Messi se va, Messi se queda
El astro argentino podría abandonar el conjunto azulgrana, lo que sería un gran golpe para el barcelonismo
Tenía que llegar el día que Messi abandonase el Barça. Y será más traumático que la salida de Cristiano Ronaldo del Real Madrid. Porque Messi es sangre culé desde hace 20 años y el jugador que ha regido los destinos del club desde hace más de una década. Cristiano era un gran fichaje y se fue siendo una gran venta porque la Juventus pagó lo mismo que el Real Madrid, pero por el camino se le cayeron cuatro Champions al portugués.
Quizá Messi no se vaya. Escribir esta crónica la misma noche en la que ha enviado un burofax al Barça ejecutando la letra pequeña de su cláusula es muy osado. Por eso no hay que quedarse en su salida, ni en su renovación, que todo puede pasar. Hay que analizar detenidamente el gesto, el momento, la situación del club y cómo queda el entorno azulgrana cuando vuelva a salir el sol.
La web de Correos define Burofax como un documento que requiere de una entrega indiscutible, sirviendo de prueba frente a terceros y que se entrega siempre bajo firma del destinatario. No es baladí buscar la definición porque ese funcionario de Correos que ha llegado a las oficinas del Camp Nou llevaba consigo una página de la historia. Un adiós o, por lo menos, una maniobra desesperada del argentino por darle la vuelta a su club. Porque Messi será muchas cosas, buenas y malas, pero siente esos colores porque no ha conocido otros. Dejar de ser un “One Club Men” le costará lo mismo que en su día a Raúl cuando puso rumbo a la Bundesliga.
La directiva del Barcelona ya ha movido ficha. Si se ha filtrado lo del Burofax, ellos no pueden quedarse atrás y también han filtrado que han respondido con otro donde le dicen que quieren que se quede. No se habla de la cláusula de 700 millones de euros, ni de otros vericuetos legales. Le dicen que el Barça le quiere. Quizá esa directiva no se lo ha demostrado como debería, pero saben que hasta el soçi más “indepe” hablaría bien de España con tal de retenerle. Y eso es mucho.
Entre Bartomeu y Messi han pasado muchas cosas. Le ha renovado el contrato dos veces. La primera en 2014 con un sueldo de 20 millones de euros y la segunda en 2017 con una cláusula de 700 millones y 40 de ficha. Los dos únicos gestos buenos han sido cuando el dinero ha fluido. El resto es historia de esas que el revisionismo de dentro de unos años se llevará por delante. Una planificación deportiva en declive, las derrotas ante la Roma, el Liverpool y el Bayern y ese tufo político que siempre ha tenido el club y que nunca ha gustado a Messi. Aquel partido ante Las Palmas el 1 de octubre, en pleno referéndum ilegal, se jugó porque Messi lo exigió. El club se puso de perfil y algunos compañeros no querían jugar.
Si Messi quiere dejar el Barça tendrá que poner sobre la mesa una oferta que ronde los 100 millones de euros. Nadie espera una cifra cercana a los 700 millones y el club no está para medias verdades como ya pasara con Neymar. La directiva celebraría la salida en la intimidad. Una cifra redonda que cuadraría sus cuentas y les permitiría salir del club sin hacer ruido económico. Por que el estruendo deportivo ya lo han hecho, pase lo que pase, tensando la cuerda con su jugador franquicia.
Si Bartomeu se va, Messi se queda. Pero las cuentas no dejan bien parada a esa junta directiva que ha ahogado al club hasta dejarle con una plantilla devaluada y fugas por cada ladrillo de su estadio. La cuenta de resultados por encima de Messi. No quieren avalar las pérdidas de su bolsillo y acabar arruinados. Porque después del argentino habrá vida en el Barça. Pero será dura y la sequía borrará el camino de Cruyff y Guardiola.
Todo es posible en el fútbol. En este nuevo mundo en el que vivimos desde marzo. En este Barça imprudente que cierra una época más que un ciclo. Si Messi ha movido los cimientos del Barça pidiendo que le dejen salir quizá no sea tan difícil mover la catedral de Milán.
