Objetivo: estabilizar Israel en el contexto más complejo
La población israelí lleva años esperando una estabilidad política que no termina de llegar y que esperan alcanzar en los comicios del próximo 23 de marzo. Aunque la realidad es que las encuestas no invitan a creer en una resolución tras las que serán las cuartas elecciones en Israel en los últimos dos años. La victoria del actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, parece que se volverá a repetir, a pesar de los escándalos de corrupción que rodean tanto a él como a todo su partido. El único que puede arrebatarle la previsible victoria es, según las últimas encuestas, Yair Lapid del partido Yesh Atid. Sin embargo, las posibilidades de este sorpasso por parte de Lapid son mínimas y no descarta sentarse a negociar con Netanyahu para formar un Gobierno de coalición, si consiguen sumar mayoría absoluta entre los dos.
Si algo nos han enseñado las elecciones en tiempos de COVID-19 es que la participación es fundamental debido a su lógica bajada respecto a unos comicios normales. Israel, siendo un país que cuenta tradicionalmente con un muy alto porcentaje de participación – por encima del 70% – notará el impacto de forma más acentuada, si cabe. El presidente del Israel Democracy Institute, Yohanan Plesner, ha recalcado que “la participación será uno de los puntos clave de las elecciones”. Lo ha hecho en una ponencia que él mismo a moderado denominada ‘Las cuartas elecciones en Israel, qué causó este ciclo de elecciones y cómo se puede estabilizar el sistema político’, emitida por la plataforma Zoom. 
Lo que parece más claro de las elecciones es que el primer ministro Netanyahu repetirá victoria, alcanzando los 29 escaños, según el sondeo recientemente difundido por el Canal13. El candidato de Yesh Atid, Yair Lapid, sería segundo con 20, lo que no permitiría llegar al mínimo de 61 escaños necesarios para la mayoría absoluta, aun juntándose los dos favoritos. Y es que estas elecciones no serán unas cualquiera. Como lo fueron las de noviembre en Estados Unidos, que acabaron con Joe Biden en la Casa Blanca, supondrán prácticamente un referéndum en cuanto a las medidas tomadas por el Gobierno contra la pandemia de la COVID-19 y la estrategia de vacunación que está siguiendo el país – que es uno de los que mejor ritmo de inmunización lleva en todo el mundo – desde la llegada del virus hace ya más de un año. 
Plesner considera que la rápida actuación del Ejecutivo de Netanyahu, así como la velocidad de vacunación que se está llevando a cabo en Israel, podrían reforzar aún más la posición del todavía primer ministro. De hecho, la vuelta a la normalidad es cada vez más cercana debido al gran porcentaje de personas inmunizadas en todo el país – más del 60% de toda la ciudadanía, según los últimos datos del Ministerio de Salud israelí –. Sin embargo, la contrapartida a la buena actuación contra la COVID-19 es la polémica entorno a la trama de corrupción que rodea al Likud. En el juicio celebrado el 8 de febrero, Netanyahu se declaró inocente y rechazó todos los cargos. Se le acusa de, entre otras cosas, soborno, violación de la confianza y fraude. 
La población israelí ve con cierto pesimismo estas cuartas elecciones que, como señalaba Yohanan Plesner, “no suponen ninguna garantía de ser decisivas”. La sombra de unas quintas elecciones ya comienza a aparecer sin haber todavía celebrado las cuartas. A eso hay que sumar que, como ocurrió en Estados Unidos, “los resultados pueden tardar 3 o 4 días en llegar después del día de las elecciones”, añadía el presidente del Israel Democracy Institute. Algo que también quiso destacar es la importancia de formar un gobierno estable, aunque sea de coalición entre fuerzas muy dispares: “Un Gobierno interino es débil. Debemos salir de esta situación de bloqueo lo antes posible”.
