El clérigo chií vence de nuevo y obtiene 19 escaños más que en 2018

Oleada de amenazas de las milicias iraquíes proiraníes ante la victoria de Al-Sadr

photo_camera REUTERS/ALAA AL-MARJANI - El clérigo chiíta iraquí Muqtada al-Sadr habla tras el anuncio de los resultados preliminares de las elecciones parlamentarias de Irak en Nayaf, Irak, el 11 de octubre de 2021

Todavía no se conocían los resultados cuando desde diferentes sectores de la política iraquí tachaban de poco creíbles las elecciones del pasado domingo. El historial de fraude y manipulación en pasados comicios no invitaban al optimismo. Lo que está claro es que, en un país de semejante debilidad democrática, los reproches iban a llegar de un lado u otro, dependiendo de quién se hiciese con la victoria en las urnas. En este caso ha sido el clérigo chií Al-Sadr, quien ya salió victorioso en 2018 – aunque no consiguió hacerse con el poder –, pero ahora aumenta su influencia desde los 54 escaños hasta los 73, según los primeros resultados publicados por la agencia estatal de noticias iraquí INA.

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Esta victoria de Sadr podría dar el impulso necesario a su partido para ostentar por fin el poder tras conseguir de nuevo el mayor número de apoyos, aunque las primeras reacciones – aún sin conocer de forma oficial los resultados finales – no parecen apoyar esta tendencia. Ante los resultados anunciados por INA, se podría pensar en un descenso de la influencia iraní en Irak, pero según los observadores, nada más lejos de la realidad. Los partidos proiraníes no han tardado en mostrar su descontento, reflejado en el jefe de filas de Al-Fateh – una de las formaciones apoyadas por Teherán –, Hadi al-Ameri.

“No aceptamos estos resultados fabricados y vamos a defender con energía los votos de nuestros candidatos y electores”, decía al Ameri en referencia a las primeras noticias sobre los resultados. Estas declaraciones no dan lugar a la tranquilidad en un país en el que la política no queda dentro de los pasillos del parlamento. Las milicias armadas juegan un papel vital en el escenario político, a lo que Al-Sadr se ha referido en su primera intervención tras las elecciones diciendo que “el Estado debe tener el monopolio en el uso de las armas”, algo que parece difícil de creer en un país como el iraquí.

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Además, las primeras palabras del ganador de los comicios apuntan a un acercamiento a Washington antes que a Teherán. Eso sí, siempre y cuando no se entrometan en las decisiones internas del Gobierno iraquí, según manifestó Sadr, quien también añadió que “va a dar prioridad a los intereses de Irak”. El posible estrechamiento de los lazos con la Administración Biden no ha gustado nada en las milicias proiraníes que amenazan con una respuesta armada contra lo que consideran un nuevo episodio de fraude electoral. El líder de Kataeb Hezbolá – milicia proiraní considerada como organización terrorista por Estados Unidos desde 2009 – ha afirmado que están preparados para defender su “entidad sagrada”.

Abu Ali al-Askari también ha querido manifestar su disconformidad con los resultados electorales, asegurando que “lo ocurrido en las elecciones representa el mayor fraude y engaño del pueblo iraquí en la historia moderna”. Las reacciones dentro de la formación extremista no son demasiado sorprendentes. Su preocupación acerca de la situación de Irak se limita a los intereses que tenga el país presidido por Ebrahim Raisí en el territorio, algo que no parece que vaya a cambiar, a pesar del descenso del apoyo del pueblo iraquí a las formaciones proiraníes.

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El que fuera primer ministro de Irak durante cuatro años (2014-2018) Haider al-Abadi también ha emitido un comunicado anunciando la toma de medidas contra aquellos que han llevado a cabo esa “manipulación”: “Anunciamos nuestro desafío a los resultados anunciados y nuestra no aceptación de ellos, y tomaremos todas las medidas disponibles para evitar la manipulación de los votantes”. No obstante, la jefa de la misión de la Unión Europea para la supervisión del proceso electoral, Viola von Kramon, indicó que “los resultados pueden ser cuestionados, pero lo que notamos desde un punto de vista técnico es que el proceso fue tranquilo y ordenado”.

Se atisba un escenario tenso y tremendamente complejo en Bagdad. Aún sin conocer los resultados oficiales, las reacciones se han sucedido y las alarmas se han disparado en todos los rincones del país. La incertidumbre campa a sus anchas por las acalles iraquíes en las que la población continúa sufriendo la ineptitud de quienes deberían defender el pueblo iraquí y la inexistencia de garantías democráticas que han hundido la participación en las elecciones hasta una cifra récord. Apenas nueve millones de los 25 – un 41% de participación – que cuentan con derecho al voto lo han ejercido, representando el hastío de una sociedad que ansía salir de una de las peores crisis que ha golpeado nunca Irak.
 

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