La pobreza aumentó durante la pandemia en África subsahariana y la educación se ve afectada

Pasos atrás en la reducción de la pobreza y la educación

photo_camera PHOTO - Javier Sánchez Salcedo/MN

Ya no hay duda. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no se alcanzarán en 2030, como estaba previsto. Hasta el inicio de 2020, los esfuerzos para combatir la pobreza en todo el mundo mostraban resultados positivos: una disminución significativa del número de personas que viven en la pobreza extrema en las regiones más desfavorecidas. Sin embargo, el parón que ha supuesto la pandemia de COVID-19 y las medidas tomadas para frenarla han puesto punto final a las esperanzas de un mundo más justo e igualitario. Del mismo modo, ha destapado, una vez más, que la desigualdad es la espina dorsal sobre la que se sustenta la sociedad.

Los diez hombres más ricos del planeta duplicaron su fortuna durante la pandemia. En el mismo periodo, en África subsahariana y, principalmente, en los países de bajos ingresos, la pobreza aumentó, incluso más de lo que las primeras previsiones de organismos internacionales auguraban. En el caso de África, si bien los conflictos y el cambio climático ya había provocado el descenso en el ritmo de la disminución de la pobreza, la llegada de la pandemia supuso el remate final y la reversión de muchos de los logros alcanzados en las últimas décadas.

Quizás, el incumplimiento del ODS 4 (Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos), sea de lo más preocupante. Privar a los niños y, sobre todo, a las niñas de una educación de calidad supondrá condenar una generación entera a la pobreza y enterrar las políticas que tan buenos resultados han cosechado hasta el presente. Entre otros, que la presencia femenina en las escuelas de toda África era cada día mayor. Algunos países habían alcanzado casi la plena escolarización en la etapa obligatoria y tanto chicas como chicos llenaban los salones de clase. En otros, se estaba en camino y se hacían grandes esfuerzos para no dejar a nadie fuera de las aulas.

Ahora, las noticias son muy diferentes. En 2030, como estaba previsto, “ninguna región del mundo planea alcanzar la educación secundaria universal”, “los docentes estiman que solo un tercio de los alumnos tendrán competencias básicas en matemáticas” y “el 33% de los estudiantes no sabrán leer una frase al final de la escuela primaria”, según la UNESCO. Estas cifras ponen de manifiesto la gravedad de la crisis educativa que se ha prolongado durante los dos últimos años.

El Banco Mundial, que únicamente piensa en términos de dinero, afirma que, en el largo plazo, la generación de jóvenes escolarizados en la actualidad corre el riesgo de perder cerca de 17.000 millones de dólares en ingresos por las carencias provocadas por los cierres de establecimientos.

Pero los efectos de la pandemia no afectan a todos los escolares por igual. El cierre de escuelas ha sido más perjudicial para los menores de clases bajas. Dado que en África únicamente el 17,8% de la población tenía acceso a Internet en el hogar en 2019, la enseñanza en línea no siempre fue una opción. Incluso en los países africanos en los que gran número de personas pueden disfrutar de Internet, como Kenia, muchos estudiantes no han tenido la oportunidad de conectarse a ella. Aquellos niños de familias con mayor poder adquisitivo han disfrutado de mayores oportunidades para seguir las clases a través del ordenador, por lo que el impacto del cierre de las escuelas ha sido menor en ellos.

Tras la apertura de las instituciones de enseñanza se ha observado que son muchas las niñas que no han reanudado sus estudios. La pérdida de ingresos de gran número de progenitores por causa de la COVID-19 ha aumentado las cifras de matrimonios y embarazos infantiles o de trabajo de menores.

A los efectos de la pandemia, en África también hay que sumar los conflictos y el cambio climático como obstáculos a la educación.

Por ejemplo, en Camerún, los ataques a los colegios de los grupos separatistas que operan en las regiones anglófonas impiden que muchos menores puedan acudir a las aulas. Una situación que afecta especialmente a las niñas. De igual forma, los grupos yihadistas que en el Sahel o en el norte de Nigeria y zona del lago Chad, han hecho de las escuelas uno de sus objetivos. Solo admiten la educación coránica y excluyen a las niñas de cualquier institución de enseñanza.

La pandemia de COVID-19 y las medidas tomadas para su contención han supuesto un paso atrás en la educación de miles de estudiantes en muchos países de África subsahariana. Pero no ha afectado a todos por igual, los que proceden de hogares con menores ingresos y las niñas son los más perjudicados y los que a largo plazo sufrirán más sus consecuencias resultándoles muy difícil salir de la pobreza.

Fotografía: Javier Sánchez Salcedo/MN

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