Doha potencia a los competidores turísticos del país norteafricano con el objetivo de debilitar al presidente Kaïs Saied

Qatar riega de inversiones el sector turístico de Argelia para presionar a Túnez

photo_camera IMAGEN/ARCHIVO - El ministro de Turismo argelino, Yacine Hammadi, recibe al embajador de Qatar en Argel

La cadena hotelera catarí Retaj ha protagonizado esta semana la firma de un acuerdo marco entre Doha y Argel. El diminuto país del Golfo planea fortalecer sus inversiones en Argelia y reforzar el sector turístico de su principal socio en el Norte de África para que sea competitivo con sus vecinos. Está previsto que la compañía catarí desarrolle y explote en los próximos meses los servicios que viene ofreciendo la empresa estatal argelina Hôtellerie, Tourisme et Thermalisme (HTT, por sus siglas). 

Los representantes de los grupos argelino y catarí estamparon el lunes sus rúbricas ante las atentas miradas del ministro de Turismo argelino, Yacine Hammadi, el embajador de Qatar en Argel, Abdulaziz Ali Naama, el director del complejo hotelero, de Anouar Yacine Abdelouahed, y el jeque Nayef bin Eid Al Thani, representante de la cadena Retaj. Hammadi destacó después “la importancia de beneficiarse de la experiencia exitosa de Qatar” a la hora de atraer turistas

El acuerdo supone una amenaza frontal para los intereses de Túnez, cuya economía depende en gran medida de este sector. Si Argelia mejora su modelo turístico, Túnez recibiría menos visitantes anuales, lo que haría menguar sus ingresos turísticos y golpearía a las empobrecidas arcas del Estado en un momento extremadamente delicado. El Gobierno de Kaïs Saied busca a la desesperada cerrar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Fotografía de archivo el presidente de Túnez, Kais Saied (R), da la bienvenida al emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad al-Thani, a su llegada a la capital tunecina el 24 de febrero de 2020

Algunos analistas han interpretado la inversión en materia turística en Argelia como una represalia catarí contra Saied por no aproximarse a la órbita islamista que conforman Qatar, Turquía y, de forma menos asidua, Argelia. Este factor explicaría los recientes movimientos diplomáticos de Doha, que ha intentado estrechar relaciones con Argel y con Trípoli, controlada por el Ejecutivo del primer ministro Abdel Hamid Dbeibé, también de corte islamista. Qatar trata así de cercar a Saied. 

“Durante su campaña electoral, Saied fue tan enigmático para los tunecinos como para la comunidad internacional”, explica el analista Youssef Cherif en el Real Instituto Elcano. “Algunos le acusaron de estar del lado de Turquía y Qatar, otros de estar a favor de Emiratos Árabes Unidos y Egipto, mientras que otros llegaron a decir que era la marioneta de Argelia e incluso de Irán o Rusia”. Siguen sin adivinarse las intenciones del líder tunecino. 

Cherif recuerda que, tras la llegada al poder de Saied, “el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan visitó el país norteafricano con la esperanza de arrastrar a Túnez a su campaña libia. Saied también recibió la visita del emir qatarí Tamim bin Hamad Al Thani, que lo invitó a Doha. Pero rápidamente esta relación empeoró, ya que él y el líder de Ennahda, Rached Ghannouchi, no se llevaban bien”

“Qatar, que tradicionalmente rescata al país cuando las cosas se ponen difíciles, se abstuvo de ayudar cuando la economía se desintegró durante la pandemia del COVID-19. Y cuando los turcos criticaron la disolución del Parlamento en abril de 2022, las autoridades tunecinas contraatacaron airadamente. El mito de la «marioneta turco-qatarí» no resistió mucho tiempo”, añade Cherif.

Rachid Ghannouchi

Como consecuencia, las inversiones cataríes en Túnez cayeron en picado, sobre todo desde que el presidente tunecino se embarcó en su proyecto de reforma constitucional destinada a borrar todo el legado político construido por Ennahda. El 25 de julio de 2021, el profesor de Derecho dio un golpe de mano con la destitución del Gobierno y la disolución de un Parlamento que en ese momento presidía el líder de los islamistas, Rached Ghannouchi, la figura más próxima a Doha en la política interna tunecina. 

Saied se ha erigido como uno de los principales enemigos del islamismo político, y Qatar ha decidido responder. En Túnez, el presidente ha conseguido arrastrar el fenómeno a los márgenes del sistema. Amenazó incluso con eliminar el islam como religión del Estado en la nueva Carta Magna, alumbrada en julio del curso pasado, que le otorgaba poderes prácticamente ilimitados, sin contrapesos. Pero el artículo 5 del texto legal sostiene que Túnez es “parte de la Umma islámica” y que “corresponde sólo al Estado trabajar para lograr los propósitos del Islam preservando el alma, el honor, la propiedad, la religión y la libertad”. 

Y es que quizá el presidente tunecino no milite en el islamismo político, pero es un musulmán devoto que, de la misma forma que los votantes que le auparon como jefe de Estado tras las elecciones presidenciales de 2019, ha percibido a Ennahda como el principal culpable de la corrupción endémica y la crisis económica que ha asolado Túnez desde el estallido de la Primavera Árabe.

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