La exposición en Centro Sefarad construye por primera vez una narrativa única a través de las reproducciones de las obras del gran pintor barroco

Rembrandt retrata el mundo judío

PHOTO/ARCHIVO - Exposición de la obra de Rembrandt en el Centro Sefarad de Madrid

Las numerosas retrospectivas celebradas en todo el mundo sobre uno de los grandes genios de la pintura han abordado  sus facetas más conocidas, resaltando sobre todo la de impresionante retratista. La que ahora se presenta en el Centro Sefarad de Madrid es en cambio una exposición divulgativa que pretende construir, por primera vez, una narrativa única a través de la exhibición de reproducciones de las obras más desconocidas del pintor barroco y su asociación con el mundo judío. Rembrandt está considerado como el pintor no judío que mejor ha captado el alma judía en sus obras. O, por decirlo con palabras de Jaim Najman Bialik, “este genio talentoso ha captado milagrosamente el núcleo del alma hebrea, como ningún otro pintor”.

La llegada a Ámsterdam de Rembrandt y su instalación en el barrio de Vlooienburg, convirtió a éste en el escenario de la amistad y relación de Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669) con muchas familias sefardíes y askenazis. Ámsterdam se convirtió en uno de los mayores refugios de la diáspora sefardí y en un próspero mercado internacional. Aquel floreciente Siglo de Oro neerlandés fue un excelente mercado para el intercambio artístico tan pronto como dejó de estar en vigor la prohibición de la vida judía en los Países Bajos, decretada por el emperador Carlos V.

Rembrandt

Vlooienburg se convirtió casi de golpe en el barrio más rico y elitista de Ámsterdam, y Rembrandt pudo retratar, por iniciativa propia o por encargo, a los personajes más influyentes y pudientes de aquella sociedad. Pocas familias podían permitirse el lujo de pagar 500 florines por un retrato, según nos cuenta en la presentación la comisaria de la exposición e historiadora del arte Alba Carballeira.

Ella misma destaca que la casa y taller de Rembrandt, en el número 4 de la calle Breestraat, no solo la convirtió en lugar de trabajo y encuentro sino también en el escaparate de su obra. Tuvo de inquilinos a los mercaderes judíos Jacob y Samuel Pereira, cuyos relatos le llevaron a su conocida fascinación por el mundo judío. Basta cotejar la lista de los apellidos de sus principales amistades de entonces, Pinto, Pereira, Rodrigues, Bueno…, para saber que buena parte de todos ellos procedían de Portugal y España.

Rembrandt

Entre las obras mostradas, los grabados merecen una especial atención. Arguye la comisaria Carballeira que el virtuosismo de los pinceles de Rembrandt opacaron su valiosa aportación a la innovación en su técnica. Rembrandt no solo experimentó con los materiales utilizados para sus grabados, sino que también halló el modo de reelaborar sus imágenes durante el proceso de impresión, lo que en su tiempo era tan inaudito como revolucionario.

La selección de grabados muestra obras poco conocidas como “Judíos en la sinagoga”, “Circuncisión en un establo”, “El hijo pródigo” o “El rey David en actitud orante”, que demuestra la raíz cristiana del artista, toda vez que lo presenta de rodillas, una actitud que es ajena a los judíos cuando rezan.

Rembrandt

Además de los retratos, la sección de historias de textos religiosos son especialmente apasionantes, ya sea “El festín de Baltasar” o “El banquete nupcial de Sansón”, en el que algunos especialistas quieren contemplar una competición artística entre Rembrandt y “La última cena” del gran Leonardo da Vinci. Y, en fin, no por menos conocida es sublime la escena de “La novia judía”, donde el artista capta un momento de ternura entre Isaac y Rebeca, que fingieron ser hermanos para evitar que el primero fuera asesinado y su esposa fuera capturada por el rey Abimelec.

Mientras se visita la exposición, que permanecerá abierta hasta finales de octubre, suena la música envolvente de compositores judíos como Abraham Cáceres, Salomone Rossi o Giacobbe Basevi, cuyas obras tuvieron profunda repercusión en el corazón de la capital holandesa. Es sin duda un elemento no menor para que el visitante contemple la exposición en parecida atmósfera a la que Rembrandt respiró.

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