Perú, entre el cambio y el fujimorismo

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: los dos candidatos a la segunda vuelta a las elecciones de Perú, Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski.

Una inesperada ola de cambio de rumbo político en América Latina pone cada vez más de manifiesto que la, así llamada, teoría del domino no falla. Desde que en Argentina ganó, a finales del año pasado, el centroderechista Mauricio Macri, varios países de la región han respondido de una manera u otra al cambio inexorable de tendencia desde la izquierda populista hacía la derecha. Venezuela, Bolivia, y ahora Perú. Desde hace tiempo, el Gobierno de Ollanta Humala en Perú ha dado signos de debilitamiento, lo que ha llevado a un rechazo a su gestión del 75%. Corrupción, fragmentación y volatilidad del sistema de partidos, criminalidad organizada, ausencia de reformas políticas y recesión económica, hicieron que la población se inclinara de forma contundente hacía el cambio del panorama político.

Los resultados de la primera vuelta de las elecciones en el país andino, el pasado 10 de abril, reflejaría esta tendencia. Con un 39.81% de los votos, la candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, lideró el desenlace de la primera vuelta seguida, algo lejos, de Pedro Pablo Kuczynski de Peruanos por el Kambio, ambos de centro-derecha. Aún más, las elecciones legislativas celebradas el mismo día ya dieron una clara victoria al partido de Fujimori, que va a ser el bloque parlamentario con más peso al haber obtenido 60 de los 130 escaños disponibles; la formación del segundo candidato a la presidencia elegido, únicamente se queda con 25 escaños. Esto quiere decir que independientemente de quién ganará en la próxima convocatoria, prevista para el 5 de junio, casi tres cuartos del Parlamento estará dominado por el centro-derecha.

¿La vuelta del fujimorismo?

Pero un hecho más relevante aún es la cada vez más posible victoria de Keiko Fujimori. La hija del ex mandatario peruano Alberto Fujimori entre 1990 y 2000, despierta reminiscencias del pasado y, al mismo tiempo, el temor de parte de la población de que, con ella, se vuelva a las prácticas autoritarias con el que su padre gobernó. Si bien algunos logros acompañaron los primeros años de su padre al frente del país, al lograr detener la hemorragia de la hiperinflación y de la deuda, así como del terrorismo por su éxito contra las organizaciones de corte marxista-leninista Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, su autogolpe, las violaciones de los derechos civiles y de la libertad de prensa, y los casos de corrupción en lo que estuvo implicado, despiertan todavía resentimiento entre algunos peruanos. Su salida del Gobierno fue todo menos convencional. Éste renunció a la presidencia mediante un comunicado emitido por fax, cuando ya estaba con un píe en Japón en donde se refugió tras la difusión de distintos vídeos que delataron la corrupción de su gobierno.

En la actualidad, el expresidente cumple una pena de 25 años en las cárceles de Perú, por crímenes de lesa humanidad y secuestro.

Con esta herencia, su hija, que ha asegurado que si ganará la presidencia no indultará a su padre, ha tratado en lo posible desvincularse de su progenitor para conferir confianza en los electores. Una prueba en este sentido lo ha supuesto la eliminación de tres partidarios de la línea dura de su padre de su lista electoral. Asimismo, la líder de Fuerza Popular se ha comprometido con respetar la democracia, los derechos humanos y la libertad de prensa. “Sé mirar la historia y no voy a permitir que ésta se repita; sé de los aciertos y también de los capítulos que no deben escribirse”, ha asegurado la hija del ex mandatario peruano. Así, a lo largo de su campaña, Fujimori ha tratado de seducir a su electorado con propuestas dirigidas a promover el crecimiento económico, como impulsar el desarrollo de las infraestructuras; a eliminar el “terror en las calles”; y  a luchar contra la corrupción. Tras conocerse los resultados de la primera vuelta, Fujimori ha expresado que “este nuevo mapa político que se ha dibujado muestra claramente que el Perú quiere la reconciliación y que no quiere más peleas”, y además, ha confesado que tiene un “compromiso de honor” para con su país. En materia de lucha contra la corrupción ha propuesto un plan de lucha “firme, drástico, implacable y sellado por la transparencia”.

La inseguridad y el aumento del número de redes ilegales son los principales problemas del país. Perú es uno de los principales productores de cocaína. A pesar del debilitamiento del movimiento rebelde Sendero Luminoso, éste todavía sigue vivo  estando implicado en actividades de producción y venta de cocaína. En este sentido, el Valle de los ríos Apurimac, Ene y Mantaro (VRAEM), una de las zonas con más índices de pobreza y desnutrición infantil, es el principal centro de narcotráfico del grupo en el país. Así, Fujimori ha anunciado que, si llegara a ganar, diez mil policías saldrían a la calle para restablecer el control de la seguridad.

Aún más grave es la implicación de algunos presidentes regionales en casos de corrupción, estrechamente ligados al crimen, lo que denota una penetración del crimen organizado entre las altas esferas políticas. Uno de los casos más resonados ocurrió en las elecciones de 2014, cuando el gobierno regional de Ancash presidido por César Álvares, estuvo involucrado en redes de corrupción y el asesinato de líderes opositores.

No muy lejos de su contrincante, Pedro Kuczynski, también se ha manifestado a favor de combatir la corrupción, no obstante se ha mostrado en contra de la intervención internacional. “No necesitamos gente de afuera para que nos diga lo que tenemos que hacer. No somos Sudán”, así de tajante se ha expresado el líder de Peruanos por el Kambio, que, además ha asegurado que se plantean muchas soluciones, pero se continúan aprobando leyes que favorecen la corrupción. El líder liberal, que forma parte de la vieja política peruana al haber sido ministro de Energía y Minas entre 1980 y 1982, y ministro Economía y Finanzas entre 2001 y 2002, ha tendido la mano a todos los partidos políticos para formar un “equipo de alto nivel” en orden a impulsar el crecimiento económico y combatir la economía informal.

Debilidad institucional

Sin embargo, otro problema de Perú a nivel institucional es su sistema de partidos que padece altos niveles de fragmentación y volatilidad, con partidos políticos inestables, poca legitimidad, y bajo número de miembros, tal como asegura el Índice de Transformación Bertelsmann 2016 (BTI). En este orden, la mayoría de los partidos nacionales son grupos políticos sin un aparato organizado o un programa estructurado definido, y sin principios ideológicos, que giran en torno a personas que no están interesadas ​​en la promoción de las organizaciones de partido, de acuerdo con el mismo informe. Por tanto, uno de los asuntos pendientes del país, sería el fortalecimiento de las instituciones políticas, algo que durante el Gobierno de Humala poco o nada se ha avanzado.

Una posible consecuencia de esta situación podría ser la insatisfacción de la sociedad con el funcionamiento del sistema democrático, producto de una ineficaz gestión en orden a solucionar los problemas de la inseguridad o la corrupción.  De acuerdo a una encuesta realizada por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) en 2012, Perú era uno de los países de la región con más bajo apoyo a la democracia, un 63,6%, sólo por encima de países como Bolivia, Guatemala y Honduras, unos niveles confirmados también por el Latinbarómetro de 2013 que muestra que el apoyo a la democracia retrocedió de 59% a 53% entre 2011 y 2013.

Cualquiera de los dos candidatos tiene por delante una tarea difícil, de encaminar la economía del país, pero sobre todo de establecer la orden y seguridad internas. Una reforma institucional es necesaria para dotar de solidez el sistema político y restablecer la confianza de los ciudadanos. Con ninguno de los dos candidatos se asegura más que un cambio de tendencia política, dado que ambos líderes están vinculados a la vieja política. Hasta la fecha, Keiko Fujimori, que en 2011 estuvo muy cerca de ganar las elecciones, tras competir en la segunda vuelta con Ollanta Humala, se erige como la favorita en las encuestas. Su amplia victoria en la primera vuelta del 10 abril, unido a la importante representación en el Gobierno, vaticina un más que probable triunfo en la segunda vuelta del 5 de junio.

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