La salud no se puede abordar solo desde la medicina, sino que es necesaria además una implicación de múltiples disciplinas que trabajan conjuntamente para hacer frente a los retos sanitarios

One Health, hacia un abordaje holístico de la salud

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Introducción

Ni inteligencia, ni éxito, ni fama, ni amor, ni todo el dinero del mundo. Si algo nos acaba de enseñar la pandemia es que no hay nada más imprescindible en la vida que tener salud. Pero nos referimos a la salud como un todo, porque lo que afecta al medio ambiente afecta a los animales y también a las personas.

De ahí surge el concepto de “una sola salud” (One Health, en inglés), que pone nombre a una noción conocida desde hace más de un siglo.  Tal y como lo define Elena Gratacós, directora gerente de Salud Animal de Boehringer Ingelheim España, “el concepto One Health responde a la necesidad de abordar la salud global con una visión única, holística e integral, que tenga en cuenta tres aspectos indisociables para el bienestar general: la salud humana, la salud animal y la salud de nuestro hogar común: el planeta. En definitiva, una única salud”.

En este contexto, uno de los principales retos que enfrenta la humanidad son las enfermedades trasmisibles entre personas y animales, conocidas como zoonosis, por el elevado riesgo que representan para la salud pública a nivel mundial. Estos riesgos se acentúan con el cambio climático y determinados comportamientos humanos, que multiplican las oportunidades para que los patógenos colonicen nuevos territorios y evolucionen hacia nuevas formas. Pero no es el único reto que se enmarca dentro del concepto One Health.

“El enfoque One Health no es un concepto orientado solamente al control de las enfermedades comunes, sino que abarca muchos más aspectos, como la lucha frente a las resistencias a los antibióticos, la seguridad alimentaria, el cambio climático que impacta, entre otros, en la extensión geográfica de los vectores trasmisores de enfermedades, la contaminación ambiental y el compromiso social y empresarial de su disminución, y otras amenazas compartidas por personas, animales y el medio ambiente, que solo pueden entenderse si se abordan bajo una perspectiva común”, asegura Félix Hernáez-Ugarte, director general de Zoetis España y vicepresidente de la Región Sur.

En este contexto, es más que evidente que la salud no se puede abordar solo desde la medicina, sino que es necesaria además una implicación por parte de múltiples disciplinas que trabajan conjuntamente para hacer frente a los retos de la salud en el mundo, poniendo el foco en la innovación como punta de lanza para lograr esta visión.

Como apunta Hernáez-Ugarte, “de la crisis sanitaria en la que nos encontramos podemos sacar muchos aprendizajes que nos ayuden a comprender la importancia de esta coordinación para hacer frente a pandemias como la que desgraciadamente nos está tocando vivir, entre otros, poniendo en valor el papel fundamental de la salud animal y de la profesión veterinaria para hacer frente a esta situación”.

Las enfermedades zoonóticas

El ejemplo tangible y más reciente que tenemos de zoonosis es la pandemia mundial de la COVID-19. El origen animal del virus, su evolución, su expansión mundial y sus consecuencias han puesto de manifiesto la importancia de las enfermedades trasmisibles entre personas y animales y la urgencia de abordarlas.

Sabemos que el 60 % de las enfermedades infecciosas conocidas en los seres humanos y el 75 % de todas las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas. La COVID-19 probablemente se originó en murciélagos, pero esta es solo la más reciente entre un conjunto de enfermedades emergentes – como el dengue, el ébola, el MERS, la tuberculosis, la gripe, las fiebres del Nilo Occidental y del Valle del Rift, el virus de Chikungunya, el zika, la enfermedad de Chagas y la de Lyme – cuya propagación desde huéspedes animales hacia poblaciones humanas se ha intensificado a causa de presiones antropogénicas.

Cada año, alrededor de dos millones de personas mueren por enfermedades zoonóticas desatendidas, principalmente en países de ingresos bajos y medianos. A fecha de 14 de noviembre de 2021, alrededor de 5,11 millones de personas habían fallecido a nivel mundial a consecuencia de la COVID-19. Los mismos brotes pueden causar, además de la muerte, enfermedades graves, descensos de productividad e importantes pérdidas económicas.

Al hablar de las zoonosis, debemos tener en cuenta que, en ocasiones, son prevalentes en especies animales que nosotros utilizamos dentro de la cadena alimentaria. Y de ahí que tengan un impacto en la seguridad alimentaria y en la economía. Además, en los últimos años se han producido varias crisis que han mostrado la importancia que estas están cobrando a escala mundial, lo que ha llevado a que la comunidad internacional se dé cuenta de que luchar contra ellas constituye un bien público.
Debido a la globalización y los consiguientes incrementos de la velocidad y volumen del transporte internacional, así como del número de viajeros, los agentes patógenos emergentes también transitan y se propagan por todo el mundo.

"Por ello, el lapso transcurrido entre la aparición de una nueva enfermedad y el momento en que se la detecta es determinante"

Por lo tanto, el foco está en cómo controlar mejor tales enfermedades, en particular mejorando la capacidad de los servicios veterinarios en materia de detección precoz y de reacción rápida, para disminuir significativamente el coste del impacto socioeconómico de las crisis y, más generalmente, abogando a favor de invertir más en sanidad animal y zoonosis.

Para Elena Gratacós, de Boehringer Ingelheim, “claramente, la salud y el bienestar de los animales enriquecen la salud de las personas. Los retos sanitarios están también interrelacionados, y nos demandan una apuesta por la prevención y detección precoz que nos facilitará la salud del mañana, con un enfoque multidisciplinar y global”.

“Y es aquí donde hay que poner en relieve el papel de los profesionales veterinarios”, prosigue Elena Gratacós. “Los profesionales de la salud animal están formados en bioseguridad y biocontención de las infecciones, y aplican constantemente este conocimiento en las granjas, lo que tiene un papel clave para evitar que los agentes infecciosos no entren en la explotación. Con su conocimiento de las zoonosis pueden y deben ser parte del diálogo y del cambio de enfoque de salud global”.

La resistencia antimicrobiana

Si cada vez vivimos más años y con más calidad de vida es, en parte, gracias al avance en el desarrollo de nuevos medicamentos. Pero si estos medicamentos no se utilizan bien pueden producirse muchos trastornos. De ahí la importancia que tiene el uso racional de los antibióticos.

Estos se han utilizado en exceso tanto para la salud humana como animal, y eso ha hecho que se originen cepas más resistentes que complican la vigilancia y control de la salud animal. En el futuro, esto puede desencadenar en una nueva pandemia: la de una superbacteria resistente a los tratamientos con antibióticos.

Tal y como explica José Miguel Mulet, catedrático de Biotecnología (área de bioquímica y biología molecular) en la Universidad Politécnica de Valencia, “el uso de los antibióticos es algo que ya viene en la propia naturaleza, puesto que la mayoría son moléculas de origen natural producidas por hongos u otros organismos. Los antibióticos son sustancias que utilizamos para inhibir el crecimiento de las bacterias o matarlas, pero poner un antibiótico supone hacer una presión selectiva. Siguiendo las leyes de la evolución darwiniana, si una bacteria, por azar, se hace resistente a ese antibiótico, tendrá una ventaja evolutiva que hará que esa estirpe impere sobre las demás”. A lo que añade que, “en el caso de las bacterias, hay varios factores que juegan en nuestra contra. Para empezar, que su ciclo vital es muy corto y que puedes tener diferentes generaciones en cuestión de horas, lo que hace que esta evolución se produzca en periodos de tiempo muy cortos. Y, por otra parte, que las bacterias cuentan con mecanismos específicos para intercambiar genes de resistencia a antibióticos, lo que hace que la propagación de la resistencia sea todavía mucho más rápida de lo que las propias leyes de la evolución indican”. A modo de conclusión de esta síntesis, Mulet indica que, “de hecho, Alexander Fleming, médico y científico británico famoso por ser el descubridor de la penicilina, en su discurso tras recibir el premio Nobel de Medicina en 1945, adelantó que en el laboratorio hay bacterias que se hacen resistentes a estos antibióticos. Si eso sucede en el laboratorio, también sucede en el cuerpo”.

Tal y como define la Organización Mundial de la Salud (OMS), la resistencia a los antibióticos se produce cuando las bacterias mutan en respuesta al uso de estos fármacos.

«Son las bacterias, y no los seres humanos ni los animales, las que se vuelven resistentes a los antibióticos»

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Estas bacterias farmacorresistentes pueden causar infecciones en el ser humano y en los animales, y esas infecciones son más difíciles de tratar que las no resistentes. Además, provocan un aumento en los costes médicos, hacen que se prolonguen las estancias hospitalarias y que aumente la mortalidad.

“En países como España tenemos una tradición de uso excesivo de antibióticos y de mala utilización de estos. No se hacen las pautas completas del tratamiento y una vez remiten los síntomas cesamos la aplicación, dos factores que favorecen las resistencias. De hecho, el aumento de infecciones nosocomiales y la aparición de cepas multirresistentes de patógenos como Staphylococcus aureus va ligada a este uso irresponsable”, asegura Mulet.

“La lucha contra las resistencias antibióticas, a las que han contribuido y contribuyen la medicina humana y la animal, es otro de los aprendizajes que podemos sacar, y solo se les puede hace frente con un enfoque One Health que incluya políticas de uso responsable de los antibióticos en animales”, afirma, por su parte, Hernáez-Ugarte.
En este sentido, merece la pena destacar los buenos resultados de la evolución del uso de antibióticos en el sector que contempla el PRAN y más concretamente el plan REDUCE para las diferentes especies de abasto. Prueba de ello es que las ventas de antibióticos veterinarios se redujeron un 13,6 %. Con las últimas cifras añadidas a la estadística, las ventas totales de antibióticos de uso veterinario muestran una reducción del 58,8 % entre 2014 y 2019.

Ecosistemas: relación con el medio ambiente

Conservar los ecosistemas en buen estado de conservación es la base para el desarrollo y bienestar humano. La naturaleza es nuestra fuente de abastecimiento; nos ofrece materias primas que son la base de nuestros alimentos y del desarrollo de nuestras medicinas. Pero también constituye la base de nuestra cultura y de numerosas actividades de disfrute vitales para el bienestar humano.

Pero, a pesar de tenerlo claro, el comportamiento del ser humano va en contra de proteger a los ecosistemas. Según unas declaraciones de María Neira, directora de salud y medio ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en una entrevista concedida a La Vanguardia, “nosotros nos alimentamos del animal y muchas veces utilizamos productos, como pesticidas o fertilizantes, para que la tierra nos dé alimentos en unas condiciones muy destructivas para el medioambiente, y, al final, generamos cambios que afectan a nuestra salud, que en el fondo es muy vulnerable”.

La rotura de la barrera entre el animal y el humano tiene que ver con un estrés ambiental, como es la deforestación, el maltrato de nuestros ecosistemas y la pérdida de la biodiversidad, lo que provoca un aumento de casos de zoonosis.

Tal y como advierte la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los humanos están causando pérdidas irreparables para la biodiversidad. Tanto los sistemas agroalimentarios y las prácticas agrícolas insostenibles, como la urbanización descontrolada, están haciendo mella en nuestros recursos naturales.

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A menos que se controle, el ritmo alarmante al que avanza la pérdida de biodiversidad tendrá consecuencias devastadoras para la humanidad y su capacidad para alimentar al mundo.

Apoyar las prácticas agrícolas es esencial para prevenir, mitigar y gestionar las enfermedades de las plantas, asegurando que las cosechas puedan alimentar a todas las personas. Las buenas prácticas de la granja a la mesa constituyen el enfoque One Health en el ámbito de la inocuidad y seguridad alimentaria.

Prioridades para un abordaje integral de la salud

La mayoría de las enfermedades emergentes aparecidas en los últimos tiempos son de origen animal y casi todas ellas son potencialmente zoonóticas. Estas enfermedades, además de ser un riesgo vital para la salud de las personas, comprometen el bienestar socioeconómico. Por lo tanto, es evidente que hace falta hablar de las iniciativas necesarias para mejorar el abordaje preventivo de las zoonosis.

Para ello, es preciso un trabajo colaborativo y conjunto, que las autoridades de la sanidad animal y de la salud pública las enfrenten de manera coordinada para trabajar en origen e identificar dónde surgen las zoonosis.

El concepto One Health es ya una realidad prioritaria. Y la única forma de abordarla es uniendo fuerzas con representantes de entidades clave, colaborando desde distintos sectores para poder elaborar e implementar programas, políticas y leyes. En esta misión es también necesario visibilizar y reforzar la importancia de que hay “una sola salud” que debe ser abordada con una visión global por todos los profesionales que tienen que ver con estos tres ejes del concepto: animales, personas y medioambiente.

En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), se han comprometido a fortalecer la coordinación multisectorial y los esfuerzos para combatir las amenazas para la salud pública derivadas de las interacciones entre humanos, animales y medio ambiente.

Pero eso no es todo. Porque los expertos también apuntan a la importancia de hacer una crítica interna para ver si las estructuras de conexión y comunicación están a la altura.

Y algo que José Miguel Mulet indica también es que “la mejora de la salud no pasa por invertir solamente en investigación biomédica o farmacológica. Invertir en sanidad vegetal y animal, así como en biotecnología agraria, es una forma de producir más alimentos, más seguros y con menor impacto ambiental, algo que beneficia tanto a la salud humana como a la del planeta.”

“Generar conocimiento entendible por todo el mundo sobre el concepto ‘una sola salud’, hacer mucha pedagogía y transmitirle el concepto a la sociedad, es muy importante para protegerse”

Y algo que José Miguel Mulet indica también es que “la mejora de la salud no pasa por invertir solamente en investigación biomédica o farmacológica. Invertir en sanidad vegetal y animal, así como en biotecnología agraria es una forma de producir más alimentos, más seguros y con menor impacto ambiental, algo que beneficia tanto a la salud humana como a la del planeta.

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