Grecia ha anunciado que no aceptará ninguna solicitud de asilo durante un mes

Refugiados: qué está ocurriendo realmente en la frontera turca

photo_camera PHOTO/MAIXA ROTE - Refugiados en Pazarkule-Kastaníes (Turquía)

Crónica desde Pazarkule-Kastaníes (Turquía), puesto fronterizo con Grecia

Hay humo. Mucho humo. Cientos de hogueras crepitan emitiendo chisporroteos en el campamento que se ha formado en el tramo que separa Grecia de Turquía. Respirar en aquella atmósfera se ha vuelto casi un reto, pues la humareda lleva a los pulmones tan solo aire chamuscado. Cada bocanada trae consigo una sensación ineludible de ardor y unas ganas incesantes de toser. Y en derredor, multitud de miradas observan con cansancio. Hay más de 3000 personas disgregadas en la explanada que se extiende frente al puesto fronterizo de Pazarkule-Kastaníes, donde las autoridades griegas han improvisado una valla de alambre para impedir el paso. 

Así, la onda expansiva que se ha generado tras los ataques en la provincia siria de Idlib la noche del pasado jueves, ha traído consigo una movilización masiva a lo largo del país euroasiático. El Gobierno de Erdogan afirmaba, implícitamente, que no obstaculizaría a quienes desearan cruzar hacia Europa: “Nuestra política sobre los refugiados es la misma de siempre, pero la situación es la que es. Actualmente no estamos en posición de parar a los refugiados”, comunicaba el portavoz del AKP, Ömer Çelik. Con esta sentencia, el eco de las constantes amenazas presidenciales respecto a la gestión migratoria, vuelven como un boomerang. Con el aliciente del fin del acuerdo anti-migratorio de 2016 firmado con Bruselas, se cumple la advertencia: “a partir de ahora, ya no cerraremos la frontera”, que tanto se había repetido. Los dichos se han convertido en hechos. Al fin y al cabo, Turquía ya acoge a más de 3,7 millones de refugiados en su demarcación. 

Refugiados sirios en Pazarkule-Kastaníes (Turquía)

La ebullición tras estas palabras se ha dado a través de Facebook, Twitter y del llamado “boca a boca” callejero, provocando que la noticia se extendiera como la pólvora. Menos de 24 horas después de que el ejército turco se enfrentara a las fuerzas de Bachar al-Asad, miles de refugiados ya se estaban trasladando con celeridad al área limítrofe con Grecia y Bulgaria. Algunos en taxi, otros a pie; pero la gran mayoría de los que han accedido a la frontera lo han hecho gracias a los autobuses que -extraoficialmente- ha financiado Ankara. 

De este modo, a primera hora de la mañana del viernes, varios distritos de Estambul ya estaban fletando docenas de autobuses para trasladar a sirios, afganos, iraníes y somalíes, a las zonas de interés. Las caras que se encontraban en aquellos lugares reflejaban alegría, esperanza. Cada vez que uno de los automóviles abandonaba el punto de encuentro, quienes todavía esperaban su turno lanzaban vítores al aire y desde su interior, varias manos se agitaban, saludando con insistencia y transmitiendo un mensaje muy claro: “Tenemos una oportunidad, por fin vamos a ser felices, por fin vamos a descansar”, tal como dijo Isam, que venía desde Damasco. 

Refugiados en Pazarkule-Kastaníes (Turquía)

Sin embargo, las esperanzas gestadas por el Gobierno turco, se han precipitado hacia el vacío con prontitud en cuanto han llamado a la puerta de la salvaguarda europea, que ha cerrado taxativamente su frontera. La alegría se ha evaporado. Todos ellos se han convertido en marionetas, bailando al son del juego político que han desencadenado los sucesos en la “zona de desescalada”. El presidente de Turquía ha querido cubrir sus flancos y conmina a la Unión Europea, a través de la presión en su frontera, a que se implique activamente en la crisis humanitaria. 

Ahmed, un refugiado proveniente de una zona cercana al Éufrates, contempla el suelo con resignación frente a uno de los muchos fuegos encendidos: “Todos creíamos que teníamos una oportunidad. Pequeña. Pero ahí estaba”. Levanta la vista, revelando sus ojos, enrojecidos e irritados como consecuencia del gas lacrimógeno con el que han respondido las autoridades griegas. Alrededor, diversas familias, con niños de corta edad, descansan en la planicie, con la mirada perdida. No se oyen risas. El gas, las bombas de sonido y los disparos al aire les han dejado claro que no podrán cruzar hacia Grecia. 

Refugiados sirios en Pazarkule-Kastaníes (Turquía)

Un gran número de manos se acercan a las llamas, intentado encontrar una ligera sensación de calor, por mínima que sea. Los cuerpos se juntan y se abrazan, buscando consuelo los unos con los otros, pero sin interactuar realmente con los desconocidos. Al miedo por los sucesos se le une el miedo por los demás. Se oyen discusiones. Muchos de ellos intentan descansar al raso con la capucha ocultando su cabeza. Sus ropas se encuentran llenas de barro, como motivo de la acometedora tormenta que se produjo durante la noche. “No hay nada que podamos hacer, más que esperar y rezar”, continúa Ahmed. Él, al igual que un gran número de los presentes, lleva varios años malviviendo en Estambul, intentado sobrevivir como buenamente se lo permitían las circunstancias. “Quiero llegar a Alemania y trabajar allí. Es mi sueño”.

Tras casi 24 horas de angustiosa espera y de resistencia ante la coyuntura política y social, varios camiones se han situado cerca de la zona de “acampada” y han comenzado a repartir alimento y agua. Se han formado largas colas de personas cuyos pies repiqueteaban en el suelo por la excitación de la pequeña chispa de luz que ello ha significado. ACNUR y La Media Luna Roja han sido los principales promotores de esta asignación, aunque también se han instalado algunos puestos de atención sanitaria organizados por el Gobierno de Turquía. 

Ya a domingo, muchos de los refugiados que resistían en Pazarkule y otros puntos de la frontera, han abandonado su puesto y han decidido volver a Estambul. Otros aprovechan el caos que agita el área greco-turca y continúan con perseverancia, en busca de un punto débil en las fuerzas del Ejército de Grecia para acceder a lo que mal-llamaban la “zona segura”.

Refugiados sirios en Pazarkule-Kastaníes (Turquía)
La respuesta de Europa

La gran avalancha de refugiados que intentan cruzar hacia suelo europeo ha pillado desprevenidos a Bulgaria y Grecia, siendo esta última la que más revuelo ha generado y la que ha tenido que hacer frente al mayor flujo de tentativas por alcanzar el territorio heleno. Tanto por tierra como por mar, miles de personas han dejado todo atrás y buscan desesperadamente encontrar un rayo de esperanza en su perspectiva de futuro.

Desde la costa mediterránea de Turquía, en la provincia de Esmirna, docenas de botes improvisados han trasladado precariamente a lo que ya se ha convertido este domingo en miles de refugiados. A pesar de ello, las cifras oficiales del Gobierno griego recogen únicamente la entrada ilegal de 66 personas. Asimismo, un portavoz de la Guardia Costera ha comunicado a EFE que “estamos reforzando nuestras defensas por tierra y mar, se están desplegando más fuerzas policiales en Evros y en las islas operan actualmente 52 buques de la Armada”.

Por otra parte, mientras en la frontera terrestre al norte del que fuera el Imperio Otomano la respuesta se ha dado a base de gas lacrimógeno, bombas de sonido y disparos al aire; desde la isla griega de Lesbos se ha procedido a destruir los botes que llegaban al litoral y se han pertrechado miles de guardas fronterizos para evitar el acceso al país. Muchos testigos y periodistas de la zona afirman que diversos grupos racistas han emprendido a golpes contra los refugiados y fuentes no oficiales han compartido vídeos de cómo uno de los centros de ACNUR, que servía como punto de acceso para los recién llegados, arde en llamas. 

Al mismo tiempo, el campo de refugiados de Moria, que se encuentra en la isla, se enfrenta a una crisis humanitaria todavía peor que la que ya encaraba con anterioridad: pese a poseer una capacidad para 3000 personas, actualmente 21000 viven en sus inmediaciones y con la llegada de los botes, se espera una congestión todavía mayor con suministros absolutamente insuficientes.   

Refugiados sirios en Pazarkule-Kastaníes (Turquía)
Grecia denegará cualquier solicitud de asilo durante 1 mes

El primer ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, ha comunicado este domingo a través de su cuenta de Twitter que: “Nuestro consejo de seguridad nacional ha tomado la decisión de aumentar al máximo el nivel de disuasión en nuestras fronteras. A partir de ahora no aceptaremos ninguna nueva solicitud de asilo durante 1 mes. Invocamos el artículo 78.3 del TFUE para garantizar el pleno apoyo europeo”. 

De esta manera, el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea recoge en el punto citado que: “Si uno o varios Estados miembros se enfrentan a una situación de emergencia caracterizada por la afluencia repentina de nacionales de terceros países, el Consejo podrá adoptar, a propuesta de la Comisión, medidas provisionales en beneficio de los Estados miembros afectados. El Consejo se pronunciará previa consulta al Parlamento Europeo”. Lo que se puede intuir a partir de esta declaración y de la consecución del artículo pertinente es que no existe ninguna intención de ceder a la presión migratoria y que las medidas que se emplearán para enfrentar a la crisis serán meramente “provisionales” y bajo la finalidad de reducir el pico de desequilibrio. 

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