Desciende el número de medallas con respecto de los Juegos Olímpicos de Río 2016, aunque emergen nuevas figuras para situar al olimpismo árabe en el mapa

Los representantes del deporte árabe sorprenden en la cita olímpica de Tokio

photo_camera AFP/INA FASSBENDER - El marroquí Soufiane El Bakkali, primer clasificado, celebra en el podio su medalla de oro tras competir en la prueba masculina de 3.000 metros obstáculos durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020

A falta de una jornada para que finalicen los Juegos Olímpicos de Tokio, la participación de los países árabes en la competición se ha saldado con un balance desfavorable en comparación con citas anteriores. Si en Río 2016 las delegaciones del Norte de África y Oriente Medio amasaron un total de 27 medallas, los deportistas árabes han conseguido tan solo 20 podios en la capital nipona. En esta ocasión, la delegación turca ha sido la más laureada con 6 medallas, entre ellas 1 oro y cinco bronces. Irán y Egipto, con cuatro y tres metales cada uno, respectivamente, siguen la estela persa. Mientras que Qatar y Túnez, con dos, y Marruecos, Jordania y Egipto, con 1, cierran el medallero regional.

A pesar del tímido resultado, los representantes árabes han protagonizado algunos de los momentos estelares de la competición que pasarán a la posteridad. La cita olímpica también ha servido para apuntar los nombres de aquellos atletas que han conseguido colarse entre los tres mejores de la categoría contra todo pronóstico o, en otros casos, superar con creces las expectativas depositadas en ellos. Pero ¿quiénes son estas figuras y qué se esconde detrás de sus medallas?

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Mutaz Essa Barshim, Qatar

“¿Podemos tener dos oros?”, preguntó Mutaz Essa Barshim al juez de competición, como poseído por el espíritu olímpico. “Es posible si así lo decidís”, respondió este. Tan solo bastó una mirada para poner de acuerdo al saltador qatarí con su rival y amigo, el italiano Gianmarco Tamberi. “Lo miro, él me mira y lo sabemos. Simplemente nos miramos y sabemos, eso es todo”, declaró Barshim. Se fundieron en un abrazo para la historia. Los dos competidores compartieron un oro por primera vez en atletismo, en la prueba de salto de altura. Todo ello después de dos horas de una competición que parecía eterna. Marca que saltaba uno, marca que superaba el otro. Y así sucesivamente. El empate se hacía perenne antes de superar los 2,39. Entonces renunciaron al desempate y dividieron el oro.

El suceso pronto captó la atención de los aficionados. Muchos aplaudieron el comportamiento de los saltadores; otros echaron en falta una batalla a vida o muerte por la victoria final. “De eso van las Olimpiadas”, decían. En cualquier caso, Mutaz Essa Barshim, consagrado en la élite, no necesitaba demostrar nada a nadie. El atleta de Doha ha mantenido una progresión al alza en los Juegos Olímpicos que culmina con el oro en Tokio. En Londres 2012 consiguió un bronce; en Río 2016, una plata. Japón le ha elevado como el mejor saltador de altura del mundo, una etiqueta compartida, pero no por ello menos valiosa. ¿O sí?

De entre una larga nómina de trofeos, en su palmarés se cuentan dos títulos mundiales conseguidos en 2017 y 2019. Y, por si fuera poco, ostenta la segunda mejor marca mundial de todos los tiempos (2,43), récord de Asia. Pero no siempre fue tan fácil. “Hasta los 17 años siempre era el peor. Había mucha gente en mi grupo que era mucho mejor que yo. Nunca sentí que fuera alguien especial. Pero mi padre siempre me dijo «Sigue haciendo lo que haces, trabaja duro, sé paciente. Eso es lo que marcará la diferencia», declaró el atleta a Sport360. “Así que seguí, sin importar lo demás”. De ascendencia sudanesa, Barshim no cejó en su empeño y el tiempo le ha correspondido. Hoy, es uno de los héroes de Qatar.

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Ahmed Hafnaoui, Túnez

El bisoño nadador tunecino, Ahmed Hafnaoui, se convirtió en el primer oro olímpico de África tras ocupar el cajón más alto del podio contra todo pronóstico tras batir a los dos favoritos en la prueba de 400 metros libres. A pesar de partir desde la calle exterior número ocho, la peor posición de la piscina, consiguió una remontada cargada de épica para dejar boquiabiertos a los espectadores. Ni siquiera él contaba con ganar y tardó unos segundos en reaccionar y darse cuenta de su victoria. En cuanto lo supo, estalló en júbilo. Gritó, se subió a la corchera y golpeó el agua con rabia. Totalmente descolocado, le costó ser consciente de su gesta. Nadie apostaba por él.

“Cuando vi que se izaba la bandera de mi país y escuché el himno nacional, se me llenaron los ojos de lágrimas. Me sentí muy orgulloso”, declaró. Después, Hafnaoui dedicó la victoria a la nación tunecina. Una nación que le ha visto crecer como deportista. Hijo del jugador de baloncesto e integrante de la selección nacional de Túnez, Mohamed Hafnaoui, el joven escogió la natación gracias a su padre. “Me dijo que probara la natación porque es buena para la salud y para fortalecer el cuerpo”, explicó. Ahora es el protagonista de uno de los mayores hitos del deporte de Túnez y cuenta con una prometedora carrera por delante.

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Soufiane El Bakkali, Marruecos

El espigado corredor de Fez heredó el cetro del histórico corredor Hicham El Guerrouj y se consagró en Tokio. Acabó con el dominio keniano en los 3.000 metros obstáculos para erguirse en el primer oro olímpico de Marruecos en 17 años. El Bakkali remontó en el último tramo de la prueba y cruzó la línea de meta con un tiempo de 8:08.90 y una amplia distancia de sus perseguidores.

Cuando era tan solo un adolescente, ingresó en la Academia Internacional Mohammed VI de Ifrane tras ser seleccionado por la sección de atletismo del Club de Campo de su ciudad natal en unas pruebas realizadas a los 3.600 jóvenes del barrio obrero de El Merja. A la edad de 20 años, el corredor estuvo a punto de subirse al podio en Río 2016. Se quedó a las puertas y consiguió un cuarto puesto, sin embargo, esta vez el éxito le ha sonreído con el oro después de haber ganado la plata en el Campeonato Mundial de 2017 y el bronce en 2019.

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Javad Foroughi, Irán

El campeón en la final masculina de 10 metros pistola de aire comprimido, Javad Foroughi, ocupó el podio a sus 41 años, estrenando de esta forma el casillero de Irán en los Juegos de Tokio. El tirador persa, enfermero de profesión, se colgó el oro tras romper el récord olímpico en su primera aparición en una cita de este calibre. La importancia del título para su país, Irán, quedó reflejada con la correspondiente felicitación del propio ayatolá Alí Jamenei, quien llegó incluso a llamar a Foroughi para trasladarle la enhorabuena. Sin embargo, su victoria no ha estado exenta de polémica. United for Navid, un grupo conformado por activistas y atletas iraníes para combatir la opresión del régimen chií, reveló la pertenencia del tirador a la Guardia Revolucionaria, un estamento catalogado desde Washington como organización terrorista, y exigió la retirada del trofeo.

El iraní “es miembro actual y veterano de una organización terrorista. Específicamente, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC), que tiene un historial de violencia y asesinatos no solo de personas iraníes y manifestantes allí, sino también de personas inocentes en Siria, Irak y Líbano”, declaró la organización en un comunicado.  La fuerza militar, tercer centro de poder en Teherán, dirige el hospital en que trabaja Foroughi. La organización escribió el COI a principios de este año y les advirtió sobre la posible presencia de militares e incluso políticos que actúan como representantes deportivos de Irán. “Los funcionarios del COI nunca tomaron ninguna medida”, sentenció el grupo.

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Mete Gazoz, Turquía

Con tan solo 22 años, el arquero Mete Gazoz ganó el único oro olímpico para Turquía en la cita tokiota. Es el primer representante de Turquía en conseguirlo. El otomano se impuso al italiano Mauro Nespoli por 4 a 6 para llevarse la competición individual del tiro con arco, antes había derrotado al arquero japonés, Takaharu Furukawa. El recibimiento a su llegada al aeropuerto de Estambul estuvo a la altura de los héroes nacionales, entre vítores y aplausos quiso enviar un mensaje de fe y esfuerzo a los jóvenes, pero dejó claro de antemano que es “demasiado joven para ser un modelo a seguir o un icono. Puede que haya ganado una medalla de oro, pero no es nada para ser un modelo a seguir. Solo puedo dar consejos a amigos más jóvenes que yo”.

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Saleh El-Sharabati, Jordania

El taekwondista jordano de origen palestino hizo historia y se colgó la segunda medalla olímpica de la historia de su país tras Ahmad Abughaush en Río 2016, en la misma disciplina. Su compatriota se llevó el oro; El-Sharabati tuvo que conformarse con la plata tras caer ante su rival y amigo, Maxim Jramtsov. “En París quiero el oro”, dijo después del combate.

Abdullah Al-Rashidi, Kuwait

El tirador kuwaití de 57 años se coló en el podio con un bronce en la categoría de skeet masculino. Tras haber competido en cinco citas olímpicas anteriores, su debut fue en Atlanta 96, Al-Rashidi igualó su registro de Río 2016. Este año volvió a competir por Kuwait, a diferencia de los últimos JJ. OO. El COI prohibió la participación del país por la injerencia del Gobierno kuwaití en el deporte nacional, por lo que Al-Rashidi mordió bronce como atleta independiente. En Tokio, por fin lo ha hecho representando a su nación.

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