Los judíos sefardíes podrán ser españoles, pero no los moriscos

Por Amina Adib
Foto: Un grupo de judíos de origen sefardí.
 
El Gobierno de Mariano Rajoy decidió  “corregir un error histórico” al conceder la nacionalidad española a los judíos sefardíes simplemente con la acreditación de esa condición  y sin que tengan que  tener que renunciar a su nacionalidad de origen. Los miembros de esta comunidad podrán acreditar esa condición a través de un certificado expedido por alguna de las comunidades judías en España. La palabra sefardí proviene del hebreo y significa literalmente español. Los sefardíes son descendientes de los judíos expulsados de España  y de Portugal a finales del siglo XV. Muchos de ellos han conservado el idioma y las costumbres ibéricas a lo largo de los siglos. El proyecto de ley   fue propuesto  por el anterior ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón,  y su sucesor, Rafael Catalá, lo ha mantenido. En su primera comparecencia en el Congreso, el pasado mes de octubre, Catalá confirmó  que la iniciativa  permitirá conceder la nacionalidad española “a aquellos descendientes que prueben su condición de sefardíes originarios de España” y “demuestren también una especial vinculación con España”. Aunque el ladino o judeoespañol es una lengua que prácticamente no se habla, entre muchos judíos de origen sefardí la medida del Gobierno español ha sido acogida muy positivamente. Sobre todo en Israel y Estados Unidos. La cuestión puede ser sentimental, pero también práctica, porque, por ejemplo, para un ciudadano israelí que consiga un pasaporte español le será más cómodo y seguro viajar por el mundo. El proyecto de ley supone, según el ministro Catalá, una “reconciliación no sólo con los descendientes de los judíos expulsados en 1492, sino también con el pasado español y con su vocación presente de sociedad abierta”. El conjunto del Congreso está de acuerdo, pero IU y ERC han pedido que el Gobierno haga extensiva esta iniciativa a otros grupos humanos, como los saharauis, los nietos de españoles que no nacieron en España y los moriscos, que fueron aquellos musulmanes de Al-Andalus bautizados tras la aprobación de la pragmática de los Reyes Católicos, el 14 de febrero de 1502. La mayoría de los moriscos fueron convertidos a la fuerza y su expulsión de la Monarquía Hispánica fue ordenada por el rey Felipe III y llevada a cabo de forma escalonada de 1609 a 1613. Se calcula que unos 300.000 moriscos fueron expulsados.
 
Las preguntas de Marruecos
En un país como Marruecos, y en menor medida en Argelia y en Túnez,  una parte de la población es de origen morisco, y algunos ciudadanos marroquíes se preguntan por qué los sefardíes podrán ser españoles y no los descendientes de aquellos musulmanes de Al-Andalus que fueron obligados a hacerse cristianos católicos y después expulsados de su tierra. Los marroquíes de origen morisco suelen tener apellidos como Denia, Mulin, Bargachi, Piro, Molato, Sordo, y viven en ciudades como Rabat, Tánger y Fez. Muchos moriscos jamás rompieron los lazos sentimentales, culturales y lingüísticos con Andalucía y España.   Para el periódico digital marroquí ‘yabiladi.com’, España lleva a cabo “una política a dos velocidades” en esta cuestión. Nayib Loubaris, marroquí y presidente de la Asociación Memoria de los Andalusíes, aseguró, en declaraciones a Efe, que el Estado español debería “reconocer el mismo derecho para el resto de los expulsados”  y no sólo para los judíos. “De lo contrario –recalcó- su decisión sería selectiva por no decir racista”. Según escribe el periodista Ignacio Cembrero en el diario ‘El Mundo’: “Más allá del pretexto de su carencia de nexos con España hay otras razones que aconsejaban a los ministerios españoles de Justicia y Asuntos Exteriores apostar por los sefardíes. Gaspar Llamazares, de IU, sospecha que actúan así para ‘compensar el voto favorable de España al reconocimiento de Palestina en Naciones Unidas’. Otros 137 países votaron a favor”.  Destaca este periodista: “No se trata ahora de un gesto hacia Israel sino más bien hacia EE. UU. donde los lobbies judíos tienen mucho peso y la iniciativa española ha sido alabada. Atraer a sefardíes puede además significar captar inversión y dinamizar una economía española que necesita estímulos. Los moriscos no pueden ofrecer lo mismo”.  En Marruecos, el componente morisco ha merecido un lugar de distinción a lo largo de siglos; del mismo modo, los moriscos han ocupado desde siempre altos cargos que les garantizaba una proximidad a los círculos del poder. Según las estimaciones de  Nayib Loubaris, actualmente hay unas 600 familias de origen morisco que se instalaron en varias ciudades del país, de las que un centenar viven en Rabat. Loubaris dice estar orgulloso de sus orígenes, tanto como de su identidad actual en un país que “acogió a nuestros antepasados tras haber sido expulsados por reyes que deberían haberlos protegido”. 
 

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