Crecen los temores de una escalada nuclear en el conflicto ruso-ucraniano tras las acusaciones de Shoigú sobre el uso de la bomba sucia por parte de Kiev

Qué es la “bomba sucia”, el nuevo pretexto para la escalada de la guerra en Ucrania

REUTERS/GLEB GARANINCH - Fotografía de archivo. Coches en llamas tras un ataque militar ruso, en el centro de Kiev, Ucrania, el 10 de octubre de 2022

Tenemos informaciones concretas sobre instituciones ucranianas y centros de investigación científica que disponen de las tecnologías que les permiten crear una bomba sucia. […] No es una sospecha vana”, sostenía este fin de semana el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú.

Unas declaraciones que han puesto en jaque a gran parte de la comunidad internacional occidental. Esto puede no ser más un “pretexto”, por parte de Moscú, para iniciar una escalada militar en toda regla, advirtieron, por un lado, Reino Unido, Francia y EE. UU. “Acusan a otros de lo que ellos mismos planean”, dijo por su parte Dmytro Kuleba, el titular de Exteriores ucraniano, que afirmó a través de su cuenta de Twitter que “la campaña de desinformación de Rusia sobre la bomba sucia podría tener como objetivo crear un pretexto para una operación de falsa bandera [una acción política o militar de la que se culpa a un oponente]”.

Y es que, en cualquier caso, el uso de una bomba sucia en el conflicto ruso-ucraniano podría significar una escalada de los enfrentamientos, haciendo crecer la amenaza de que alguna de las partes haga uso de armamento nuclear

La bomba sucia: un arma casi nuclear

El término “bomba sucia” es un concepto muy amplio que hace referencia a más de un tipo de arma. Bomba sucia se denomina a cualquier combinación de un explosivo convencional –como la pólvora, dinamita o TNT– con un elemento radiactivo –ya sea de fuentes de isótopos de plutonio, radio, cesio, cobalto o selenio, en forma de polvo o de perdigones con carga radiactiva– para contaminar con materiales radiactivos el aire de una zona amplia. De ahí el calificativo “sucia”. 

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Este tipo de arma, que también se conoce bajo el nombre de dispositivo de dispersión radiológica (RDD, por sus siglas en inglés), no está considerada como una bomba nuclear en sentido estricto, ya que no provoca una explosión atómica. Sin embargo, sus efectos son igualmente peligrosos: a causa de la explosión convencional, los materiales radiactivos se dispersan por el territorio, contaminándolo y convirtiéndolo en peligroso para sus habitantes, tal como advierte en su web el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. 

La principal consecuencia de la bomba sucia, según el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), es “el pánico y las alteraciones sociales”, que son equiparables a los provocados por “un acto de terrorismo”. Pero, aunque los materiales radiactivos extendidos por la explosión –muy posiblemente– no creen la exposición suficiente para causar enfermedades graves inmediatas (salvo aquellas personas que se encontraban muy cerca del lugar de la explosión, que también pueden verse afectadas por las lesiones características de cualquier detonación), sí que pueden resultar perjudiciales para la salud si las partículas radiactivas se inhalan o se consumen a través de alimentos contaminados. Para protegerse, la población habría de alejarse del territorio contaminado y resguardarse de una exposición externa. 

Por ello, el segundo de los efectos más importantes de este tipo de arma es la cantidad de recursos económicos y de tiempo necesarios para desinfectar el área afectado, que puede ser mayor o menor en función del volumen de explosivos, de la cantidad de material radiactivo y de las condiciones atmosféricas, entre otros factores. 

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¿Tiene sentido un ataque de falsa bandera?

A pesar de que –como en todos los conflictos bélicos– la autoría de los ataques contra tropas y población civil es siempre susceptible de ser cuestionada, en este caso, el empleo de una bomba sucia difícilmente podría beneficiar a alguna de las partes. Ya fuese utilizada en una operación rusa de falsa bandera, o como arma de defensa por parte de Ucrania. 

Si la teoría del Kremlin fuese cierta y Kiev estuviese considerando utilizar bombas sucias con material radiactivo en su interior, el Gobierno de Volodímir Zelenski se arriesgaría entonces a perder el apoyo de sus aliados y podría ver desvanecerse cualquier posibilidad de recibir nuevos envíos de armamento y de ayuda militar occidental. Además, y según varios analistas, este ataque afectaría de manera negativa a la confianza del pueblo ucraniano en las autoridades, pues podría llegar a causar cientos de heridos entre su propia ciudadanía. 

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Por otro lado, para Rusia este es un riesgo que tampoco merecería la pena. “Nadie se dejaría engañar por el intento de utilizar esta acusación como pretexto para una escalda. […] Rechazamos cualquier pretexto para una escalada por parte de Rusia”, dejaron claro Londres, París y Washington a través de un comunicado conjunto. Lo que evidencia que, ante la posibilidad de que Moscú llevase a cabo una operación de falsa bandera en suelo ucraniano, los aliados de Kiev no harían más que fortalecer su respaldo al Gobierno de Zelenski con nuevos envíos de armas, inteligencia y sanciones para hacer frente a la ofensiva rusa. 

En cualquier caso, es una estrategia que difícilmente llevaría el conflicto a otro lugar que no fuese un paso más cerca del enfrentamiento nuclear

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Una amenaza nunca materializada 

Hasta la fecha, la bomba sucia no se ha empleado en ningún escenario real en que hubiese civiles expuestos. En el año 1987, la República de Irak realizó las pruebas de explosión de una bomba radiactiva de este tipo de cerca de una tonelada, pero descartó la idea de utilizarla porque los niveles de radiación que generaba eran demasiado bajos. Anteriormente Estados Unidos también había barajado su utilización durante la guerra de Corea, entre 1950 y 1953. Y en 1995, los rebeldes chechenos, en Rusia, colocaron uno de estos explosivos en el parque Izmailovsky de Moscú, aunque nunca llegaron a detonarlo. 

A día de hoy, solo algunos grupos terroristas –principalmente islamistas radicales y supremacistas de EEUU– se plantean su uso, tal como lo ejemplifican las declaraciones de decenas de detenidos de Al-Qaeda en prisiones estadounidenses, que afirman conocer la existencia de estas bombas sucias.

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