La aviación rusa, junto con el Ejército sirio, ha atacado zonas rebeldes en Idlib y Afrín durante las últimas semanas, violando el acuerdo de alto el fuego

Nuevas rupturas del alto el fuego en Idlib preocupan a la ONU

PHOTO/ANAS ALKHARBOUTLI - Un miembro de la milicia siria respaldada por Turquía a de la ciudad de Manbij, en el norte de Siria

El Ejército Nacional Sirio de Bachar al-Asad ha bombardeado en las últimas horas las posiciones rebeldes ubicadas en Idlib, situada al noroeste de siria. Estos bombardeos suponen la primera interrupción del alto el fuego en esta región desde hace más de un año, convirtiéndose en la escalada de mayor envergadura desde la firma del cese en el año 2020. En el reporte oficial se informa que los bombardeos han causado al menos 4 fallecidos y 15 heridos.

Además, las fuerzas gubernamentales han ejecutado ataques aéreos en zonas cercanas a la frontera con Turquía y ataques con artillería en los pueblos de Fattire, Binin y Shinan, en la región de Jabal Zawiya. Estos ataques violan una tregua conseguida en el año 2017 entre Turquía, Rusia e Irán en la que se pactó establecer una zona de desescalada en Idlib. 

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Por su parte, durante el mes de agosto, la aviación rusa ha intensificado sus bombardeos en el cantón kurdo sirio de Afrín, ocupado por las fuerzas turcas desde el año 2019, año en el que los enfrentamientos entre las fuerzas de las YPG (Unidades de Protección Popular) y el Ejército turco se intensificaron. Asimismo, la aviación rusa atacó el cuartel general de Faylaq al Sham en Iskan, cerca de Afrín, uno de los principales aliados de Turquía en Siria.

En este sentido, se considera que este grupo islamista mantiene relaciones con la rama siria de los Hermanos Musulmanes. Miles de los combatientes del grupo se encuentran en la actualidad en Idlib y en zonas de Afrín y Azaz, controladas por representantes sirios de Turquía.

Ante estas nuevas ofensivas el enviado especial de las Naciones Unidas para Siria, Geir Pedersen, ha condenado la “intensificación” de los ataques aéreos y bombardeos que habrían provocado “el mayor desplazamiento registrado desde marzo del 2020” 

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El polvorín del norte sirio

Son varios los Estados que quieren tomar presencia e influencia en la zona del norte de Siria. Después de que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunciara en octubre del 2019 que su ofensiva militar en territorio sirio, fronterizo con Turquía, era “inminente”, Estados Unidos ordenó la retirada de sus tropas.

El objetivo de las tropas turcas residía en acabar con las milicias kurdo-sirias de las YPG y las YPJ, aliadas de Washington, pero consideradas como “terroristas” por parte de Ankara por sus vínculos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Un año antes, las ofensivas turcas lograron desplazar a las Unidades kurdas ocupando el cantón de Afrín y un año después ejecutaron los mismos ataques en las ciudades norteñas de Tal Abyad y Ras al In. 

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El territorio de Afrín, de mayoría kurda, ahora se encuentra bajo el control de Turquía y de grupos relacionados con Ankara y el Ejército turco, entre los que se cree que pueden estar extendiendo ideas cercanas a la extrema derecha impulsadas por el movimiento radical de “los lobos grises”. Este grupo entrelaza una corriente ideológica que exalta “el sueño” de volver a restaurar un Califato, bajo las órdenes y el control del actual presidente, Recep Tayyip Erdogan. Este motivo fue el que condujo al presidente a buscar una alianza “miliciana” con esta organización tras aprobar una coalición con el Partido del Movimiento Nacional, grupo político de extrema derecha del que emanan los Lobos Grises y que permite a Erdogan mantenerse en el poder.

En el marco de las operaciones turcas por el control de la región, Erdogan aprobó la operación “Manantial de Paz” con la que pretendía “establecer una zona de seguridad” que abarcaría 480 kilómetros desde el río Éufrates hasta la frontera con Irak con el objetivo de reducir la presencia turca y además distribuir gran parte de los 3.6 millones de refugiados sirios que se encontraban en el país.

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Sin embargo, los kurdos han visto sus esperanzas de establecer una provincia autónoma esfumarse. En su momento las milicias kurdas llegaron a controlar un 30% del territorio, entre los que se incluían importantes pozos de petróleo pero, ahora, se han visto obligados a retirarse de sus posiciones tras la fuerte presencia turca.

Por su parte, Rusia se ha desmarcado de la estrategia turca para posicionarse al lado de Al-Asad, como así evidencian las diferentes ofensivas que la aviación rusa durante las últimas semanas en Idlib. Anteriormente, tanto Rusia como Turquía habían fortalecido sus relaciones en cooperación desde el 2016 pero los desacuerdos sobre el control de la ciudad han causado ciertas desavenencias entre ambos países. Además, en ofensivas sirio-rusas libradas contra Idlib, Turquía acusó a Rusia de “participar en la masacre de civiles”, mientras que el país ruso acusó a la antigua potencia otomana de “no cumplir con los acuerdos destinados a contener las hostilidades en la volátil región y de agravar la situación”. 

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Aun así, Rusia intentó mostrarse como mediadora entre las fuerzas sirias y turcas, países que en cierto modo han sido aliados del Kremlin y con los que ha intentado construir en Siria un proceso de paz.

Por otro lado, varios grupos yihadistas y radicales controlan cerca de la mitad de la ciudad y continúa siendo el principal bastión de resistencia a Al-Asad. En su mayoría, el bastión estaría bajo control del grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS), ex rama siria de Al-Qaeda. Sin embargo, el brazo armado, tildado como terrorista por la ONU, niega cualquier conexión con Al-Qaeda. 

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Junto a esto, la región alberga 2.9 millones de personas. De acuerdo con datos recogidos por la ONU, dos de las terceras partes son desplazados que abandonaron bastiones rebeldes a media que Al-Asad iba reconquistando posiciones. En la actualidad, más de un millón de ellos viven en campamentos bajo condiciones míseras.

Además, Siria ya ha dejado claro que pretende reconquistar todo el territorio. En este sentido, el Ejército de Al-Asad consiguió recuperar territorios a lo largo de una autopista estratégica que aísla a Idlib y uniría a Alepo con la provincia de Latakia, bastión de la familia Asad. 
 

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