El demócrata trazará un plan para mantener la estabilidad de la región tras revisar en profundidad la estrategia de Trump

Los retos de la Administración Biden en Oriente Medio

PHOTO - El nuevo presidente de EEUU, Joe Biden

Joe Biden intentará que la región de Oriente Medio sea más estable.

Tal y como explica en su libro, ‘Una tierra prometida’, uno de los varios motivos por los que Barack Obama escogió a Joe Biden como compañero de fórmula para las elecciones presidenciales de 2008, más allá de la necesidad de contar con un integrante del ‘establishment’, blanco y de dilatada experiencia en política nacional, fue su extenso currículum en política internacional.

Y es que Biden ocupó, entre otros cargos, la presidencia del Comité de Asuntos Exteriores del Senado desde 2001 hasta 2009, cuando pasó a ejercer de vicepresidente. No obstante, 13 años después de aceptar aquella propuesta, ahora es él quien habita el Despacho Oval y el encargado de tomar las decisiones.

Uno de sus múltiples retos será precisamente encarar la política exterior, más concretamente tejer un plan definido para Oriente Medio, la región más inestable del planeta y donde estarán apuntando todos los focos. Aunque no es la misma región que conoció en sus años como vicepresidente, y menos aún como senador.

Está previsto, sin embargo, que el demócrata esté parcialmente ausente durante los primeros meses de su mandato. La crisis interna que atraviesa el país le obliga a priorizar la política nacional. Por esta razón, el papel de Antony Blinken al frente del Departamento de Estado cobrará importancia al inicio. Históricamente, los secretarios de Estado más influyentes han sido los que mantenían un contacto estrecho con el presidente, y el caso de Blinken es significativo, pues forma parte del equipo de Biden desde hace dos décadas.

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Alejado del “America First” y el aislacionismo de Trump, Biden propone una vuelta al multilateralismo y a la restauración del liderazgo global estadounidense. Algunos expertos han señalado que, posiblemente, su Administración sea algo parecido al tercer mandato de Obama. El demócrata encarna una línea continuista respecto de sus predecesores en el cargo. Aunque, si bien sus planes siguen un patrón similar a los de Clinton, Bush y Obama, la nota discordante la ha marcado el expresidente Trump.

El enfoque del republicano ha remodelado décadas de diplomacia en Oriente Medio. Algunas de sus decisiones más relevantes han sido la retirada del acuerdo nuclear con Irán, el asesinato de Qassem Soleimani, el fortalecimiento de las relaciones con Israel, el acuerdo para la retirada de tropas en Afganistán y los Acuerdos de Abraham, entre otras.

Apuesta por ‘la solución de los dos Estados’

La inestabilidad política en la que está sumido Israel será un factor a tener en cuenta. El país va encaminado hacia sus cuartas elecciones en dos años, aunque la continuidad del primer ministro Benjamin Netanyahu, una de las figuras clave en la región, es la opción más plausible. Durante el último viaje al país del expresidente Trump, ‘Bibi’ –apelativo con el que es conocido– reconoció que este había sido “el mejor amigo que Israel ha tenido en la Casa Blanca”.

Las palabras cobran sentido si tenemos en cuenta que el republicano ha sido el primer presidente de los Estados Unidos en legitimar los asentamientos israelíes y en apoyar la vía de un solo Estado. Además, ha establecido la embajada estadounidense en Jerusalén, reconociendo a esta como propiedad unívoca israelí. Pero, sobre todo, la medida más importante ha sido la del acercamiento entre Israel y los países del Golfo a través de los históricos Acuerdos de Abraham.

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Estos últimos pueden regalar a Biden un Oriente Medio más estable. De hecho, el presidente elogió estos acuerdos catalogándolos como un “paso histórico para salvar las profundas divisiones”, pero lanzó una advertencia: “Creo que Israel tiene que estar preparado para trabajar hacia una solución genuina de dos Estados”. Sin embargo, la Administración Biden no revisará el reconocimiento de los Altos del Golán como territorio israelí, ni la reubicación de la Embajada de EEUU.

La llegada del demócrata ha hecho reaccionar, entre otros, al secretario general de la ONU, António Guterres, quien ha admitido que “hay razones para esperar el progreso hacia el fin del conflicto palestino-israelí tras años de inacción”. “Estábamos completamente encerrados en una situación en la que no había avances visibles”, añadió Guterres en referencia a la gestión de Trump.

“La marginación de los palestinos que formaba parte de ese acuerdo no será bien recibida por esta Administración”, apunta Elizabeth Shakman Hurd, profesora de la Universidad Northwestern y experta en Ciencias Políticas y Oriente Medio. Aunque Isidoro Jiménez, catedrático de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de Vitoria, avisa: “No olvidemos que el gran aliado de Estados Unidos continuará siendo Israel”.

Mantener la conexión con los Estados del Golfo

En esta línea, los Acuerdos de Abraham también marcarán la agenda de las relaciones de Estados Unidos con las monarquías del Golfo en el futuro. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki aseguró que la nueva Administración “revisaría los compromisos” alcanzados por el republicano. “Posiblemente [los acuerdos] suponen el principal éxito de la política exterior de Trump”, a juicio de Jiménez. Estos compromisos fueron secundados por los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, además de Sudán y Marruecos.

La pasada semana conocimos que el Departamento de Estado de EEUU había suspendido las ventas de armas a Emiratos y Arabia Saudí. Mientras que el embajador emiratí en Estados Unidos, Yousef al-Otaiba, quitó hierro a esta decisión afirmando que colaborarían con la Administración Biden “en un enfoque integral para la paz y estabilidad en Oriente Medio”, las autoridades saudíes no hicieron declaraciones al respecto.

El asesinato del periodista disidente saudí Jamal Khashoggi a manos de agentes saudíes en 2018 y la utilización de armamento estadounidense para atacar a civiles en Yemen han tensado las relaciones entre ambos países durante los últimos meses.

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No obstante, y en medio de esta situación, el Ejército de Estados Unidos ha hecho público que está “explorando la posibilidad” de utilizar un puerto del mar Rojo en Arabia Saudí, así como dos aeródromos adicionales en el Reino, como medida para solventar la influencia iraní sobre los hutíes en Yemen.

La guerra en este país es otra de las prioridades para EEUU. El secretario de Estado, Antony Blinken, afirmaba el pasado miércoles que tratarán de “revertir las sanciones a los hutíes, pese a las continuas agresiones a Saná, a nuestros aliados saudíes y a los abusos contra los Derechos Humanos y otras atrocidades”.

Asimismo, Blinken reconocía la existencia de una “campaña liderada por Arabia Saudí” que también ha contribuido a la mayor crisis humanitaria en el mundo. Y que es necesario que la Administración Biden “haga todo lo que esté en su mano” para mantener la ayuda humanitaria en Yemen.

Tensiones renovadas con Irán

El nexo de unión entre la Administración Biden y Arabia Saudí, así como con el resto de los países de la zona, es la persistente amenaza del régimen de Teherán. La decisión de abandonar el acuerdo nuclear –alcanzado en 2015 durante la Administración Obama– por parte de Trump ha permitido a Irán avanzar en su programa nuclear y acumular grandes reservas de uranio enriquecido.

El asesinato de Qassem Soleimani hace más de un año a manos de drones estadounidenses, y la eliminación de Mohsen Fajrizadeh por parte de Israel, según las autoridades iraníes, tensaron la cuerda hasta el extremo. Irán no ha cesado las amenazas contra Israel, EEUU y especialmente contra la figura de Donald Trump.

No obstante, Biden ha manifestado que su pretensión es reactivar el pacto nuclear con Irán. El éxito de la estrategia “pasa por convencer a su su socio israelí de lo positivo de retomar ese acuerdo”, indica Isidoro Jiménez. Elizabeth Shakman Hurd cree que la vuelta al acuerdo “sería bienvenida en todo el mundo, con la notable excepción de Israel y los saudíes”.

Además, la Administración Biden apuesta por revertir las sanciones impuestas al régimen de los ayatolás. Los partidarios de esta medida alegan que su imposición unilateral ha dañado las relaciones diplomáticas y que ha afectado, principalmente, a los ciudadanos iraníes. Otros analistas han reconocido, sin embargo, la capacidad de resistencia económica del régimen ante las sanciones.

La Administración Biden pretende renovar y mejorar la diplomacia con Irán, no obstante, las autoridades persas mantienen cierta prudencia con respecto a las señales de acercamiento. Mientras, Joe Biden anunció que no revertirá las sanciones hasta que Irán deje de enriquecer uranio al nivel que lo está haciendo ahora incumpliendo los términos del pacto nuclear sellado en 2015. 

El titular de Estado, Antony Blinken, nombró formalmente al exasesor principal del presidente Barack Obama en materia exterior, Robert Malley, como enviado de Estados Unidos en Irán. El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, respaldó la decisión alegando que Malley tiene “un historial de éxito en la negociación de las limitaciones del programa nuclear de Irán” y que Blinken confía en que “podrá hacerlo una vez más”. Malley fue, además, un miembro del Consejo de Seguridad Nacional involucrado tanto en las conversaciones de paz de Camp David en el año 2000 entre Israel y los palestinos como en las negociaciones del acuerdo nuclear con Irán.

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Indeterminación en Siria, Irak y Afganistán

Catalogado por muchos como un fracaso de la Administración Obama, los planes de Biden en campaña prometían aumentar la participación de Estados Unidos en Siria y elevar la presión sobre el presidente Bachar al-Ásad.

La nueva Administración ha anunciado, además, que extenderá la protección de los refugiados sirios en Estados Unidos hasta septiembre de 2022. Una medida desestimada en su día por Trump y que afecta hasta un total de 6.700 sirios. 

Durante el último año del mandato del republicano, Estados Unidos reforzó su posición en el país destinando efectivos para el control de bases en zonas cercanas a los yacimientos petrolíferos. La mayoría de las tropas estadounidenses en Siria se reorganizaron en la parte oriental, donde actualmente controlan una amplia zona petrolera del país.

El ejército estadounidense trató de acabar con las células durmientes de Daesh y reintegrar a las Fuerzas de Rojava y al Consejo Democrático Sirio, impulsando el diálogo interno con el Consejo Nacional Kurdo y aumentando la participación y representación árabe en las Fuerzas de Autodefensa. 

EEUU también trató de frenar el ataque turco sobre las zonas controladas por las FDS, un reto que no consiguió la Administración Obama. Además de promover acciones defensivas contra los ataques de las milicias afiliadas a la Guardia Revolucionaria iraní en el este del país.

“La política del régimen de Al-Asad y la oposición seguirá siendo menos importante para Biden”, mantiene Suhail al-Ghazi, miembro del Instituto Tahrir y activista en apoyo de la revolución en Siria. Aunque el investigador asegura que “EEUU prolongará su presencia en el noreste del país, así como en el paso fronterizo de Al-Tanf”, uno de los tres pasadizos que conectan a Siria con su vecina Irak. 

“No creo que esto sea una carrera hacia la guerra... Creo que es una marcha hacia la paz y la seguridad. Creo que el hecho de no dar un apoyo masivo a esta resolución probablemente aumentará las perspectivas de guerra”, con estas palabras apoyaba Biden la invasión de Irak en 2003.

Bajo el mandato de Trump, 13 años después de aquella operación, Estados Unidos ha mantenido aproximadamente 5.200 soldados en Irak con el respaldo de Bagdad. Sin embargo, el parlamento iraquí votó a favor de la salida de las tropas extranjeras del país hace justo un año, en parte por la presión de Irán y por los ataques de las milicias chiíes respaldadas por el régimen de Teherán contra la embajada de Estados Unidos.

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El Departamento de Estado de EEUU anunció que reduciría su presencia en el país reduciendo el número de soldados hasta los 3.000 en septiembre. Las tropas en Irak tienen el objetivo de reducir a Daesh, aunque los funcionarios de la coalición liderada por EEUU dicen que las fuerzas iraquíes tienen capacidad de manejar la situación por sí solas.

Durante los meses de campaña, Biden respondió que “sí, siempre que haya un plan para averiguar cómo van a lidiar con Daesh” al ser preguntado acerca de la reducción de tropas en Irak. Por tanto, se presupone que la nueva Administración también revisará el plan de acción.

“Recordemos que Trump es el único presidente de los últimos años bajo cuya Administración Estados Unidos no ha iniciado ninguna guerra”, indica Isidoro Jiménez. “Tanto Obama como Trump, pese a sus diferencias, apostaron por una retirada de lugares de conflicto como Irak o Afganistán, en los que han participado miles de soldados estadounidenses”.

La Administración Biden ya ha declarado, además, que realizará una revisión del acuerdo de Trump con los talibanes. Este exigía que Estados Unidos redujera los niveles de tropas a 2.500 y retirara todas las fuerzas desplegadas en Afganistán a partir del próximo mes de mayo.

Aún no hay una decisión firme al respecto. El Pentágono advirtió de que la negativa por parte de los talibanes a cumplir los compromisos para reducir la violencia en Afganistán “está planteando dudas” sobre si todas las tropas estadounidenses podrán cumplir los plazos. “Estados Unidos debe garantizar ante el mundo que si sale de este país es porque la situación es más estable y eso no va a ser nada fácil”, detalla Isidoro Jiménez.

Los analistas coinciden en que Biden tiene la oportunidad idónea para establecer cierto equilibrio en la región tras décadas convulsas. Y, si bien es cierto que la situación está sujeta a cambios, su mandato puede servir para continuar con la dinámica de Trump y no abrir más frentes en el mapa.

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