Cientos de jóvenes están retornando de forma voluntaria a Marruecos, tras constatar que en Ceuta ni pueden trabajar ni pueden comer

Los arrepentidos del Tarajal

Tarajal Marruecos España

En grupos de 40 personas y cada dos horas. Así se están llevando a cabo las devoluciones en la frontera del Tarajal, según el acuerdo que ha firmado el Gobierno español con el de Marruecos. La orden es devolver a todos los marroquíes adultos que deambulan por la ciudad, y custodiar a los menores no acompañados en las naves del Tarajal. 

Llevan días deambulando por las calles de Ceuta sin saber qué hacer ni dónde ir, han dormido al raso en los parques y han sobrevivido gracias a los vecinos y a organizaciones como Cáritas. Han pasado hambre, sed, frío por las noches y calor por el día. Y la conclusión que sacan algunos de los jóvenes con los que hemos hablado es que no les ha compensado poner en riesgo su integridad. 

Efecto llamada por las RRSS e internet 

Muchos reconocen que el llamamiento se fraguó a través de las redes sociales e internet y que la desesperación les hizo lanzarse al mar. Omar, de 28 años, es uno de estos jóvenes arrepentidos que ha llegado a la frontera del Tarajal para cruzar al otro lado y volver a casa. “Vine para estar en Europa”, nos dice. Pero al final ha decidido irse con una sonrisa en la cara y agradeciendo a los ceutíes su hospitalidad y su solidaridad con el pueblo marroquí. Aunque se marcha con una sensación agridulce: tanto esfuerzo no ha merecido la pena. 

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Los MENAS aparecen cuando pasa Cáritas repartiendo alimentos 

Cáritas se está pateando las calles. Su cometido es entregar bolsas de comida a los jóvenes que vagan por cualquier rincón de Ceuta. Manuel Gestal, responsable de Cáritas en la ciudad autónoma, afirma que la mejor manera de evitar problemas graves de convivencia con los vecinos es darles de comer. “Si nosotros les facilitamos la comida, seguramente evitaremos que intenten robar o conseguir comida por otros medios”, llega a decir Gestal. Y advierte de que “sigue habiendo muchos niños escondidos en las calles y en las playas que aparecen justo cuando pasamos con la furgoneta”. 

El sueño europeo estaba más cerca que nunca 

En la fila de las devoluciones afloran las historias casi sin querer. Uthmán es un joven de Tetuán que llegó a la frontera con las manos en alto, en son de paz. Salió de su ciudad ilusionado después de ver cómo sus compatriotas habían cruzado a España sin problemas. Cogió un taxi con tres amigos que le cobró 53 dírham (unos 5 euros) a cada uno, y se fueron directos a Castillejos. Y tras un silencio largo, luego reconoce que sin pensarlo demasiado se lanzaron al mar. No entendían por qué la frontera estaba abierta, pero les daba lo mismo. El sueño europeo estaba a unos cientos de metros a nado y ni él ni ninguno de sus amigos desaprovechó una oportunidad única. 

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Aburrido y exhausto, Aiman vuelve a Marruecos con la mirada perdida. Lleva tres días dando vueltas por una ciudad que no conoce, en bañador y con unas zapatillas que ha conseguido a través de un conocido porque sus chanclas las perdió en el mar. Su historia no es diferente a la de los demás. Acudió al llamamiento masivo a través de redes sociales e internet porque creyó que era la oportunidad de su vida. No se lo pensó dos veces. Y al llegar se ha dado cuenta de que todo era un espejismo. El sueño europeo se ha desvanecido y sabe que antes o después se tendrá que marchar. A última hora de este jueves Aiman se puso en la fila de las devoluciones en la frontera del Tarajal. “No quiero volver, pero reconozco que no tengo otra salida”, fueron sus últimas palabras antes de cruzar al otro lado acompañado por varios militares españoles.

Es el mismo recorrido que hizo Mohamed, Adil o Ahmad. Este último -un chaval de 22 años que vive en Rincón- estaba en la fila de las devoluciones voluntarias hablando con un teléfono móvil que logró traer aquella fatídica mañana del lunes 17 de mayo. Nos contó su secreto: había traído el móvil envuelto en bolsas de plástico y dentro de una riñonera, y al final el teléfono llegó intacto pese a que Ahmad estuvo nadando más de una hora.  Casi al decirnos adiós, este joven nos confiesa que se va de Ceuta bastante tocado emocionalmente. Cruzó la frontera sur de Europa, logró uno de sus sueños y tres días después se va por falta de oportunidades en España. “Sin trabajo, sin dinero y sin comida, poco podemos hacer aquí”, se lamenta Ahmad.

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El drama de los MENAS que quieren regresar con sus padres 

Se calcula que desde el lunes 17 de mayo han entrado a Ceuta entre 1.500 y 2.000 menores no acompañados. La mayoría lo hicieron por mar, pero también hemos visto a chavales intentando saltar la valla o a pie por las rocas bordeando el espigón. Y no todos están en esas naves del Tarajal con los voluntarios de Cruz Roja, si no que muchos permanecen deambulando por las calles de la ciudad autónoma sin rumbo fijo, pidiendo dinero o comida en los semáforos y durmiendo en los parques. 

Un drama que se completa con sus familiares buscándoles al otro lado de la frontera. Padres y madres que no saben dónde están sus hijos, que acuden a la frontera marroquí en busca de información y que no la obtienen. Y niños que les dicen a los voluntarios de Protección Civil que quieren volver con su familia. 

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El teléfono habilitado para los padres que buscan a sus hijos: 956 51 24 13

Precisamente para aliviar la angustia y que puedan regresar a Marruecos, el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Ceuta ha habilitado un teléfono de información a través del cual podrán iniciar los trámites para la reagrupación familiar. José Antonio Méndez, responsable de los voluntarios de Protección Civil en Ceuta, relata la angustia y la incertidumbre de los chavales que están custodiados en las naves del Tarajal o en el albergue de Piniers (a las afueras de la ciudad). “No dejan de ser niños. Muchos de ellos quieren llamar a sus padres y nos cuenta que están arrepentidos y que quieren volver”, asegura. “Los que somos padres lo pasamos peor porque nos toca la fibra sensible”, nos cuenta el portavoz de Protección Civil que está coordinando estos días un operativo extraordinario e inédito. 

Y luego están los “desaparecidos”, muchos de ellos siguen vagando por la ciudad sin haber sido ni siquiera filiados, pero tienen claro que no quieren ir a las naves industriales del Tarajal. Se esconden donde pueden para no ser detectados por las patrullas de control de fronteras de la Policía Nacional que hacen batidas a cualquier hora del día. Y algunos reconocen abiertamente que no quieren volver a Marruecos porque lo que se van a encontrar al otro lado es más de lo mismo: su realidad.

Texto y fotos Diana Rodríguez Pretel

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