El país africano se enfrenta a la incertidumbre tras el golpe de Estado del pasado 18 de agosto

Mali, paradoja y encrucijada de la Unión Europea

photo_camera REUTERS/LUDOVIC MARIN - El expresidente de Malí, Ibrahim Boubacar Keita, posa para una foto durante la cumbre del G5 en el Sahel, en Nuakchott (Mauritania), el 30 de junio de 2020.

El país africano se enfrenta a la incertidumbre tras el golpe de Estado del pasado 18 de agosto

Hace tan solo un par de años, en 2018, Ibrahim Boubacar Keita logró la reelección a la presidencia del gobierno de Mali obteniendo el 42% de los votos en la primera vuelta y el 67% en la segunda, pero desde ese momento, y hasta hace poco menos de un mes, el apoyo al presidente y su gestión fue bajando, tornándose en críticas al principio y descontento abierto más tarde, hasta desembocar en un estallido de protestas y manifestaciones fruto de la insatisfacción del pueblo maliense. 

Este sentimiento no puede atribuirse a una única razón, sino que es el resultado de una serie de factores que han ido convergiendo hasta llegar a los hechos del 18 de agosto. Entre estos destaca la percepción por parte de la población de que la corrupción estaba alcanzando niveles insoportables al mismo tiempo que la crisis socioeconómica se hacía más profunda golpeando prácticamente todos los sectores (educación, sanidad, justicia…).

Un grupo llamado "Mujeres del M5-RPF" camina entre la multitud durante una protesta organizada por el M5-RFP, que pide la dimisión del presidente de Malí Ibrahim Boubacar Keita, en Bamako el 11 de agosto de 2020.

Paralelamente, la situación de inestabilidad e inseguridad en el centro y norte del país generada por la insurrección de 2012 y el arraigo posterior de grupos yihadistas afines tanto a Al Qaeda como al Daesh que no sólo combaten al gobierno, sino que en la actualidad lo hacen entre ellos, aumentando el sufrimiento de la población ayudó a incrementar la desafección hacia el gobierno. Y como no, la anomalía y perjuicios a nivel social y económico que ha supuesto la pandemia causada por la COVID 19 ha sido otro factor determinante.

Las protestas que se desataron no estuvieron exentas de violencia, lo cual exaltaron aún más los ánimos y enrarecieron la situación. El movimiento opositor denominado M5-RFP, a comienzos de julio, llegó a llamar a la desobediencia civil para forzar la renuncia del presidente. Este hecho provocó otro estallido de violencia con acusaciones de actuaciones ilegales y ejecuciones sumarias por parte de elementos de las fuerzas de seguridad. La iniciativa no tuvo el resultado esperado, e incluso una de las cabezas visibles del movimiento opositor, el clérigo conservador Mahmoud Dicko, se manifestó contrario a la vía de la desobediencia civil adoptada por la mayor parte de la oposición. Llegando incluso ante el incremento de los choques violentos a pedir moderación. 

Mahmoud Dicko, un imán que ayudó a dirigir las protestas de la oposición, dirige un servicio de oración por los que murieron o fueron heridos durante las protestas, en Bamako, Mali, el viernes 28 de agosto de 2020.

El descontento social impulsa el movimiento militar

Con la situación en ese punto, el pasado 18 de agosto, después de intensas semanas con manifestaciones y algaradas en la capital así como en otras ciudades relevantes, se produjo un golpe de estado que si bien en los confusos momentos iniciales no parecía haber tenido éxito, los sublevados, en pocas horas, anunciaron que habían lograron retener al presidente Ibrahim Boubacar Keta al primer ministro Boubou Cisse, al jefe del Estado Mayor del ejército y otros miembros del gobierno, siendo todos trasladados a las instalaciones militares de Kati. 

La principal razón esgrimida por los golpistas para justificar su acción se centraba en la situación de inseguridad y la falta de recursos del ejército, algo que si bien es totalmente cierto se antoja ligeramente peregrino como motivación para un paso tan grave y determinante. Eso sí, perfectamente explicable de cara al exterior y a la población por motivos que se expondrán más adelante.

Esa misma noche la situación comenzó a tomar forma y se confirmó definitivamente el triunfo del golpe cuando el presidente Keita anunció a través de un discurso televisado su dimisión, la disolución de la Asamblea Nacional y la dimisión del gobierno en pleno. 

Los líderes de la Junta del Comité Nacional para la Salvación del Pueblo (CNSP), que derrocó al Presidente de Malí Ibrahim Boubacar Keita, asisten a una reunión con representantes de partidos políticos y grupos de la sociedad civil para discutir la formación de un gobierno de transición en Bamako, Malí, el 5 de septiembre de 2020

Como principal motivo de su renuncia expuso que cedía a las exigencias de los golpistas para evitar un baño de sangre, lamentando su fracaso a la hora de ejercer un control efectivo sobre las Fuerzas Armadas. Esta afirmación no deja de ser interesante, pues es un hecho que los sublevados no necesitaron efectuar ni un solo disparo para lograr su propósito y ninguna unidad de las FAM se opuso al golpe, luego ese supuesto “baño de sangre” era algo utópico, y mucho más teniendo en cuenta como recibió la población la noticia del hecho en cuestión. Podría afirmarse que existía unanimidad tanto en la sociedad civil como en el estamento militar en el apoyo al golpe, si no connivencia y colaboración. De otro modo no se justifica la ausencia de enfrentamientos.

Al día siguiente, el 19 de agosto, los militares golpistas anunciaron la creación del Comité Nacional para la Salvación del Pueblo. La finalidad de este órgano era asegurar la estabilidad del país y convocar elecciones libres y democráticas “en un plazo razonable”, algo que en este tipo de situaciones la experiencia nos dicta que no deja de ser un eufemismo. Como portavoz de los rebeldes se presentó el coronel Ismael Wague, hasta el momento jefe adjunto del Estado Mayor del ejército del aire.

Durante la declaración, y en un intento vano de evitar la condena y asegurarse el apoyo de la comunidad internacional, conscientes por supuesto de la importancia que tiene Mali y las operaciones que en su suelo se desarrollan para luchar contra el yihadismo, el coronel recalcó que todos los acuerdos pasados serían respetados,  y que por lo tanto la misión de la ONU MINUSMA, la fuerza francesa de la Operación Barkhane, el G5  Sahel y la fuerza especial Takuba, continuaban funcionando y asegurando que se mantenía íntegro el acuerdo de Argel firmado en 2015 entre el gobierno de Bamako y los grupos armados del norte del país.

Como cabeza visible del citado Comité Nacional para la Salvación del Pueblo se presentó el coronel del ejército de Mali Assimi Goita. Como puede observarse, llama la atención que en ningún momento se hiciera referencia al movimiento opositor que hasta pocas fechas antes había estado manifestándose en contra del gobierno o que este hubiera tenido parte activa de un modo u otro en el golpe. Al igual es significativa la ausencia de menciones o de protagonismo del carismático e influyente Mamaoud Dicko. Sólo horas después, Issa Kaou N'Djim, responsable de coordinar las organizaciones y movimientos afines al clérigo reconoció que se habían mantenido contactos con los golpistas y que a priori compartían sus reivindicaciones.

Una multitud anima a los soldados del ejército de Malí en la Plaza de la Independencia después de un motín, en Bamako, Malí, el 18 de agosto de 2020
Y después del golpe, ¿qué ocurrirá?

Actualmente hay muchas cuestiones en el aire en lo que se refiere a la situación en que queda Mali después del golpe de estado. Pero lo más preocupante es que por su importancia geoestratégica actual y por constituir la pieza clave en la lucha que mantiene la Unión Europea contra el terrorismo yihadista y su expansión hacia África Occidental, la incertidumbre es mucho mayor en lo tocante al papel que debe jugar la UE.

La primera pregunta que asalta a cualquier observador es: ¿Cómo es posible que en un país donde hay varias misiones internacionales lideradas por diferentes organismos, unidades militares de varios países africanos y de prácticamente todos los miembros de la UE e incluso de EEUU, así como agencias de inteligencia de todo tipo absolutamente nadie advirtiera que se preparaba un movimiento de la importancia y magnitud que supone un golpe de estado? Teniendo Mali la importancia que tiene como se ha señalado anteriormente, esta pregunta cobra aún más relevancia. Y mucho más teniendo en cuenta que el golpe triunfó en sólo unas horas y sin enfrentamiento armado alguno, lo cual denota que los rebeldes conocían perfectamente el apoyo que tenían y que debían hacer. Es decir, no fue algo que pueda considerarse improvisado de ninguna de las maneras.

Cronología de los principales acontecimientos en la crisis política postelectoral de Malí

No es objeto de este trabajo responder a esta pregunta, pero al menos, queda de relieve que como poco hubo serios fallos de inteligencia. Por otro lado, es un hecho que el golpe ha sido bien acogido por el pueblo maliense. La explicación a esto se encuentra en la profunda insatisfacción que recorría todo el país por la situación que estaba atravesando. Recogido en los resultados de varias encuestas llevadas a cabo por el Afro-Barómetro, se apreciaba una total desafección hacia la clase política, a la que se consideraba poco fiable y corrupta al mismo tiempo  que la percepción de que el país no llevaba un rumbo adecuado.

Lo más interesante lo encontramos cuando el mismo estudio pone de relieve que los mayores índices de confianza se otorgan a las Fuerzas Armadas y a los líderes tradicionales. Así pues, al mismo tiempo que la falta de confianza en un gobierno electo y el hastío por lo que consideran una gestión nefasta han crecido exponencialmente, una mayoría de malienses parece haber visto el golpe de estado del 8 de agosto como la mejor forma de romper una espiral descendente.

Pero, esto no puede ser interpretado de un modo simplista, pues a pesar de ese apoyo al golpe y a un gobierno dirigido por los militares a corto plazo, la población de Mali rechaza de plano la dictadura militar como forma de gobierno permanente.

Un soldado francés del 2º Regimiento de Ingenieros Extranjeros utiliza un equipo de detección de explosivos en la región de Gourma durante la Operación Barkhane en Ndaki, Malí, el 28 de julio de 2019
El problema de la corrupción

Los datos mostrados por el estudio son inapelables. El 74% de los encuestados afirman que la corrupción ha aumentado durante el último año, al mismo tiempo que ocho de cada diez definen la situación económica del país como mala o muy mala. Un 82% muestran su confianza en las fuerzas armadas mientras que el 47% dice confiar en el presidente Keita. Así mismo, durante los últimos años, la opinión sobre los uniformados ha ido mejorando de un modo creciente, llegando una mayoría de los habitantes del país a considerar que su ejército ejerce bien su labor de proteger al país de amenazas tanto internas como externas. Y un dato muy significativo: casi un 70% considera que estos actúan de forma profesional y que respetan los derechos del resto de ciudadanos.

Una de las principales explicaciones que se puede ofrecer para esta evolución de la percepción de las Fuerzas Armadas se encuentra principalmente en la misión EUTM-MALI. Después de años de ocupación en Irak y tras los primeros compases de las diferentes misiones en Afganistán, las organizaciones que lideraban dichas misiones comenzaron a adoptar un modelo diferente de operar. Dicho modelo se puso en marcha ya en 2004 en Irak, pero se ha ido mejorando y perfeccionando, y consiste principalmente en transformar lo que hasta entonces eran intervenciones directas en los conflictos en misiones de apoyo y principalmente de formación de las fuerzas armadas de los países en los que se había de intervenir por un motivo u otro. 

De esa forma se evitaban como no las bajas propias, o al menos se minimizaban, pero al mismo tiempo se entregaba la responsabilidad de resolver sus problemas a las fuerzas del propio país, sembrando las condiciones para actuar frente a futuras amenazas y lo que es más importante, otorgándoles protagonismo en las operaciones y en la resolución del conflicto, aumentando de ese modo la confianza de la población en sus ejércitos y la imagen de sus componentes, que por lo general, en los teatros a los que nos referimos no era precisamente la mejor ante el pueblo al que debían servir.

Este modelo se ha convertido en un modelo de éxito, y se ha implantado en Irak, en Somalia y en el caso que nos ocupa, en Mali, donde los datos de la encuesta mencionada no dejan lugar a dudas. 

El general del ejército alemán Peter Mirow (R) recibe la bandera de las tropas de la Misión de Entrenamiento de la UE en Malí (EUTM Malí) de manos del general francés Daniel Grammatico. Alemania ha asumido la dirección de la misión en Malí

Pero, en este país africano, la combinación de un gobierno percibido como corrupto, acusado de llegar a pactos con los yihadistas que el propio ejército combate en el norte, con una situación económica límite junto con una exitosa misión auspiciada por la Unión Europea que ha elevado la confianza en las Fuerzas Armadas y su imagen de profesionalidad ha propiciado que ante esa “desesperación” general la población haya dirigido su mirada hacia los militares como los únicos en los que confía para sacar al país del pozo en el que está sumido.

Y esta es la gran paradoja, sin buscarlo y sin pretenderlo, el éxito de la misión de la UE la ha puesto en una situación casi imposible, pues ha sentado las bases para un golpe de estado cuyo éxito dificulta, si no imposibilita la continuidad de la mencionada misión, pues continuar como si nada hubiera ocurrido significaría dar carta de naturaleza a un gobierno surgido por medios no democráticos, sentando un precedente muy peligroso.

Si se quiere buscar un fallo en la actuación de la UE en Mali tal vez podría encontrarse en no haber impulsado más las medidas para lograr una mejora en la gobernanza logrando que la confianza de los malienses en sus instituciones alcanzara al menos  el mismo nivel  que el que tienen en su ejército en el momento actual.

Soldados de la fuerza conjunta del G5 Sahel asisten a la inauguración del nuevo cuartel general en Bamako el 3 de junio de 2020

Pero no podemos llevarnos a error. Ese apoyo y confianza en sus fuerzas armadas no es una carta blanca. Pues como se ha señalado, a pesar de todo, el pueblo maliense tiene un acendrado sentido democrático, y las mismas encuestas demuestran un fuerte apoyo hacia las prácticas e instituciones democráticas. Y a pesar de que la combinación de un sentimiento de hartazgo junto con la confianza en las fuerzas armadas ha hecho que el golpe del 18 de agosto sea visto con buenos ojos por la mayoría de la población, esa misma mayoría continua apoyando el sistema democrático.

La sublevación militar puede ser entendida como una solución temporal o como el mal menor, pero siempre y cuando tenga fecha de caducidad. Es una solución inmediata, pero el rechazo a una dictadura militar prolongada como solución a los problemas del país es también un hecho. Por ello ese apoyo debe entenderse como algo temporal que sólo será tolerado si los militares ahora en el poder cumplen sus promesas de una rápida transición y restauración de la democracia. 

Es ahí donde la UE tiene su oportunidad de presionar e influir para ganar el apoyo y la confianza del pueblo en las instituciones, aprovechando esa deseable transición para introducir mejoras en la gobernanza del mismo modo en que ha sido capaz de hacerlo en el ejército.

Bart Ouvry, el embajador de la Unión Europea en Malí, llega a la sede del CNSP (Comité Nacional para la Salvación del Pueblo) en Kati (Malí), a las afueras de Bamako, cuando se celebra una reunión entre el CNSP y los dirigentes del M5-RFP el 26 de agosto de 2020

Si eso no sucede, si los que ahora se han hecho con el poder dilatan más de lo debido los pasos que lleven a Mali de vuelta a la senda democrática el descontento volverá a aflorar, sólo que ahora habrá que sumarle la frustración por las esperanzas perdidas, y ello puede ser fatal, llevando en el peor de los casos al país a una guerra civil e incluso a un Estado fallido. Hemos visto en un pasado no muy lejano situaciones muy similares y se conoce muy bien el resultado. Solo que en esta ocasión estamos hablando de la pieza clave en la contención del yihadismo. Y se puede tener por seguro que hay muchos interesados en que sea precisamente eso lo que ocurra.
 

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