La idea de que las guerras del siglo XXI son diferentes a las del siglo XX ha sido debatida durante los últimos años tanto en el ámbito académico como en el político

¿Qué lógica hay detrás de los nuevos conflictos internacionales?

AFP/ CLAUDIO REYES - Manifestantes se enfrentan a la policía antidisturbios durante las protestas en Santiago, el 20 de octubre de 2019

“El orden global preestablecido durante el siglo XX fue diseñado para hacer frente a distintas tensiones interestatales o guerras civiles. La guerra entre estados-nación y las guerras civiles tenían una lógica determinada. La violencia del siglo XXI, en cambio, no encaja en el molde del siglo XX. Aunque los conflictos no han desaparecido, el éxito en la reducción de las guerras interestatales ha provocado que las demás formas de violencia o encajen ni de cerca en la clasificación de ‘guerra’ o ‘paz’, o en la de violencia ‘política’ o ‘criminal’”, advertía el Banco Mundial diez años después de que los atentados del 11 de septiembre hiciesen temblar los cimientos del sistema global que habíamos conocido hasta entonces. 

Durante los últimos años, la idea de que la violencia del siglo XXI es diferente a la de las guerras del siglo XX ha sido debatida, en repetidas ocasiones, tanto en el ámbito académico como en el político. La analista Mary Kaldor reflexiona en su artículo ‘In defence of new wars’ sobre el hecho de que los nuevos conflictos internacionales tienen lugar en áreas donde los estados autoritarios son débiles, en parte, como consecuencia de haberse abierto al mundo. 

“En esos contextos, la disociación entre lo estatal y lo no estatal, lo público y lo privado, lo externo y lo interno, lo económico y lo político, e incluso la guerra y la paz, se están desmoronando”, aseguraba la autora en 2013.  Esta dicotomía y la ausencia de unas instituciones capaces de encontrar cierta estabilidad ha provocado que, apenas seis años después, la insurgencia haya encontrado en países como Chile, Colombia e incluso en algunas áreas de Venezuela, un lugar en el cual campar a sus anchas. 

El presidente de Colombia, Iván Duque, habla junto a los comandantes de las fuerzas militares en Popayán, Colombia, el 12 de septiembre de 2019

Mary Kaldor fue una pionera en analizar lo que años más tarde conoceríamos como guerra híbrida, un término que, sin embargo, no termina de convencer a la autora. En esta investigación Kaldor asegura que las viejas y nuevas guerras se diferencias en una serie de elementos como sus actores, objetivos, métodos y formas de financiación. En cuanto a los actores, Kaldor explica que mientras los conflictos del siglo XX fueron peleados por las fuerzas armadas regulares de los distintos estados, las nuevas guerras son libradas por distintas combinaciones de redes de actores estatales y no estatales (paramilitares, señores de la guerra, paramilitares, etc.).

Otra de las principales diferencias tiene que ver con los objetivos que persiguen estos conflictos. “Las viejas guerras se libraron por intereses geopolíticos o por ideología como la democracia o el socialismo. En cambio, en el siglo XXI las nuevas guerras se libran en nombre de la identidad étnica, religiosa o tribal”, indica Kaldor. La política de identidad tiene, según la autora, una lógica diferente de la geopolítica o la ideología. En cuanto a los métodos, en los conflictos del siglo XX se conquistaban los territorios a través de ofensivas militares. En los conflictos híbridos que se han desarrollado durante las últimas décadas, los territorios se capturan a través del control de la población o por medios políticos. “La violencia se dirige en gran medida contra los civiles como forma de controlar el territorio, más que contra las fuerzas enemigas”, lamenta la autora.

Por último, las “viejas guerras” fueron financiadas por los propios estados, mientras que en la actualidad muchos de los conflictos se financian a través de métodos ilegales como el saqueo, el secuestro o el contrabando. “Mientras que las antiguas economías de guerra eran típicamente centralizadoras, autárquicas y movilizadoras de la población, las nuevas guerras forman parte de una economía abierta y descentralizada globalizada en la que la participación es baja y los ingresos dependen de la violencia continua”, advierte.

Sin embargo, la principal diferencia es que mientras los conflictos del siglo XX tenían como fin construir un nuevo modelo de Estado, las nuevas guerras persiguen disolverlo, sin tener un proyecto definido para cuando finalice la contienda, como hemos podido observar en Sudán. El aumento de la destructividad provocada por el desarrollo de la tecnología militar, la aparición de nuevas formas de comunicación como las redes sociales y la globalización han transformado los Estados y han cambiado el papel que estos juegan en relación con el crimen organizado. 

Sin embargo, gran parte de los autores que analizan este fenómeno coinciden en el hecho que los nuevos conflictos son una mezcla entre guerra (violencia organizada con fines políticos), crimen (violencia organizada con otro tipo de fines) y violaciones de los Derechos Humanos (violencia contra civiles). A pesar de existir esta distinción entre viejas y nuevas guerras, gran parte de la violencia contemporánea podría considerarse como insurgencia. La Mara Salvatrucha, por ejemplo, surgió en la década de los ochenta en California con el objetivo de cuidar a salvadoreños emigrantes y desde entonces se ha ido extendiendo por gran parte de Centroamérica. La inestabilidad económica, social y política que sufren países como Honduras o Guatemala ha provocado que los objetivos de esta pandilla criminal hayan ido transformándose con el paso del tiempo. 

La fuerza anti-pandillas de Honduras presenta a los miembros de la Mara Salvatrucha (MS-13) capturados en Tegucigalpa, el 20 de febrero de 2020
¿Qué es la insurgencia? 

La Publicación Doctrinal Contrainsurgencia (PD3-301) del Ejército de Tierra define la insurgencia como “el movimiento violento organizado que emprende una lucha prolongada con la finalidad de cambiar el orden político establecido”, tal y como recoge Javier Jordán en su artículo ‘Teoría de la insurgencia: concepto, fines y medios’. Así, la guerra contra las drogas de México o Colombia podría considerarse como una respuesta política y autoritaria a una insurgencia desarrollada durante las tres últimas décadas del siglo XX. 

Jordán considera que el objetivo de las actuales insurgencias es “hacerse con el control del Estado para implantar un sistema de político distinto”, algo que difiere del objetivo de las nuevas guerras analizado previamente. Por otro lado, las insurgencias que se han ido desarrollando durante los últimos años persiguen la “independencia nacional o creación de un nuevo estado independiente al anterior o la autonomía política local o tribal, generando o manteniendo una situación que escapa al control político estatal”. 

Tras crear su propia teoría de la insurgencia, Jordan asegura que para que esta aparezca tienen que existir una serie de condiciones como, por ejemplo, generar una “entidad política relevante que se oponga a la de la autoridad política a la que desafían”.  El pasado mes de octubre, durante las protestas en Chile, conocidas como el ‘Octubre Rojo Chileno’, cientos de personas salieron a la calle en distintas regiones del país, sobre todo en ciudades como Gran Valparaíso, Gran Concepción o Arica, para protestar contra el aumento de las tarifas del sistema público de transporte de Santiago. La entidad social y política que se desarrolló en Chile durante aquellos días fue capaz de enarbolar una causa política y atraer un gran número de partidarios comprometidos, dos de las otras características definidas por Jordan en su teoría. Asimismo, los grupos insurgentes tienen que ser capaces de “prevalecer sobre grupos rivales, contar con apoyo exterior e incluso tener un refugio”, según el autor. Una simple acción como el aumento de las tarifas en Chile provocó que apareciesen varios focos de protestas, saqueos y disturbios violentos a lo largo del país. Ante esta situación, el presidente, Sebastián Piñera, no tuvo más remedio que decretar el estado de emergencia y el toque de queda en varias regiones del país. 

Soldados de la fuerza aérea colombiana cachean a un hombre en Cali, Valle del Cauca

El que una insurgencia se prolongue o no en el tiempo depende, en parte, de la “capacidad que tenga el Estado en esos momentos y del nivel de democratización del sistema político donde pretende desarrollarse”, de acuerdo con Jordan. En Chile, el Ejecutivo de Sebastián Piñera ha anunciado una serie de medidas, conocidas como ‘Nueva Agenda Social’, y ha puesto en marcha una agenda de seguridad para evitar que se vuelvan a producir picos de violencia como el del pasado octubre. 

Sin embargo, la respuesta de los Estados no siempre puede poner fin a una insurgencia. Un ejemplo de ello es el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Colombia. Los cinco pilares de la actividad insurgente, según Jordán, son “la lucha armada, la propaganda, la asistencia social, el activismo social y político y las relaciones exteriores”. El ELN, al igual que la Mara Salvatrucha, ha ido transformando su objetivo social y político con el cambio del tiempo.

Esta organización guerrillera insurgente de izquierda revolucionaria cumple a la perfección con los cinco pilares de los que habla Jordan en su teoría. Aunque durante los últimos años sus actuaciones siguen siendo violentas, el ELN ha comenzado a sacar rendimiento a otro tipo de armas como las informativas. Por ejemplo, esta semana ha estado circulando un panfleto en redes sociales en donde el ELN advierte de que se decretará toque de queda en el país por la pandemia del coronavirus, según ha informado Radio Caracol. Sin embargo, las autoridades han explicado que este panfleto es falso y busca sembrar el miedo en la sociedad. 

Soldados y policías colombianos patrullan durante un “paro armado” de tres días en todo el país, convocado por las guerrillas del ELN en Medellín

Sea como sea lo que está claro es que el actual sistema global es herencia de la era de la globalización. De qué forma esta afectará al desarrollo de los Estados y a la posible aparición de insurgencia es algo que tendremos que analizar durante las próximas décadas, empezando por definir qué se puede considerar conflicto y qué no. La respuesta a este tipo de violencias dependerá principalmente de los Estados y de su capacidad de mediación. Mientras sigan existiendo conflictos como el de Siria o Libia tendremos que seguir buscando alternativas pacíficas a estos enfrentamientos y reflexionando sobre cuál es la lógica que hay detrás de los mismos. 

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