Las manifestaciones contra el estancamiento de la economía y la corrupción política aglutinan a representantes de todos los grupos sociales

Los libaneses se unen en la protesta

photo_camera REUTERS/MOHAMED AZAKIR - Un millón de personas se ha congregado en Beirut este domingo para protestar contra los proyectos de austeridad y la falta de transparencia del Gobierno

Las protestas no cesan en Líbano. Las manifestaciones crecen día a día. Los ciudadanos que salen a las calles en protesta contra el marasmo económico y la corrupción percibida de la clase política del país se cuentan ya por cientos de miles. Esta crisis social se ha trasladado también al poder ejecutivo. Este fin de semana, han dimitido los cuatro ministros del Gobierno pertenecientes al partido cristiano Fuerzas Libanesas. El primer ministro Saad Hariri, mientras tanto, intenta llegar a compromisos para impulsar reformas económicas de calado.

Las protestas se desencadenaron a raíz de una propuesta del Gobierno consistente en gravar el servicio de voz de internet, utilizado por aplicaciones como WhatsApp y Facebook. A pesar de que el proyecto ya ha sido desechado, esta semana ha comenzado como terminó la anterior, con los bancos del país cerrados, las universidades vacías y los principales sindicatos del país en huelga. Las calles, mientras tanto, siguen inundadas de manifestantes que protestan al ritmo de DJs locales. En los medios libaneses, se suceden las informaciones sobre carreteras cortadas y barricadas montadas en grandes urbes, como Trípoli y Beirut, lo que ha dificultado la circulación de camiones con suministros alimenticios.

Manifestantes sostienen una bandera libanesa durante una protesta contra el gobierno en el centro de Beirut, Líbano, el 21 de octubre de 2019.

Los principales representantes públicos del país han realizado numerosos llamamientos a la tranquilidad, pero, hasta el momento, no parece que hayan surtido mucho efecto. “Lo que está sucediendo en la calle expresa el dolor de la gente, pero la propagación de [las acusaciones de] corrupción a todos es una gran injusticia”, ha proclamado el presidente Michel Aoun antes de reunirse en el palacio de Baabda, sede de la Jefatura del Estado, con el primer ministro Hariri y su gabinete.

División política, unión popular

El Consejo de Ministros, sin embargo, ha quedado bastante mermado en los últimos días. El pasado viernes, Hariri lanzó un ultimátum a todos sus socios para aprobar un paquete de reformas a corto plazo para tratar de calmar los ánimos. Entre las medidas más urgentes, se encuentran la de reducir a la mitad el salario de los altos funcionarios del Estado (presidente, expresidentes, ministros y legisladores). El primer ministro plantea, además, reclamar al sector bancario una mayor contribución monetaria para paliar el déficit de los presupuestos públicos, privatizar el sector de las telecomunicaciones y sanear el de la electricidad.

El presidente libanés Michel Aoun, a la izquierda, se reúne con el primer ministro Saad Hariri, antes de una reunión de gabinete, en el palacio presidencial, en Baabda, al este de Beirut, el lunes 21 de octubre de 2019

El plazo otorgado por Hariri expira en la tarde de este lunes. Por la mañana, el Gobierno ha vuelto a reunirse de urgencia junto al jefe del Estado para discutir el texto legal. Aunque, finalmente, ha sido aprobado, el gabinete ha llegado a la cita en medio de una crisis. A lo largo de este fin de semana, el partido Fuerzas Libanesas, de corte cristiano, ha decidido retirar su apoyo a Hariri. Sus cuatro ministros, Ghassan Hasbani, Kamil Abu Suleiman, Richard Qayomjian y May Chidiac, presentaron su renuncia en la noche del sábado. Hizbulá, a través de su secretario general Hassan Nasrallah, también se ha posicionado del lado de los manifestantes.

La papeleta que debe resolver el primer ministro es ciertamente compleja. Las acusaciones de corrupción a la clase política, una de las banderas enarboladas por los manifestantes, reflejan que la población percibe las altas esferas libanesas como un circuito clientelar de nepotismo, según apunta el laboratorio de ideas The Soufan Center.

Esta impresión de corrupción impune ha conseguido unir en una causa común a un país que, tradicionalmente, ha estado dividido por las rencillas sectarias entre chiíes, suníes y cristianos. La transversalidad, afirman desde The Soufan Center, es, quizá, la característica más importante y novedosa de las protestas en Líbano, las más importantes registradas en el país en el último lustro.

El presidente libanés Michel Aoun, en el centro, encabeza la reunión del gabinete, en el palacio presidencial, en Baabda, al este de Beirut, Líbano, el lunes 21 de octubre de 2019

La mala situación en que se encuentra sumida la economía del país ha impulsado, asimismo, a los ciudadanos a manifestarse. Con más de una cuarta parte de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, el Gobierno de Hariri estudia cómo cuadrar el círculo en los presupuestos públicos para 2020. ¿Es posible introducir reformas estructurales que alivien la deuda del país sin que las clases más bajas asuman las consecuencias? Encontrar el equilibrio entre austeridad e inversión en infraestructuras y servicios se sitúa a la cabeza de la lista de desafíos del primer ministro.

Mientras el Ejecutivo trata de resolver el dilema, los indicadores apremian: la deuda pública continúa creciendo en proporción al producto interior bruto y la libra está sometida a una gran presión. La falta de inversión en dólares estadounidenses, la divisa con respecto a la cual se fija el valor de la libra, ha provocado que la moneda norteamericana se encarezca y la libanesa se debilite. La inflación lleva creciendo a un ritmo cada vez mayor desde 2016, lo que ha despertado el temor a una devaluación.

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