El ex primer ministro negocia la formación de su sexto gobierno con la derecha radical de Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir

¿Qué es Sionismo Religioso?: la llave de Netanyahu para recuperar el poder en Israel

photo_camera AFP/GIL COHEN-MAGEN - Itamar Ben-Gvir, legislador israelí de extrema derecha y líder del partido Otzma Yehudit (poder judío), y Bezalel Smotrich, legislador israelí de extrema derecha y líder del Partido Sionista Religioso, asisten a un mitin con partidarios en la ciudad de Sderot, al sur de Israel, el 26 de octubre de 2022

Sionismo Religioso es la única opción de Bibi para alcanzar la mayoría en la Knesset y gobernar.

Benjamín Netanyahu abandonó la oficina del primer ministro en junio de 2021 por primera vez en 12 años. El político que durante más tiempo ha ocupado el cargo en la historia de Israel tuvo que ponerse el traje de líder de la oposición después de ver cómo ocho formaciones heterogéneas formaban una coalición inédita para desalojarle del poder. No era la primera vez que ejercía como tal, entre 2005 y 2009 fue la punta de lanza contra el Gobierno de su antiguo socio, Ehud Olmert. Tampoco era ni mucho menos la primera vez que dejaba la jefatura del Ejecutivo, el líder laborista Ehud Barak forzó su retirada momentánea de la política tras derrotarle en los comicios de 1999. 

Pero las elecciones del pasado 1 de noviembre, las quintas en menos de cuatro años, volvieron a dar una nueva oportunidad a este animal político de siete vidas. Su partido, el conservador Likud, obtuvo 32 escaños en la Knesset (Parlamento) con más del 23 % de los votos. Fue la lista más votada por delante del centrista Yesh Atid (Hay Futuro), la plataforma del primer ministro saliente Yair Lapid, unas cifras que le sitúan en una posición privilegiada para liderar el próximo gabinete. El mandato de las urnas consumaba la vuelta del rey Bibi, el apodo familiar por el que es conocido por seguidores y detractores. 

Elecciones Israel

Netanyahu, sin embargo, no ha sido el principal ganador de estas elecciones. Los focos apuntan a Sionismo Religioso, una alianza de derecha radical integrada por los partidos Sionismo Religioso y Otzma Yehudit (Poder Judío), además de Noam, una formación marginal abiertamente homófoba. De corte ultraortodoxo, populista y, según sus críticos, supremacista judía, la lista se convirtió en la tercera fuerza parlamentaria. Será la llave para formar gobierno. En apenas un año, ha pasado de obtener 225.000 votos a casi el doble, unos 516.000, aglutinando ocho escaños más que en marzo de 2021. Su ascenso meteórico les hizo conseguir 14 plazas en la Knesset para el bloque encabezado por Bibi, que suma en total 64 de los 120 asientos del Parlamento, tres por encima de la cifra mágica de 61 que marca la mayoría.

Las encuestas vaticinaban una carrera ajustada entre Netanyahu y Lapid. El escenario más probable conducía hacia una enésima repetición electoral, pero el mensaje de las urnas señaló en otra dirección. Los más de 4 millones y medio de votantes pusieron de relieve el respaldo mayoritario al bloque de la derecha. Con una participación superior al 70 %, la más alta desde 2015, el electorado israelí puso en manos de Netanyahu todas las papeletas para gobernar. En consecuencia, el presidente Isaac Herzog inició la ronda habitual de consultas con los distintos líderes políticos para decidir a cuál de ellos encomienda formar el próximo gabinete. El jefe de Estado espera concluir este viernes el proceso y “encargar el domingo la formación de Gobierno”.

Sionismo Religioso
Anuncio inminente

Herzog, derrotado en los comicios de 2015 precisamente a manos de Netanyahu, habría promovido la formación de un Gobierno de Unidad que integrara a las listas del hasta ahora ministro de Defensa, Benny Gantz, y del premier saliente, Yair Lapid, para desplazar así a la derecha radical. En público, ambos líderes rechazaron de plano la proposición y la oficina presidencial se apresuró a desmentir las informaciones. “No es ningún secreto que siempre he creído y sigo creyendo en la unidad, pero no he actuado y no actúo para impulsar la formación de un Gobierno u otro”, aseguró el presidente. Dejaría el asunto “en manos del sistema político”. 

La única opción posible pasa por incorporar a Sionismo Religioso en un Consejo de Ministros en el que también estarán presentes las formaciones ultraortodoxas de Shas y Judaísmo Unido de la Torá, miembros habituales en los Gobiernos del Likud. Netanyahu es consciente y por eso inició las rondas de diálogo informales con las cabezas de lista de la coalición radical, Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir. No así con el líder de Noam, a quien convocó después en solitario tras ver amenazado su apoyo al bloque. Antes de que acabe el año, Bibi formará Gobierno, “el resto es ruido de fondo”, informa el periodista Amit Segal citando a fuentes presentes en las negociaciones. 

Netanyahu Herzog

Así las cosas, Netanyahu tendrá que andar con pies de plomo. Por primera vez, su formación no ocupará el centro de la coalición. “Si en gobiernos anteriores Netanyahu siempre traía un partido de centro para ampliar la coalición y era el que impedía la plena aplicación de las políticas de derechas, esta vez el primer ministro designado recibe una coalición de derechas completa”, señala en conversación con Atalayar Shirit Avitan Cohen, la corresponsal política del diario hebreo Globe

En sus cinco gabinetes anteriores, el líder del Likud buscó asociarse con perfiles moderados para equilibrar la balanza. Lo hizo en 2009, cuando pudo haber gobernado con holgura de la mano de las formaciones ultraortodoxas, pero decidió acoger al laborista Barak en su segundo gabinete. También lo hizo en el tercero, dando cabida al centrista Yesh Atid de Lapid y al liberal Hathuna de Tzipi Livni, a quienes entregó las carteras de Finanzas y Exteriores, respectivamente. En el cuarto, recurrió a los socioliberales de Kulanu. Y en el quinto y último, firmó un acuerdo de rotación en el cargo de primer ministro con el también centrista Benny Gantz. 

Los ultraortodoxos nunca salieron de la ecuación, pero esta vez Netanyahu tendrá que contar con nuevos compañeros de viaje que orillarán al Likud al ala izquierda del Gobierno. Bibi tendrá que ceder carteras importantes a los cuadros de Sionismo Religioso dada su abultada aportación a la mayoría, todo ello sin irritar a los miembros de su propio partido. La mano derecha del líder vitalicio del Likud, Yair Levin, conduce con cierta discreción las conversaciones con los números uno y dos de la lista conjunta de la derecha radical. Netanyahu quiere mantener los Ministerios clave de Defensa, Exteriores y Finanzas, pero sus socios miran más allá. No solo quieren espacio en el gabinete, sino fijar políticas. 

Muro de las Lamentaciones

Smotrich y Ben Gvir tampoco se fían de los cantos de sirena de Bibi. En el pasado, el curtido líder del Likud se ha aprovechado de sus socios de Gobierno y ha acabado tumbándoles con sus hábiles maniobras de poder. Los últimos afectados fueron precisamente Gantz y Lapid. Por ese motivo, Smotrich y Ben Gvir exigen compromisos por escrito antes de certificar su adhesión. No lo tendrán fácil. “No hay que suponer en absoluto que el Gobierno estará bajo el control de Ben Gvir y o Smotrich, que son novatos”, escribe el analista Elliott Abrams en Council of Foreign Relations. “Además, aunque se unieron para presentarse a estas elecciones, en realidad proceden de partidos distintos y pronto podrían ser rivales. Si a Netanyahu le resulta útil que esto ocurra, tiene las mañas para fomentarlo”. 

Tras los pasos de Sionismo Religioso

¿Qué defiende exactamente Sionismo Religioso y por qué infunde tanto miedo a una parte de la sociedad israelí? La coalición de derecha radical concurrió unida a las elecciones con el cometido de defender tres líneas de acción claves: la anexión de los asentamientos de Cisjordania, la expulsión de los solicitantes de asilo y los inmigrantes “en situación irregular”, y la reforma de la carrera judicial. Destacan además sus posiciones ultranacionalistas y su retórica belicista, así como su intolerancia contra la comunidad LGBT, aunque las cabezas de lista hayan tratado de moderar su perfil en los últimos años. 

El analista David E. Rosenberg escribe en Foreign Policy que las raíces de Sionismo Religioso “se encuentran en una política aún más extrema que la que hoy vende a los votantes”. “A medida que la alianza ha ido ganando fuerza, ha tratado de limar sus aristas más ásperas, pero nunca ha renunciado del todo a ellas”. El periodista y miembro adjunto del Instituto Washington Neri Zilber, radicado en Tel Aviv, añade en conversación telefónica con Atalayar que “en términos generales, quieren reforzar el carácter judío de Israel”, un plan que pasa por desposeer de algunos derechos a un amplio sector de la sociedad israelí. 

Elecciones Israel

Detrás de las controvertidas siglas se encuentra el tándem Smotrich-Ben Gvir. El primero, cabeza de lista, lidera la formación Sionismo Religioso; el segundo, su número dos para las elecciones del pasado 1 de noviembre, encabeza el partido Poder Judío. Proceden de tradiciones políticas distintas que, en la actualidad, convergen en casi todas sus reivindicaciones. Pero no son ni mucho menos iguales, existen matices y diferencias que Netanyahu puede aprovechar para apaciguarlos. Zilber cree que “será difícil”, y anticipa que “habrá tensiones dentro del Gobierno”.

Bezalel Smotrich es hijo de un rabino ortodoxo que creció en un asentamiento en los Altos del Golán. Acreditado como abogado a pesar de no haber terminado sus estudios, decidió ingresar de forma voluntaria en las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) a la edad de 28 años, pero lo hizo como jobnik, un término peyorativo utilizado en Israel para describir a aquellos alistados que acaban realizando trabajos de oficina dentro del Ejército. Tras esa experiencia decidió dar el salto al activismo y de ahí a la arena política.

Ultraortodoxos elecciones Israel

Smotrich es un viejo conocido de Bibi. Ocupó por unos meses la cartera de Transportes durante su cuarta etapa como primer ministro, pero se produjo un fuerte encontronazo entre ambos cuando el entonces ministro cargó con dureza contra Netanyahu, a quien llegó a calificar de “líder débil” en el lanzamiento de la coalición derechista Yamina, rival directo en las urnas del Likud. Era su jefe, por lo que tuvo que disculparse para mantenerse en el cargo. Aquel episodio parece ya olvidado, aunque en esta campaña electoral han trascendido desencuentros entre uno y otro. 

Entre sus principales exigencias se encuentra la de reformar el Poder Judicial, al que acusa de interferir en las decisiones de la Knesset “en favor de la izquierda y las minorías árabes”. Cabe señalar que Israel no tiene una Constitución escrita que limite la acción de la Justicia. En su lugar, existen determinadas leyes y derechos fundamentales que gozan de un estatus semiconstitucional. Los jueces del Tribunal Supremo, la más alta magistratura del país, se eligen a sí mismos de forma directa e indirecta, y suprimieron la inmunidad parlamentaria de los diputados. 

Fuerzas de Defensa Israelíes

“Sionismo Religioso dice que quiere «reformar» el sistema judicial, despojar al Tribunal Supremo de sus prerrogativas, entre otras cuestiones, porque no quiere que la Justicia limite sus movimientos como lo ha estado haciendo hasta ahora”, explica Zilber. Rosenberg también sostiene en su análisis que el interés real de la formación es “proteger a los extremistas judíos ante la ley”. Pero sus pretensiones no se quedan ahí, sino que también apuestan por eliminar el delito de abuso de confianza del código penal, una petición recurrente a ambos lados del espectro político por no ser lo suficientemente precisa. 

La coalición de derecha radical recoge lo siguiente en su programa electoral: “El delito de abuso de confianza se ha abstraído para significar casi cualquier cosa que los tribunales no aprueben y proporciona la base legal para acusar a los funcionarios públicos por una serie de comportamientos que no constituyen realmente un abuso de confianza en absoluto”. El propio Netanyahu ha sido acusado por abuso de confianza en uno de sus múltiples problemas con la Justicia. Podría sortear el caso si finalmente aprueba su eliminación del código penal. 

Itamar Ben Gvir, la verdadera amenaza

Quien levanta mayores suspicacias es el número dos de la lista de Sionismo Religioso, Itamar Ben Gvir. Este abogado de profesión nació en el seno de una familia laica de padres judíos iraquíes en 1976. La Primera Intifada (1987-1993) radicalizó a aquel joven, que pronto encontró cabida en círculos de extrema derecha próximos a las tesis de Meir Kahane, un rabino estadounidense cuyo discurso racista le hizo ser expulsado de la primera línea política en 1988 y asesinado dos años más tarde. Sus vínculos con el kahanismo, para el que ejerció como coordinador de las juventudes, le eximieron de realizar el servicio militar obligatorio. 

Itamar Ben-Gvir

Es sabido que durante años colgó en su salón la fotografía de Baruch Goldstein, el miembro del partido Kah que protagonizó la masacre de Hebrón de 1994. Goldstein asesinó a 29 musulmanes que oraban en la Tumba de los Patriarcas, un lugar sagrado tanto para los judíos como para los musulmanes. Ben Gvir no retiró su retrato hasta 2020. El hoy líder del radical Poder Judío fue, además, uno de los promotores del clima de hostilidad que desembocó el asesinato del ex primer ministro laborista Isaac Rabin a manos de otro extremista, Yigal Amir, tras la firma de los Acuerdos de Oslo. 

“Escucho a todos los que sacan a relucir los temas del emblema en el coche de Isaac Rabin ¡hace 27 años! y el cartel de Baruch Goldstein. Pero permítanme recordarles el largo camino que he recorrido desde entonces y cómo he cambiado: he madurado, me he moderado y he llegado a comprender que la vida es compleja”, escribió Ben Gvir en una columna de opinión publicada en el diario Israel Hayom, el más leído en Israel. “Mis hermanos de izquierda, dadme una oportunidad. Si nos dejáis acercarnos, si escucháis lo que tenemos que decir, descubriréis que todos somos hermanos. Descubriréis que estamos de acuerdo en el 90 % de las cuestiones”.

Itamar Ben-Gvir

Pero su inminente aterrizaje en el gabinete infunde temor incluso al presidente Herzog. En una reunión celebrada el miércoles y retransmitida online en aras de la transparencia entre el jefe de Estado y dirigentes del Likud, pronunció sin querer a micrófono abierto que “el mundo entero” está preocupado por el papel de gobierno que desempeñará. Netanyahu le abrió la puerta y él aspira a ocupar el Ministerio de Seguridad Pública, al cargo de la Policía. Ben Gvir tiene antecedentes penales. Ha sido denunciado más de medio centenar de veces y ha recibido ocho sentencias condenatorias por provocar disturbios, vandalismo, incitación al racismo y apoyo a una organización terrorista. 

Auge de la derecha radical

“El partido Sionista Religioso obtuvo un resultado impresionante como reacción al Gobierno saliente. Sus votantes proceden también de las ciudades periféricas de Israel, donde tradicionalmente han votado al Likud en demanda de políticas de derecha más definidas. Pero incluso en las zonas establecidas, como los kibbutzim [comunas agrícolas], donde votaban al Partido Laborista y al partido del ministro de Defensa [Benny] Gantz, pasaron a votar al Sionismo Religioso”, explica Avitan Cohen. “La razón del aumento del voto a Ben Gvir y Smotrich en las zonas identificadas con el centro y la izquierda política de Israel es el terrorismo agrícola que perjudica los campos de los residentes y la falta de capacidad del Gobierno saliente para responder al fenómeno”. 

“Hay tres motivos que explican el auge de Sionismo Religioso. El primero y más importante es el propio Netanyahu. El ex primer ministro promovió la unión de las tres listas a su derecha [Sionismo Religioso, Poder Judío y Neom] porque concurriendo en coalición conseguirían más votos. Netanyahu, además, legitimó sus ideas ante la opinión pública. El segundo es la reacción adversa de la sociedad ante el Gobierno de Bennett y Lapid. La derecha israelí lanzó una campaña muy agresiva contra ellos y les colgó la etiqueta de ilegítimos. El tercero es el contexto de enfrentamiento entre israelíes y palestinos que se desató en mayo de 2021. Se registraron cotas de violencia muy elevadas en el interior del país y la población israelí vio peligrar su seguridad. En Bibi veían a un hombre fuerte”, enumera Zilber. 

Lapid Bennett Abbas

Rosenberg destaca la dinámica de normalización o aceptación en el debate público de sus ideas: “El discurso político se ha vuelto más crudo y menos comprometido, en parte debido a la estrategia de Netanyahu de deslegitimar el centro y la izquierda, y en parte debido al auge de las redes sociales y al poder decreciente de los medios de comunicación”. En este último punto radica sin embargo buena parte del éxito. Ben Gvir concentró más 100 horas de emisión en antena en todo 2021, superando las cifras del resto de los políticos, según los datos de la ONG Darkenu. Sin ir más lejos, el día antes de las elecciones fue entrevistado hasta en cuatro ocasiones por un solo canal de televisión. 

Parece haber influido también el sentimiento de orfandad que provocó en buena parte del electorado conservador la formación del Gobierno en junio de 2021 entre el candidato del derechista Yamina, el líder colono Naftali Bennett, que sería después primer ministro, y el partido árabe islamista Ra’am de Mansour Abbas. Netanyahu intentó esta vez algo parecido, pero Smotrich le cerró el paso, algo que atrajo a muchos nuevos votantes de Sionismo Religioso. Preguntado por la supuesta absorción de votos de la derecha radical al Likud, Zilber señala que “el voto de la derecha es muy fluido. Lo que hemos visto es que el Likud no ha perdido poder”. 

Escenario incierto

¿Conseguirá Israel la ansiada estabilidad después de cuatro citas electorales en menos de cuatro años? “No, es una ilusión”, responde con resignación Zilber. “Las medidas que saquen adelante generarán una fuerte reacción en la mitad de la población que no votó por ellos”. Avitan Cohen cree que Netanyahu “trabajará para mantener el statu quo, por un lado, pero promoverá programas de gobernanza y reformará el sistema judicial, por otro”. “A pesar de los elementos religiosos en el Gobierno, es probable que los temas objeto de crítica global queden fuera de la mesa de reformas del gabinete que se establezca”. 

Biden Bennett Lapid

En el tintero quedan las tensas relaciones con la Administración Biden en Estados Unidos, que encontró en Lapid a un aliado constructivo para sus planes en Oriente Medio. Otro aspecto para tener en cuenta será la evolución de la causa palestina, ¿se verían resentidos los cimientos de los Acuerdos de Abraham si los miembros de Sionismo Religioso echan leña al fuego y reavivan la disputa? ¿Seguirá en pie, por otra parte, el acuerdo de delimitación marítima con el Líbano? ¿Y se recrudecerá el enfrentamiento a escala regional con Irán más allá de su negativa sobre la fallida reedición del acuerdo nuclear? Solo el tiempo y la habilidad de Bibi despejarán las dudas. 

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