Marruecos quiere dejar de ser el Policía de la UE en el control de la inmigración irregular

Paco Soto

Pie de foto: Un grupo de migrantes africanos malvive en el monte Gurugú, en el norte de Marruecos.

Marruecos es en el Magreb el mejor guardián de los intereses de la Unión Europea (UE). Tanto es así que el país magrebí recibe de Bruselas importantes ayudas económicas, además de asesoramiento técnico, y la colaboración entre las Policías de Marruecos y de la UE, especialmente de España y Francia, es muy activa. Además de la faceta antiterrorista, en la que Rabat desempeña un papel crucial de cara a España, Francia y el conjunto de la Unión, el control de fronteras y la lucha contra la inmigración irregular es otro de los aspectos más trascendentes de la cooperación entre Rabat y Bruselas. Si en los últimos años ha disminuido notablemente el flujo de inmigrantes norteafricanos y subsaharianos hacia España, no es porque la situación socioeconómica de Áfricas haya mejorado sustancialmente o que la crisis económica española haya disuadido a muchos extranjeros de cruzar el Estrecho de Gibraltar en pateras y otras embarcaciones de fortuna y llegar así a territorio español. La crisis española es un elemento importante a tener en cuenta, pero la razón de peso es que Marruecos se ha visto en la obligación de ponerse las pilas y hacer de Policía de España y la UE en materia de inmigración clandestina. A cambio, el país magrebí recibe muchas ayudas y tiene las manos libres para llevar a cabo la política interna que le convengan y solucionar conflictos como el del Sáhara Occidental en función de sus intereses. En el freno de los flujos migratorios a España también entran en juego otros elementos, como, por ejemplo, la cooperación económica y social que España lleva a cabo con países africanos como Senegal para tratar de detener la sangría migratoria.

Sectores críticos

Así las cosas, algunos sectores de la sociedad marroquí compuestos por universitarios, investigadores, militantes políticos y activistas sociales no comparten esta política migratoria, ven con disgusto el papel de gendarme que desempeña su país de cara a Europa, y consideran que para solucionar el dramático problema de la inmigración hay que ir a la raíz del problema y Europa tiene que impulsar políticas de colaboración económica eficientes con los países africanos proveedores de mano der obra barata. En resumidas cuentas: sin acabar con el subdesarrollo de África no se podrá solucionar la cuestión de la inmigración. La presencia de miles de subsaharianos en Marruecos que malviven en este país a la espera de poder cruzar el Mediterráneo y llegar a Europa, es conflictiva. Los poderes públicos, sobre todo la Policía y la Gendarmería Real, no se comportan siempre de acuerdo a las normas internacionales de respeto de los derechos humanos y una parte de la sociedad marroquí ve con malos ojos la existencia de estas personas en su país.

Los más extremistas y racistas están convencidos de que Marruecos sufre “una invasión” de subsaharianos, y provocan violentos enfrentamientos con los migrantes. Las ciudades de Tánger, Fez y en menor medida Rabat son un triste ejemplo de esta realidad. En los últimos meses han estallado disturbios entre marroquíes y subsaharianos en varios lugares del país. El último ha sido en la estación de autobuses de Ouled Ziane, en Casablanca –capital económica del país-, donde los enfrentamientos a pedradas y con cubos de basura incendiados entre inmigrantes y habitantes del barrio han sido muy violentos. Muchos subsaharianos han levantado un campamento en un jardín público donde viven en condiciones infrahumanas, lo que muchos ciudadanos del barrio no toleran.

Pie de foto: Un policía marroquí conversa con un migrante subsahariano en la cola para regularizarse en Rabat.

Cuestión de gobernanza

Hechos de esta naturaleza interpelan a los sectores más sensibles y solidarios de la sociedad marroquí y a profesionales solventes que llevan años estudiando el fenómeno de las migraciones. Algunos medios locales se han hecho eco de esta realidad. Mehdi Alioua, investigador en migración, aprovechó su presencia en una conferencia en la Universidad Internacional de Rabat para poner el acento en el hecho de que “las migraciones internacionales son una cuestión de gobernanza”. Como apuntó Mehdi Alioua, “los migrantes subsaharianos que viven en Ouled Ziane han reproducido los campamentos de fortuna levantados en los bosques próximos a las fronteras europeas, que las autoridades marroquíes vigilan con mayor eficacia.”. Alioua fue claro y contundente al declarar: “Lo digo y lo repito: nuestra política migratoria funcionará el día que dejemos de ser los gendarmes de Europa”. En la conferencia universitaria de Rabat se oyeron otras voces contrarias a la actual política migratoria acordada entre Rabat y Bruselas.

La investigadora francesa en la Universidad Aix Marsella Delphine Perrin consideró que “en 2003, cuando Marruecos adoptó la ley 02.03 creando un delito que no existía antes –la salida ilegal del territorio-, es el precursor de una dinámica represiva en el continente. Otras leyes del mismo tipo que han copiado legislaciones de países europeos se han multiplicado en el Magreb y en África del Oeste”.  Según Perrin, “las normas represivas, sean las que sean, se difunden de un país a otro mucho mejor que las normas protectoras porque dan a los Estados poderes suplementarios, en lugar de que asuman responsabilidades” a favor de mejorar la vida de los migrantes. Desgraciadamente –opinó la experta francesa-, “los Estados miran más sus intereses financieros y diplomáticos que los intereses de las poblaciones”. En este sentido, no hay duda de que el Estado marroquí sale ganando desde el punto de vista económico, técnico y policial cumpliendo el papel de gendarme que le ha asignado la UE.

Pie de foto: Policías marroquíes desalojan a subsaharianos en el barrio de Boukhalef de Tánger/Elena González.

Nueva política en 2013

En el año 2013, Marruecos adoptó una nueva política migratoria con el objetivo de frenar al máximo los flujos de migraciones irregulares procedentes de la parte subsahariana del continente africana, pero también para disuadir a muchos norteafricanos, sobre todo tunecinos, libios y egipcios sacudidos por las revueltas populares en sus respectivos países o huyendo del terrorismo, de atravesar territorio marroquí para tratar de llegar a Europa a través del Estrecho de Gibraltar. Rabat ha extendido esta política a África del Oeste con el beneplácito de Bruselas, y lleva a cabo políticas de regularización de inmigrantes –dos en los últimos años- muy rigurosas. “La regularización es también una respuesta a la presión de la Unión Europea sobre Marruecos para que acoja e integre a los migrantes para que éstos renuncien a viajar a Europa”, aseguró Delphine Perrin. Por su parte, la investigadora Nora El Qadim puso de manifiesto que “frente a la influencia europea, cada Estado negocia y adapta localmente las exigencias europeas, pero no como estos Estados quisieran, sino como quiere la UE”.  

El analista y observador marroquí del escenario migratorio y profesor universitario Abdelkrim Belguendouz explicó a Atalayar que “la política migratoria que la UE impone a Marruecos y otros países africanos es errónea, porque no resuelve los problemas sino que los empeora. O vamos a la raíz del problema, que no es otra que la pobreza atroz y falta de esperanza en muchos países africanos, y buscamos fórmulas para generar riqueza, trabajo y bienestar, o perderemos el tiempo. Podemos multiplicar por 10 el número de policías, gendarmes, guardias civiles y militares que vigilarán las fronteras de la Unión con el norte de África. Podemos levantar más alambradas. Podemos incrementar las expulsiones de ‘sin papeles’ a sus países de origen o a terceros países. Pero esto es perder el tiempo y el dinero. Con una política de esta naturaleza no solucionaremos el problema”.

Pie de foto: El especialista en materia de migraciones Abdelkrim Belguendouz.

Acabar con la miseria

Un militante del colectivo marroquí GADEM –solidario con los subsaharianos- contactado por Atalayar destacó que “la única forma de acabar con la inmigración clandestina y sus consecuencias más nefastas, como la explotación laboral en términos esclavistas, las condiciones de vida miserables y el racismo, es acabar con la miseria en África. Para alcanzar este objetivo y conseguir una verdadera estabilidad, África y Europa tienen que colaborar activamente y olvidarse de la visión represiva del problema”. A veces, las autoridades marroquíes presionan a la UE en cuestiones como los acuerdos agrícolas para que tengan en cuenta el territorio del Sáhara Occidental, a pesar de la oposición de la Justicia europea, o para que Bruselas apoye explícitamente a Rabat en el conflicto saharaui. Ahora bien, nadie en su sano juicio puede creerse de verdad que Marruecos tiene suficiente capacidad y margen de maniobra para presionar a la UE y a España en particular.

“Puede amenazar, asustar, pero a la hora de la verdad los dirigentes marroquíes, y desde luego el Rey Mohamed VI, saben que su país necesita de la ayuda y la cooperación con la UE. Marruecos, si quiere seguir por la senda del desarrollo económico, la modernización y la democratización necesita del dinero, la experiencia y la ayuda de Bruselas. Sería un disparate volver atrás y dejar de cumplir con su papel de vigilante en materia migratoria”, señaló el sociólogo marroquí Larbi Ben Malek. En España, “solo algunos sectores extremistas en el mundo político y sobre todo mediático, ideológicamente de derecha extrema, pero también de ultraizquierda, se han creído el cuento de que Marruecos chantajea a España y la UE. Esto no es cierto y los que afirman semejante barbaridad son o unos mentirosos o unos perfectos idiotas”, opinó Ben Malek. 

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