Los derbis celestiales de los que se van
Se van, pero no nos dejan del todo. Será difícil volver a la “nueva normalidad” en la que nunca hemos estado. Un término que hasta a la gramática le cuesta digerir. Cuando el deporte encienda los focos, sentirá el vacío de los que un día hicieron tanto. Decía Ortega y Gasset que solo se aguanta una civilización si muchos aportan su colaboración al esfuerzo, pero que, si prefieren gozar el fruto, la civilización se hunde.
Ahora queda agradecer y recordar a los que han muerto en tiempos recios, que diría Santa Teresa. “Murió cuando lo del coronavirus”, comentarán en las gradas del Metropolitano. Radomir Antic se fue en el peor momento para decir adiós. Días siniestros. El entrenador del doblete ya se sienta junto al que pudo ser su segundo entrenador en 1995. Michael Robinson no se atrevió a bajar los escalones del banquillo del Calderón. Una decisión valiente, inusual en un deporte que obliga a hacer lo que no quieres. Nada más duro que jugar en Anfield al fútbol de los años 80. Sus decisiones avalaron sus carreras. Antic paseó a Imperioso por las calles de Madrid para celebrar el Doblete y Robinson puso durante 30 años el acento al otro fútbol. La afición seguirá queriendo a Radomir y sentirá el orgullo de haber llevado a “Robo” a Anfield para comentar su último partido en la tele. La tragedia quiso que se fueran víctimas de sus enfermedades y no del mal bicho, de sus últimos partidos, los que ya no se pueden ganar. Y el fatídico destino los entregó a esa soledad de los últimos minutos con la que ha castigado a miles de españoles.
Allí arriba estará el Galgo del Metropolitano, del bueno, del que estaba al final de la avenida Reina Victoria. Joaquín Peiró corrió por un estadio del que no queda rastro, excepto el escudo del Atleti que forman los edificios elevados en esos terrenos. Peiró ganó la Recopa de Europa de 1962 y enseñó ese escudo que ahora ve desde el cielo al viejo continente. El Metropolitano también vio a Miguel Jones. El famoso amigo negro de Luis Aragonés. Los tres, junto a Antonio Reyes, podrán hablar de lo que de verdad es el racismo. El de los hechos y no el de las palabras. Se reirán de eso que llaman “políticamente correcto” y que nos hace rehenes del lenguaje. El guineano Jones ganó esa Recopa junto a Peiró y acabó su carrera en Osasuna, como Robinson.
José Luis Capón llegó al Atlético en 1971. Ganó la famosa Intercontinental en 1975 y una liga al Real Madrid en 1977. En 1980, el Vicente Calderón le homenajeó con un partido ante un combinado de la URSS. Ya saben, cosas de la Transición. Los tres visten de colchoneros en el cielo rojiblanco. El coronavirus no perdonó a los veteranos, a los que pusieron los cimentos de algo que no todos pueden entender.
El año 2020 tampoco iba a ser el año del Real Madrid. Mientras brindábamos con las uvas y el alquitrán, éramos testigos de cómo se puede tirar una liga un sábado y ganarla al domingo siguiente. El coronavirus venía por Oriente, como los Reyes Magos. Lorenzo Sanz ya estaba mayor cuando su hijo Fernando nos contaba en febrero para Atalayar la expansión de LaLiga en Asia y África. El virus se lo llevó y lo sentó juntó a los pocos presidentes del Real Madrid que han sabido hacer más grande al club. Ahora, junto a su padrino Ramón Mendoza, le cuenta a Santiago Bernabéu que, 32 años después de que levantara la Copa de Europa en Bruselas frente al Partizán, su Real Madrid ganó la Séptima en Ámsterdam ante la Juventus.
Los recuerdos de Goyo Benito se iban borrando por culpa de otra enfermedad insanable. El coronavirus precipitó su marcha. Arriba, junto a Juanito, buscarán una explicación a cómo fueron capaces de reinar en España, pero no consiguieron conquistar Europa en 1981 ante un Liverpool al que todavía no había llegado Robinson.
Los derbis celestiales prometen más que los terrenales. Aquí abajo, blancos y rojiblancos de ahora podrán seguir gozando esos frutos o hacer más grande su memoria.
Que descansen en paz.
