El jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, abandona la cumbre asediado por las críticas contra la invasión de Ucrania

Rusia choca con Occidente en el G-20: “Lo que hemos escuchado hoy es un fuerte coro de todo el mundo sobre la necesidad de que la agresión termine”

PHOTO/@SecBlinken - El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, asiste a la reunión del G-20 a nivel ministerial para preparar la Cumbre de noviembre en Bali, 8 de julio de 2022

Este viernes ha tenido lugar en la turística isla de Bali, en Indonesia, la segunda y definitiva reunión del G-20 a nivel ministerial para preparar la próxima Cumbre del ‘Grupo de los 20’, prevista para mediados de noviembre en el mismo emplazamiento, pero esta vez con la presencia de los jefes de Estado y de Gobierno. Aunque el entorno paradisíaco pudiera hacer pensar que la cita se desarrollaría sin sobresaltos, nada más lejos de la realidad. Se trataba de la primera vez que el régimen de Putin aparecía en la escena internacional y confrontaba cara a cara con los aliados occidentales tras su invasión de Ucrania.

La selecta organización, creada en 1999 para fomentar la cooperación económica entre los 20 Estados más ricos del mundo –en un mundo cada vez más interconectado–, se ha topado con la crisis más grave en décadas para la globalización, el motivo que solía justificar este encuentro anual. La agresión rusa de Ucrania ha provocado una nueva ruptura entre Occidente y Oriente, con reminiscencias a la Guerra Fría; pero también ha generado un preocupante distanciamiento entre el Norte y el Sur, cuyas demandas y necesidades han dejado de coincidir.

El carácter económico del encuentro se ha visto opacado en esta ocasión por su vocación diplomática, que, aunque informal, ha cobrado mayor importancia en un contexto donde cada apoyo cuenta. Cuestiones como la inflación, el encarecimiento del coste de vida, el cambio climático o la respuesta a la pandemia, que marcarán los acontecimientos a nivel mundial en los próximos meses, han pasado a un segundo plano en detrimento del tema central: la posición adoptada por cada Estado sobre la guerra de Putin. Un Putin que se ha visto representado por uno de sus ‘hombres fuertes’, el veterano diplomático Serguéi Lavrov, titular de Exteriores, abucheado a su llegada.

Lavrov

La nota trágica que ha marcado esta segunda jornada del G-20 ha sido, sin embargo, el asesinato del ex primer ministro nipón Shinzo Abe, el jefe de Gobierno más longevo en la historia de Japón, tras recibir dos disparos en un mitin en Nara –cerca de Kioto– a manos de un exmilitar retirado que portaba un arma casera. El suceso, que ha conmocionado al mundo, ha precipitado la vuelta a casa del ministro de Asuntos Exteriores japonés, Hayashi Yoshimasa.

Cómo respira Occidente

Serguéi Lavrov viajó a Bali invitado por el presidente indonesio, Joko Widodo, con el objetivo de preparar el desplazamiento de Vladímir Putin en noviembre. La asistencia presencial del autócrata ruso no está aún confirmada, aunque podría comparecer por videoconferencia. El jefe de la diplomacia rusa, por su parte, ha preferido el contacto: “Vengo para hacerme una idea de cómo respira Occidente”. El Kremlin, que ha conseguido recientemente ocupar la región ucraniana de Lugansk, trata de encontrar apoyos o voces en el bloque occidental que abandonen el consenso y que estén dispuestos al diálogo, a hacer concesiones.

La postura de los ministros de Exteriores europeos y norteamericanos ha sido férrea. Inamovible. Todos volvieron a condenar la agresión de Rusia y evitaron tomarse una foto de grupo con Lavrov. Eso sí, concedieron al veterano diplomático ruso que su presencia, al menos, mostraba cierta voluntad de exponer sus argumentos, de justificarse ante el resto por sus acciones. Pero el afán dialogante de Lavrov se esfumó en cuanto tomó la palabra la titular de Exteriores alemana, Annalena Baerbock. En ese momento, abandonó la sala. No sin antes dejar claro que la agresión a Ucrania no era responsable de la crisis y que las sanciones diseñadas para aislar a Rusia equivalían a una declaración de guerra.

Blinken

“El hecho de que [Lavrov] pasara gran parte de las negociaciones no dentro, sino fuera de la sala subraya que no hay ni un milímetro de voluntad de diálogo por parte de Rusia”, trasladó Baerbock, que dejó claro después que el ambiente en la sala era de 19 a 1 en contra de la invasión de Rusia, a pesar de que existieran desacuerdos sobre las sanciones al régimen de Putin. Lavrov, por su parte, contestó que “si Occidente no quiere que haya conversaciones, sino que desea que Ucrania derrote a Rusia en el campo de batalla –porque se han expresado ambos puntos de vista–, entonces quizá no haya nada que hablar con Occidente”.

El resto de la reunión se enfocó en persuadir a Moscú de que permitiera la exportación de grano ucraniano a través de un corredor naval “seguro”, vigilado de forma independiente, en el mar Negro. Turquía se erigió hace varias semanas como gran mediador, y encabezó una serie de conversaciones en el marco de la ONU, sin conseguir avances significativos. Los robos de grano ucraniano y el bloqueo de las exportaciones forman parte de las armas del Kremlin para debilitar la economía ucraniana –mejorando su posición en una hipotética mesa de negociación– y aumentar el coste para Occidente.

El ministro de Exteriores de Ucrania, Dimitro Kuleba, intervino por videoconferencia en la reunión para pedir una “respuesta global” a la invasión de Rusia. “No tenemos derecho a permitir que Rusia siga chantajeando al mundo con los altos precios de la energía, el hambre y las amenazas a la seguridad”, trasladó a los presentes. “Lo que hemos escuchado hoy es un fuerte coro de todo el mundo, no sólo de Estados Unidos sino de todo el mundo, sobre la necesidad de que la agresión termine”, remató al término del encuentro el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken.

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