demostrar la financiación ilegal de ‘El Imparcial’ por parte de Trípoli, y en 1979 las acciones de este diario regresaron a manos de su fundador, Domingo López Alonso. Los dos periodistas simpatizantes del régimen libio fueron destituidos y acabaron trabajando en el Heraldo Español.

Golpe de Estado en España

En la década de los 80 del siglo pasado aún quedaban en el seno de las Fuerzas Armadas españolas algunos reductos nostálgicos del franquismo y hostiles a la democracia. Eran pocos pero hacían mucho ruido y algunos altos mandos muy reaccionarios seguían teniendo cierta influencia en la cúpula militar. El Gobierno de Felipe González, de la mano de su primer ministro de Defensa, el catalán Narcís Serra, consiguió en pocos años desmontar las tramas golpistas en la institución militar. González y Serra lo hicieron sin ruido y con mucha inteligencia política y mano izquierda. Pero unos pocos militares se resistieron y siguieron mareando la perdiz.

El régimen de Muamar Gadafi lo sabía, e intentó jugar la carta del golpismo militar para desestabilizar a España, que había salido del relativo aislacionismo del franquismo y tras superar los titubeos de UCD en materia de política exterior, empezaba a tener cierto protagonismo político y económico en Europa, el Magreb e Hispanoamérica fundamentalmente. En 1986, según reveló el Centro Superior de Información de la Defensa (CESID, servicios secretos españoles de aquella época), Gadafi intentó organizar y financiar un golpe militar en España a través de un militar ultra, el coronel de Caballería Carlos de Meer de Ribera, nacido en Valladolid el 28 de mayo de 1928. Años después, un periódico digital español calificó este hecho de “esperpéntico”.

Financiación y ayuda política

Según el CESID, De Meer viajó al país norteafricano a buscar financiación y apoyo ideológico y político a su intentona golpista. Y quiso entrevistarse con Gadafi. Lo consiguió y le explicó sus planes ilegales y criminales. Las cosas no salieron bien y la Justicia abrió una causa al militar extremista por conspiración a la rebelión militar, que fue archivada por la Audiencia Nacional. Al cabo de un mes, De Meer fue juzgado en consejo de guerra, en 1987, por abandono de residencia. En su informe, el CESID denunció que el coronel ultra se entrevistó el 17 de enero de 1986 en un hotel de Madrid con el embajador libio en España, Saed Esmaiel, y dos activistas de la extrema derecha española: José Antonio Assiego y Enrique Moreno. De Meer explicó a sus interlocutores que quería viajar a Libia para crear después un grupo político español pro africanista y favorable al acercamiento de nuestro país con el mundo árabe. También tenía la intención de fundar un periódico afín a sus tesis ultras y organizar un golpe de Estado.

Coincidencias con el falangismo español

Así se lo hizo saber al sátrapa de Trípoli. De Meer condenó el restablecimiento de relaciones diplomáticas de España con Israel y la Comunidad Económica Europea (CEE). Gadafi prometió al militar español una importante cantidad de dinero para sus proyectos. Estando recluido en la cárcel de Alcalá de Henares, en una entrevista en la cadena SER, De Meer llegó a decir que existían muchas coincidencias entre el Libro Verde de Gadafi y el pensamiento pro fascista del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera. De Meer también negó haber viajado a Libia. Este viaje no pudo ser demostrado ni por la Justicia militar ni por el CESID. El militar golpista acusó a TVE y otros medios de haber organizado una campaña contra su persona.

Así las cosas, el consejo de guerra celebrado en Sevilla y presidido por el general Antonio Solanes, sentenció la absolución del coronel Carlos de Meer y se limitó a instar al capitán general de la capital hispalense a que impusiera un correctivo al coronel por una falta grave de abandono de sus deberes militares. Entre otras funciones, De Meer fue director de Gabinete del presidente del Gobierno franquista Luis Carrero Blanco, Gobernador Civil de Baleares y subdirector de Acción Cultural y del Libro. Entre sus destinos militares más destacados hay que indicar el Regimiento de la Guardia del general Franco, los servicios de inteligencia y el Estado Mayor Central. Fue jefe del Regimiento de Caballería Montesa con sede en Ceuta. En el juicio del Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 fue abogado defensor del capitán Francisco Dusmet García-Figueras de la División Acorazada.

Saïf Al Islam, el amigo de Alejandro Agag

Saïf Al Islam, el hijo más político e intelectualmente más sólido de Muamar Gadafi, obró a favor del acercamiento entre Libia y España. Hay que recordar que Alejandro Tarik Agag, yerno del expresidente del Gobierno español José María Aznar, era íntimo amigo de Saïf Al Islam en el año 2011, cuando cayó el régimen dictatorial de Trípoli. Es más, el hijo de Gadafi introdujo a Agag en Libia en 2009 para que el yerno de Aznar pudiera hacer negocios en el país norteafricano. Agag es un hombre agradecido, y para demostrar que su amistad con Saïf era inquebrantable, lo invitó a cazar en España. La cacería se celebró en 2010 en la finca madrileña ‘El Rincón de los Canchos’, en la aldea del Fresno, propiedad del empresario Isidro Aguado.

La montería costó 160.000 euros y acudieron destacados representantes de la élite empresarial española. En dicho evento no faltaron el champagne francés, el caviar y los elogios al hijo del dictador libio por parte del yerno de Aznar. Alejandro Tarik Agag, nacido en España y de padre argelino, abandonó la política en 2002 para dedicarse exclusivamente al mundo de los negocios, sobre todo con países árabes. El primer negocio que llevó a cabo Agag en Libia fue la apertura de un coto de caza cerca de Trípoli y a orillas del mar con 100.000 perdices importadas desde España. Las perdices salieron de la granja de uno de sus socios empresariales, el vasco Patxi Garmendia, amigo del Rey Juan Carlos I.

Hoy en día, el hijo más político de Gadafi sigue guardando muchos secretos de la complicidad de Occidente con la dictadura que su padre construyó durante más de cuatro décadas. Muchos políticos, empresarios y responsables institucionales podrían contar bastantes cosas al respecto. Pero parece improbable que exdirigentes como George W. Bush, Tony Blair, José María Aznar, Nicolas Sarkozy o Silvio Berlusconi abran la boca. Todo parece indicar que los amigos de segundo nivel del dictador libio en España harán lo mismo. Como ya dijimos, sobre esta espinosa cuestión, entre la ultraderecha y la extrema izquierda hay un criterio de coincidencia: Callar o mentir.

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