La invasión rusa avanza hasta Kiev y entra en sus horas más críticas

Putin promueve un golpe de Estado en Ucrania

AFP/DANIEL LEAL - Un militar ucraniano es visto en la ventana de un edificio residencial dañado en la calle Koshytsa, un suburbio de la capital ucraniana, Kiev, donde supuestamente cayó un proyectil militar, el 25 de febrero de 2022

Todas las miradas siguen puestas a esta hora en Ucrania, donde la invasión a gran escala lanzada en la madrugada del jueves por el presidente ruso Vladímir Putin atraviesa un escenario determinante. En los próximos días u horas, la capital del país, Kiev, podría caer en manos de Rusia, cuya campaña militar ha provocado la muerte de al menos 137 ucranianos y amenaza con derrocar al Gobierno elegido en las urnas de Volodímir Zelenski para instaurar en su lugar un régimen títere que colme las ambiciones imperialistas de Putin, expuestas en su discurso a la nación del pasado lunes.

Putin ha mostrado su disposición de sentarse a negociar con Zelenski horas después de que el presidente ucraniano se abriera a discutir un “estatus neutral” para su país en relación con una posible adhesión a la OTAN, una de las principales demandas de Rusia formuladas en las últimas semanas. Así lo anunció el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, quien aseguró que el presidente ruso baraja enviar una delegación diplomática a Bielorrusia para abrir una mesa de negociación con sus homólogos ucranianos. Una suerte de Minsk III que garantice esta vez sí el cumplimiento del acuerdo.

Pero las condiciones de la incipiente guerra impiden por el momento una vuelta al terreno de la diplomacia. El Ejército ruso no da tregua y continúa su ofensiva militar sobre Ucrania atacando por varios flancos. Desde el sur por la península de Crimea, anexionada a Rusia en 2014, desde el noroeste y el este por las zonas en manos de los separatistas pro-rusos de Lugansk y Donetsk, y desde el norte a través de la frontera con Bielorrusia, tomando Chernóbil. Una zona desde donde ha irrumpido en Kiev.

Invasión Ucrania

Los ataques aéreos del Ejército ruso contra las instalaciones militares e infraestructuras ucranianas, destinados a inutilizar sus recursos, dieron paso a las incursiones terrestres en el país, en las que se han producido imágenes desgarradoras. Un estadio avanzado de los combates cuyo centro neurálgico se ha establecido en la capital, enclave crucial para el control del país. Kiev es el escenario de un asedio. Los sonidos de las sirenas y bombas rompen el silencio sepulcral que inunda las calles, vacías, por las que tratan de avanzar los soldados rusos en combate con las fuerzas ucranianas.

El ex púgil y actual alcalde de Kiev, Vitali Klichkó, reconoció la delicada situación de la capital. El campeón mundial de boxeo pidió a sus vecinos defenderla: “Todos los que puedan deben unirse y ayudar a nuestros soldados”. Uno de esos ciudadanos que han cerrado filas ha sido el expresidente Petro Poroshenko. El líder que surgió de la revolución del Maidán en 2014 y que acabaría siendo derrotado en las elecciones de 2019 por Zelenski, apareció en la emisión de la CNN portando un Kaláshnikov y cargando con dureza contra Vladímir Putin.

Hasta el momento se está cumpliendo el escenario previsto por la inteligencia estadounidense a pesar de que el Ejército ruso parece haber perdido fuerza en las últimas horas, según altos cargos del Departamento de Defensa. Las fuerzas enviadas por Moscú no están avanzando todo lo rápido que se esperaba, sin embargo, las mismas fuentes advierten de que la caída de Kiev podría ser cuestión de horas si no se alcanza ninguna solución alternativa. Además, la existencia de espías y saboteadores entre las filas ucranianas habría facilitado la campaña rusa.

Invasión Ucrania

En el resto del país, la situación no es mucho mejor. Un contexto desolador que ha llevado a unas 70.000 personas a abandonar Ucrania desde el inicio de la invasión. Todas las salidas se han efectuado por vía terrestre ante la clausura del espacio aéreo efectuada por el Gobierno de Kiev. Moldavia y Polonia se han convertido en los principales Estados receptores con 20.000 y 30.000 ciudadanos ucranianos, respectivamente. Un volumen que aumentará de forma exponencial en los próximos días y que ha hecho saltar las alarmas en Europa por una nueva crisis de refugiados.

Desde Moscú mantienen que su violenta intervención persigue la “desnazificación y desmilitarización” de Ucrania. Un falso pretexto sobre el que basan su actuación. El marco del Kremlin, que catalogaba a la ex república soviética como una seria amenaza para su seguridad nacional, dejó de sostenerse en cuanto Putin negó repetidamente la soberanía de Ucrania y rechazó su legitimidad como Estado. Una retórica imperialista que ha contado con el rechazo cuasi unánime de la comunidad internacional.

Moscú considera a la OTAN una amenaza. Y así lo ha reiterado este viernes la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores del país, Maria Zakharova, quien amenazó con graves represalias “militares y políticas” a Suecia y Finlandia en caso de que ingresen en la Alianza Atlántica. En respuesta, el secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, ha anunciado un nuevo despliegue de tropas para hacer frente a “cualquier contingencia”. Pero sigue descartando una intervención en Ucrania.

Zelenski
Llamada a la acción del Ejército

“¡Tomad el poder en vuestras manos!”. Ese es el mensaje que ha lanzado Putin al Ejército ucraniano para que se levante en armas contra su propio Gobierno. Como ha remarcado en su comparecencia el propio Stoltenberg, el presidente ruso trata de promover entre los altos mandos militares un golpe de Estado que sustituya al Ejecutivo liderado desde hace cuatro años por el ex actor y humorista Volodímir Zelenski. Un líder que llegó al poder prometiendo la paz en el Donbass y que no hizo sino endurecer su postura con respecto de Moscú.

Putin ha calificado a su homólogo ucraniano y al resto de su gabinete como “una banda de drogadictos y neonazis”. De origen judío, Zelenski ha realizado varias apariciones públicas en las últimas horas y ha dejado constancia de que continúa en Kiev a través de un vídeo en el que aparece acompañado por su primer ministro y su equipo de asesores. Mientras que el presidente ruso sostiene que se ha “atrincherado en Kiev manteniendo al pueblo como rehén” y ha animado a los cuadros militares a hacerse con el control para negociar con Moscú.

Desde el estallido de la guerra en el Donbass contra los separatistas pro-rusos en 2014, Ucrania ha llevado a cabo una serie de reformas estructurales en el seno de sus Fuerzas Armadas. Los sucesivos Gobiernos de Kiev han invertido en la mejora del Ejército para adecuar sus condiciones a las exigencias de la OTAN. Un objetivo que no ha llegado a cumplirse por la debilidad interna, inherente al resto de instituciones ucranianas, fragmentadas por las luchas políticas y marcadas por la corrupción, falta de transparencia y actuaciones abusivas, así como por la desconfianza entre cuadros. Unas debilidades de las que Putin trata de sacar partido.

Invasión Ucrania
Sanciones contra Putin y Lavrov

La cascada de reacciones a nivel internacional no ha cesado. La Unión Europea prepara el endurecimiento del régimen de sanciones contra Rusia mediante la congelación de los activos del presidente ruso Vladímir Putin y de su ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, en el cargo desde 2004. Aunque no les será impuesta una prohibición a sus desplazamientos. Al tiempo que el ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, ha devuelto el debate de la exclusión de Rusia del sistema de conexión de transferencias SWIFT. Una vía aprobada por España pero vista con cierto escepticismo desde Alemania.

Esta misma tarde, Putin ha mantenido una conversación telefónica con el presidente chino Xi Jinping para discutir la situación en Ucrania. Sorprendiendo a los observadores y analistas, Pekín se ha puesto de perfil con respecto de la campaña rusa y ha defendido la vuelta a las negociaciones. Una recomendación que el propio Xi Jinping trasladó a Putin. Este dejó la piedra en el tejado de Ucrania, la ex república soviética a la que ahora chantajea.

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