El avance de los contagios mantiene en alerta la frontera que comparten Brasil, Colombia y Perú

Los pueblos indígenas del Amazonas, sin protección ante la pandemia de la COVID-19

AP/FELIPE DANA - Indígenas de varios grupos étnicos posan para retratos con el vestido tradicional de sus tribus y máscaras faciales en medio de la propagación del nuevo co

El coronavirus pone en peligro a los habitantes del pulmón del mundo. La Amazonía ha encendido las alertas de las autoridades de Brasil, Colombia y Perú ante el avance de la pandemia. La ONU ha pedido mayor apoyo y más respuestas en esta región del Amazonas a medida que la Covid-19 sigue avanzando, afectando a una gran proporción de las comunidades indígenas. El objetivo no es menor: salvar la vida de las 170.000 personas que viven en áreas remotas a lo largo del río Amazonas.

Los indígenas brasileños han sido uno de los primeros en tomar conciencia de la gravedad de la situación. Por ello, han pedido a la OMS que cree un fondo específico de emergencia para protegerlos, ya que si el coronavirus supone una amenaza para todos, lo es especialmente para las comunidades indígenas, tradicionalmente diezmadas por epidemias llegadas hasta ellas a través del hombre blanco. 

En países como Colombia, por otra parte, la realidad es especialmente crítica. Su situación de triple frontera, con pasos fronterizos legales e ilegales donde apenas hay tres hospitales, unido a la escasez de personal de salud han obligado a las comunidades indígenas a aislarse en sus resguardos ante el temor a los contagios.

El estado brasileño de Amazonas, donde vive la mayoría de los indígenas del país, es una de las regiones más afectadas por la pandemia

El Amazonas, con una deficiente red hospitalaria, se ha convertido en el departamento con más nuevos contagios, tan solo superado por Bogotá, la capital colombiana. Tras un mes de marzo en el que apenas se detectaron casos, en menos de cuatro meses la región ha escalado hasta los 11.300 positivos. Su capital, Leticia, en el extremo sur del mapa en forma de rombo del territorio colombiano, tiene la mayor tasa de infecciones del país. 

Los malos datos se han traducido hasta el momento en la muerte de 385 indígenas. Entre ellos, un rostro muy conocido, el de Antonio Bolívar, el actor de 75 años que interpretó a Karamakate en la galardonada película 'El abrazo de la serpiente'. Estos días, muchos en Colombia han recordado que precisamente su personaje era el encargado de guiar en la selva a un etnobotánico extranjero en busca de una planta milagrosa con propiedades curativas casi mágicas. No la hubo para él, que falleció a causa del virus en mitad de una estructural falta de medios con que atenderle.

Los indígenas, a pesar de todo, no renuncian a la esperanza. “Hubo una sensación de catástrofe al principio. Pero pronto empezaron a circular relatos de experiencias de sanación originadas en las malocas, casas ceremoniales tradicionales, en las familias y entre los especialistas de salud tradicional”, afirma la antropóloga Marta Pabón a Atalayar. Por ahora, a falta de más datos y de un estudio pormenorizado sobre lo que ha sucedido en la zona, entre los profesionales que trabajan cada día codo con codo con los pueblos indígenas existe la sensación de que, de alguna manera, ciertas prácticas antiguas han podido jugar su papel a la hora de contener ciertos síntomas.

El pueblo indígena tikuna colombiano posa con máscaras faciales, en medio de las preocupaciones del coronavirus COVID-19, en Leticia, departamento de Amazonas, Colombia

La medicina tradicional, sin embargo, no alcanza. Colombia cerró formalmente sus fronteras el 17 de marzo, pero los límites se vuelven borrosos en la selva amazónica. Leticia, el eje de esa triple frontera amazónica, define a la Colombia más profunda. Allí, la movilidad es constante y las barreras son muy difíciles de levantar. “El virus entró en abril a la Amazonía colombiana por una calle de la brasileña Tabatinga. Son poblaciones siamesas, con un fluido intercambio comercial, muy próximas a la isla peruana de Santa Rosa”, explica Ángela López, de la asociación Solidaridad Leticia a Atalayar. Este departamento colombiano, de 79.000 habitantes, cuenta apenas con 68 camas hospitalarias y cuatro de cuidados intermedios. Pero lo peor, a ojos de los expertos, es que no existe ninguna UCI, un factor que puede desencadenar consecuencias nefastas. “Uno de nuestros temores es que se extingan etnias completas'', cuenta a Atalayar la vicedecana de Ciencias de Uniandes, Martha Vives.

No es la primera vez que el Amazonas vive una situación que pone en peligro a buena parte de su población. Muchos de los que trabajan en el territorio se acuerdan estos días del fatídico 1988, cuando el pueblo indígena Nukak, del sudeste de Colombia, tuvo su primer contacto con foráneos y, como consecuencia, la gripe devastó al menos a la mitad de su población. Pero su drama no terminó ahí. Los sobrevivientes de este pueblo, cazadores y recolectores, fueron entonces empujados por colonos y grupos armados que se adueñaron de su selva y los obligaron a huir y asentarse por años en la ciudad de San José del Guaviare. 

Así, según reportan trabajadores de estas zonas, cuando llegaron a sus oídos las primeras noticias de una pandemia inédita que avanzaba rápidamente, los pocos Nukak que quedan vivos se apresuraron a internarse de nuevo en la selva antes de que el Gobierno colombiano pudiera decretar cualquier tipo de medida de restricción de movimiento. “Si bien la pandemia ha significado un respiro para la atmósfera, ha subrayado todos los problemas que tienen estos pueblos indígenas. Entre ellos, lo más importante, la falta de hospitales”, afirma la directora de la ONG Amazon Conservation Team, Carolina Gil a Atalayar. 

El equipo médico de las Fuerzas Armadas Brasileñas llega al pueblo de Cruzeirinho, cerca de Palmeiras do Javari, estado de Amazonas, al norte de Brasil, el 18 de junio de 2020, para asistir a la población indígena en medio de la pandemia de COVID-19

Según la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, hasta septiembre se han reportado más de 52.628 casos confirmados y 1.636 fallecidos en pueblos indígenas de la Amazonía. “La sociedad civil no puede ser ajena a esta realidad, y desde nuestra organización conjuntamente con otras ONG hemos trabajado activamente en acompañar a las comunidades indígenas en la emergencia humanitaria que están viviendo”, afirma Gil.

En Perú, la pandemia ha acelerado la agonía de dos pueblos indígenas azotados por la enfermedad en la región Amazónica: los Awajún y los Wampís. En la selva norte del país la atención médica siempre fue deficiente, y hoy solo opera el 30% del personal sanitario. El resto se ha infectado porque no recibió a tiempo suficientes equipos de protección ni medicinas, pese a que lo solicitaron desde abril, según revela a Atalayar Mary Carreño, enfermera jefa del hospital local de Puerto Nariño, a orillas del río Amazonas. “Para nadie es un secreto que la infraestructura de salud en la Amazonía es pésima. Aquí hay un hospital con urgencias, hospitalización y consulta externa. A veces no contamos ni con bombillas para alumbrar a los pacientes que llegan con fracturas, tenemos que ver el hueso con linternas”, afirma Carreño. 

Después de cinco meses de pandemia, la situación en Colombia sigue siendo crítica. Tras seis meses confinados, el Gobierno presidido por Iván Duque levantó hace dos semanas todas las restricciones de movimientos, lo que incluye una apertura total de fronteras nacionales y parcial y paulatina de las internacionales. Este domingo, Colombia sumó 7.355 nuevos casos para totalizar 716.319 personas contagiadas desde el comienzo de la pandemia.
 

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