El ocaso prematuro del satélite venezolano de propiedad estatal VeneSat-1 “Simón Bolíbar” es el tercer fracaso en órbita de la principal plataforma espacial china de comunicaciones

Nicolás Maduro pierde el que fue el juguete chino preferido de Hugo Chávez

PHOTO/Despacho Presidencia - Nicolás Maduro ha visto como su único satélite de comunicaciones ha sufrido una avería letal y no ha tenido más remedio que contratar con urgencia un operador internacional para suplir la pérdida

Nicolás Maduro se ha quedado de la noche a la mañana sin el juguete preferido de su admirado Hugo Chávez, su antecesor al frente de la república bolivariana. El Gobierno de Venezuela ha confirmado oficialmente que da por perdido el satélite de comunicaciones de propiedad estatal y origen chino VeneSat-1, rebautizado “Simón Bolíbar” en homenaje al libertador de las Américas.

Una letal anomalía técnica lo ha expulsado de la posición geoestacionaria que mantenía a una altura de 35.784 kilómetros de la superficie terrestre, un punto en el espacio a 78º Oeste desde el que se movía en total sincronía con la rotación y traslación de la Tierra y que le permitía estar siempre posicionado sobre el mismo lugar. 

El VeneSat-1 era la primera y única plataforma de comunicaciones vía satélite propiedad del estado venezolano. Su labor consistía en proporcionar servicios de banda ancha en telefonía, televisión, video, radio y trasmisión de datos a más de 5 millones de personas a través de instituciones oficiales.

Dos compañías norteamericanas especializadas en rastrear el tráfico de satélites y la basura espacial detectaron a mediados de marzo que el VeneSat-1 se había movido “de forma significativa” de su posición orbital

El satélite era operado por la Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales (ABAE) desde la estación terrena de Baemari, en el estado de Guárico, en el centro del país. Su principal cliente mayorista era la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela (CANTV), que cuenta con cientos de miles de abonados privados a través de su filial Movilnet, la empresa estatal responsable de comercializar los servicios de telefonía móvil, Internet y televisión digital.

En un lacónico y escueto comunicado fechado el 25 de marzo, el ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología anunciaba que “debido a una falla, el satélite Simón Bolíbar no continuará prestando servicios de telecomunicaciones”. En el mismo documento se indicaba que se trabajaba para “la activación de los servicios prioritarios para el pueblo venezolano”.

Con una vida útil estimada en 15 años que concluía en 2024, la muerte técnica del Venesat-1 ha supuesto un serio golpe para el aislado y empobrecido Gobierno de Nicolás Maduro, que en estos momentos lucha por contener la progresiva expansión del coronavirus, que ya cuenta con más de 150 infectados en el país, según las cifras oficiales.

Confirmación oficial del ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología del 25 de marzo en que se anuncia que “debido a una falla, el satélite Simón Bolíbar no continuará prestando servicios de telecomunicaciones”
El ocaso fue detectado por empresas norteamericanas

La pérdida absoluta del satélite de fabricación china ha obligado al Gobierno chavista a buscar con urgencia una plataforma comercial para suplir las comunicaciones que ofrecía el Simón Bolíbar. Todo apunta a que el Gobierno de Maduro ha tenido que negociar y formalizar un contrato con la compañía multinacional Intelsat, que posee 16 satélites en servicio alrededor de la Tierra. De todos ellos, el Intelsat-14 está situado en una posición orbital ‒45° Oeste‒ que también vuelca sus señales sobre los países del Caribe y América del Sur.

Sea cual sea el satélite alternativo contratado, la migración de servicios se ha hecho realidad a partir del 25 de marzo, lo que ha obligado a los abonados a reorientar sus antenas para captar las emisiones parcialmente transferidas al ingenio que reemplaza al que ya forma parte de la historia.

El final sorpresivo del VeneSat-1 ha acelerado los encuentros entre las altas instancias políticas y espaciales de Caracas y Pekín. Su objetivo es ultimar los términos de un contrato para desarrollar, fabricar y lanzar el futuro VeneSat-2, que ya ha sido bautizado con el nombre de “Guaicaipuro”, en homenaje a un cacique guerrero del siglo XVI al que el chavismo califica de “héroe de la resistencia contra el imperialismo”.

El programa espacial VeneSat-1 nace en 2005 de la mano del entonces presidente Hugo Chávez, que buscaba crear una infraestructura nacional de comunicaciones vía satélite

El “Guaicaipuro” estaba programado para solapar su actividad con el Simón Bolíbar y relevarlo en 2024, cuando las operaciones del VeneSat-1 llegaran a su final. Pero ahora hay que acelerar la fabricación de nuevo satélite, lo que se puede prolongar por espacio de dos o tres años y siempre que el Gobierno de Nicolás Madura ofrezca suficientes garantías a China de su pago mediante concesiones o cualquier otro medio. 

La existencia de un serio problema en el Venesat-1 fue detectada el 13 de marzo por ExoAnalytics Solutions, una firma norteamericana especializada en rastrear el tráfico de satélites y la basura espacial para evitar colisiones. En la citada fecha, los operadores de la compañía observaron que el ingenio venezolano se alejaba 30 grados de su posición en el espacio, lo que ExoAnalytics calificó como un cambio de órbita “significativo”.

El hallazgo también fue confirmado por AGI, otra compañía de Estados Unidos con aplicaciones para vigilar el espacio. Ambas detectaron que el VeneSat-1 se desviaba de forma progresiva de su posición orbital. Ambas entidades sugieren que los operadores del VeneSat-1 perdieron contacto con el satélite mientras intentaban llevarlo a una órbita de las denominadas “cementerio”.

Lleva 5 antenas y 28 repetidores que proporcionan comunicaciones en banda ancha sobre Venezuela, Bolivia y Uruguay
Tercer fracaso en órbita de la familia de satélites DFH-4

A las órbitas “cementerio” se trasladan los satélites geoestacionarios que han concluido su periodo de vida útil o han quedado irremisiblemente averiados. Se encuentran entre 300 y 500 kilómetros por encima de las plataformas geoestacionarias situadas a 36.000 kilómetros, donde permanecen durante siglos sin poner en peligro a los satélites activos.

Las opciones que barajan los técnicos sobre lo ocurrido son dos. Las más posible es que los sensores de apuntamiento de los paneles solares tuvieron una avería, dejaron de apuntar hacia el Sol, las baterías perdieron de forma progresiva su energía y la astronave dejó de funcionar. Una segunda opinión es que los indicadores de combustible tuvieron un mal funcionamiento, el satélite agotó su carga y no dio tiempo a los técnicos de tierra a trasladar el ingenio hasta una órbita “cementerio”. 

El VeneSat-1 fue fabricado por la Academia China de Tecnología Espacial o CASC (China Academy of Space Technology) a partir de la plataforma DFH-4, que ha tenido otros dos fracasos en órbita. 

La estación terrena de Baemari, en el estado de Guárico (en el centro del país) era la encargada de controlar el satélite ya perdido

El primero de la familia en quedar tener una avería letal fue el SinoSat-2. Lanzado al espacio en octubre de 2006, no logró desplegar por completo sus paneles solares y no pudo cargar sus baterías y obtener la energía eléctrica para ponerse en funcionamiento.

El segundo en presentar una seria anomalía fue el NigComSat-1, propiedad de una compañía estatal de Nigeria. Colocado en el espacio en mayo de 2007, en noviembre de 2008 tuvo una importante disminución de potencia eléctrica debido a problemas en sus paneles solares, lo que obligó a abortar su misión.

El apagón prematuro del Simón Bolíbar no parece haber hecho mella en el calendario espacial de China, cuyo próximo lanzamiento es precisamente otra astronave de la serie DFH-4. En este caso se trata del Palapa-N1, un satélite indonesio cuyo disparo al espacio está programado para la primera decena del presente mes de abril.

La vicepresidenta Delcy Rodríguez ha sido uno de los altos cargos del gobierno bolivariano encargada de negociar los términos del relevo del VeneSat-1 con las autoridades chinas
Quince años de relaciones espaciales con China

El programa espacial VeneSat-1 nace bajo el impulso del entonces presidente Hugo Chávez, que buscaba levantar una infraestructura de comunicaciones vía satélite independiente de los grandes operadores privados a escala mundial. El Convenio de cooperación espacial entre Venezuela y China para dar vida al programa se suscribió el 1 de noviembre de 2005 en el palacio de Miraflores de Caracas, sede de la presidencia de la república caribeña. 

Con el aval y financiación del gobierno de Pekín, el coste total del proyecto ascendió a 406 millones de dólares, de los que 241 millones estaban dedicados a la fabricación del satélite y a su puesta en órbita, y otros 165 millones a la construcción y equipamiento de las estaciones terrestres asociadas, así como a la formación y adiestramiento en China de los técnicos venezolanos que tenían que controlar, seguir y operar el satélite.

El acuerdo planteaba una arquitectura satelital digital de servicios integrados y comunicaciones de emergencia para crear una red gubernamental capaz de ofrecer servicios a las instituciones estatales, principalmente a los ministerios de Defensa y Seguridad. También pretendía dotar de Internet, canales de televisión estatales de telemedicina y teleeducación a lo largo y ancho del país, tanto como a comunidades indígenas y áreas rurales no conectadas por cableado de fibra óptica y sin acceso a la televisión por cable.

La Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales (ABAE) es el organismo autónomo responsable de diseñar, coordinar y ejecutar las políticas espaciales del gobierno de Venezuela Nacional

El satélite fue puesto en órbita el 29 de octubre de 2008 por un lanzador Larga Marcha 3B desde la base espacial de Xichang, a unos 2.300 kilómetros al noroeste de Pekín. Entró en servicio en enero de 2009, unos tres meses después de haber sido enviado al espacio, para permanecer en servicio al menos hasta 2024, cuando estaba previsto que fuera relevado por el VeneSat-2.

Con un peso al despegue de 5.049 kilogramos y unas dimensiones de 4,00 x 2,36 x 2,10 metros, cuenta a bordo con 5 antenas y un total de 28 transpondedores, lo que conocemos como repetidores. Una docena de ellos en banda C con cobertura regional, 14 en banda Ku, que iluminan principalmente Venezuela, Bolivia y Uruguay para ofrecer televisión, audio y datos. Otros 2 transpondedores emiten en banda Ka, que solo proporciona acceso a Internet a Venezuela.

Venezuela dispone en órbita de otros dos satélites, el VRSS-1 “Francisco de Miranda” ‒lanzado en septiembre de 2012‒ y el VRSS-2 “Antonio José de Sucre” ‒octubre de 2017‒, pero ambos son de observación de la Tierra y no disponen de capacidad alguna para comunicaciones. También los dos han sido fabricados y enviados al espacio por empresas estatales chinas.

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