El presidente mauritano, Ould Ghazouani, envía un telegrama a Volodímir Zelenski el día en que Ucrania celebra 31 años de su independencia de la URSS, algo que podría indicar la alineación del país africano con las potencias occidentales

Mauritania: cada vez más cerca de Occidente

photo_camera PHOTO/OLIVIER HOSLET via REUTERS - El presidente de Mauritania, Mohamed Ould Ghazouani

La República Islámica de Mauritania, ubicada al oeste del continente africano, se ha convertido no solo para España, sino para la mayor parte de las potencias occidentales, en un importante aliado en la región sur del planeta. Su estatus como socio privilegiado de los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte –condición que le fue reconocida durante la cumbre en Madrid del pasado mes de julio, a la que acudió en representación el ministro de Asuntos Exteriores mauritano, Mohammed Salem Ould Merzoug– lo hace evidente.

Y es que la visita de una delegación de la alianza militar al país africano, en junio de 2021, pareció suponer el pistoletazo de salida a una mejora de las relaciones que, desde entonces, no ha cejado. Y no lo ha hecho porque, a la ubicación geoestratégica que aporta la asociación con Nuakchot, se ha sumado también la presión de una influencia rusa que no deja de crecer en la región Sahel.

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“Por primera vez, los Aliados acordaron hoy un paquete de desarrollo de capacidades de defensa para Mauritania. Los ayudaremos a lidiar con los problemas de seguridad, incluida la seguridad fronteriza, la migración irregular y el terrorismo […] y centraremos nuestro apoyo en las operaciones especiales, seguridad marítima e inteligencia”, concluía el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, tras reunirse con los jefes de Estado y de Gobierno de los Estados miembros en la cumbre de Madrid, y tras identificar la amenaza terrorista en el Sahel como “una de las principales amenazas a la seguridad de la OTAN”.

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La salida de Mali del grupo antiterrorista G5 Sahel –conformado también por Burkina Faso, Chad, Níger y la propia Mauritania–, así como el fin de la Operación Barkhane y la retirada de las tropas francesas del territorio maliense –que acusaron a París, y a las potencias occidentales de injerencia en el país–, han motivado también el aumento del interés de la OTAN en la asociación con Nuakchot. 

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“Mauritania se considera un país estratégico porque es el punto de enlace entre el Sahel africano y el Magreb, es el país fundador de la alianza del G5 en el Sahel y goza de una situación de seguridad estable, a diferencia del resto de países. Todos estos factores, por un lado, hacen que la OTAN se haya centrado en la asociación con Mauritania para asegurar su estabilidad. Por otra parte, tras el deterioro de la situación de seguridad en Malí y la entrada de elementos Wagner, [la Alianza tiene como objetivo] hacer frente a la amenaza de la expansión rusa en los países del Sahel”, explicaba el periodista mauritano Al-Mukhtar Ould Sidi para el medio Arab News.

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Nuakchot, ¿entre Kiev y Moscú?

Con motivo de la celebración del 31 aniversario de la independencia ucraniana de la Unión Soviética, el presidente de la República Islámica de Mauritania, Mohamed Ould Ghazouani, se dirigió este miércoles a su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, a través de un telegrama. “Tengo el placer de expresarle mi calurosa felicitación, al tiempo que deseo un rápido fin de la guerra en su país y el retorno, una vez más, a la paz, la seguridad y la prosperidad”, rezaba el comunicado, que, además, recogía “la plena disposición de Mauritania para trabajar en el desarrollo de las relaciones de cooperación que existen entre los dos países para servir a los intereses de dos pueblos amigos”. Así lo daba a conocer la agencia de noticias estatal mauritana. 

Paralelamente, Moscú continúa adelante con sus esfuerzos por consolidar su influencia, no solo en la región del Sahel, sino en todo el continente africano, ante la marginalización internacional a la que ha sido sometido tras la invasión de Ucrania. Sus relaciones con Mauritania, concretamente, fructificaron en junio de 2021, cuando el Kremlin y la potencia saheliana cerraron un importante acuerdo de cooperación militar, dos años después de que el pacto bilateral comenzase a definirse. Junio de 2021, justo cuando la delegación otanista se decidía a visitar el país. 

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Y aunque, dados los lazos con Moscú, el periodista Ould Sidi afirmase que “Mauritania no está en situación de posicionarse sobre lo que está pasando en Ucrania, y es consciente de que debe mantenerse dentro de unos límites […], y tampoco entrará en un enfrentamiento directo por impedir a Rusia su expansión en el Sahel”, varios analistas han considerado bastante complicado desligar el telegrama enviado por Ould Ghazouani de su acercamiento con las potencias occidentales, y, en particular, con la OTAN. Especialmente cuando el Día de la Independencia Ucraniana coincidía con el cumplimiento de los seis meses desde el comienzo del conflicto ruso-ucraniano. 

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Mauritania y Occidente, una creciente cooperación

Quizá fue la visita de la delegación aliada, quizá los cambios en el equilibrio del G5 y del Sahel, o, quizá, la amenaza rusa. Pero, sea como fuere, el interés de la OTAN por continuar profundizando en la asociación con Mauritania en los próximos años, ampliando el diálogo político e impulsando la cooperación sobre el terreno, parecen ya una evidencia irrefutable de las intenciones occidentales de que Nuakchot compense, estratégicamente hablando, el alejamiento con Bamako.

Sin embargo, pese a la larga trayectoria de cooperación entre la OTAN y Mauritania (que incluye la iniciativa “Diálogo Mediterráneo”, de la que Nuakchot forma parte desde 1995, y la colaboración en el entrenamiento militar), el alcance de las nuevas asociaciones, con proyección a futuro, se estiman limitadas. “Mauritania no permitirá la presencia de fuerzas de combate francesas o europeas en su territorio [como sí que sucedía en Mali]. Esta presencia militar está limitada al entrenamiento y a la asistencia de inteligencia”, explicó Al-Mukhtar Ould Sidi sobre las reticencias del país saheliano a la injerencia extranjera, salvo en casos de extrema necesidad. 

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