Rusia disputa la influencia estadounidense en Latinoamérica gracias a su vacuna
El coronavirus o, más bien, las herramientas sanitarias para lidiar con él, desde el equipo médico hasta las vacunas, se han convertido en un elemento más de la diplomacia mundial. Las farmacéuticas han recibido enormes cantidades de dinero para financiar la investigación y el desarrollo de la vacuna con el objetivo, además del de inmunizar a la población, ganar peso e influencia en determinadas regiones en las que Estados Unidos, China y Rusia, principalmente, buscan ser el actor predominante.
Por eso regiones como la africana o latinoamericana, con menos capacidad económica para hacerse con la vacuna y con peores sistemas sanitarios para distribuirla y mantenerla, se han convertido en un campo de juego de las grandes potencias, también en este ámbito.
Debido a la cercanía con Estados Unidos, su influencia en el continente latinoamericano ha sido tradicionalmente mayor que el de sus competidores mundiales, con notables excepciones como la de Venezuela, con quien la relación es nula. No obstante, el COVID-19 ha agravado tanto la delicada situación de algunos países que la urgencia por paliar la situación ha obligado a muchos de ellos a buscar alternativas más allá de los aliados tradicionales.
En ese escenario, la vacuna rusa, la Sputnik V, le ha permitido a Rusia obtener ventaja. En un primer momento, la opacidad con la que Rusia desarrolló la vacuna y la falta de estudios internacionales que la avalaran, causó que algunos países, pese a la necesidad de obtener vacunas, fueran reacios a decantarse por la opción rusa. Sin embargo, la reciente publicación en la prestigiosa revista británica The Lancet, los estudios sobre la vacuna rusa, a la que le dan un alto grado de fiabilidad, han cambiado por completo el escenario en lo que refiere a Latinoamérica.
En primer lugar, la vacuna rusa es mucho más económica que otras alternativas, algo que para países con escasos recursos es una cuestión vital. Se estima que la vacuna rusa cuesta la mitad que la vacuna de Pfizer, otra de las utilizadas en el continente. En segundo lugar, la temperatura a la que debe conservarse, entre los 2º y los 8º, facilita la logística para estos países cuyas capacidades sanitarias son reducidas, especialmente a la hora del transporte y la conservación. Y, por último, el hecho de que la producción de vacunas no vaya todo lo rápido que se necesitaría, supone buscar otras opciones.
Por ahora seis países han autorizado el uso de la Sputnik V: Argentina, Bolivia, México, Nicaragua, Paraguay y Venezuela, aunque se espera que en las próximas semanas a esta lista se sumen más países latinoamericanos, quizás el más representativo sea Colombia, uno de los principales aliados de Washington en el continente, y que espera aprobar en breves el uso de la Sputnik V.
Argentina, por ejemplo, ha comprado 25 millones de dosis, de las que ya ha aplicado más de 600.000. México, por su parte, ha comprado 24 millones, de las que está previsto que las primeras 200.000 dosis lleguen al país este fin de semana. Por su parte, Venezuela ha adquirido 10 millones de dosis, cuyo primer envío, con 100.000, fue recibido hace tan solo unos días en el aeropuerto de Caracas. Bolivia es uno de los países latinoamericanos que recibió la vacuna rusa con mayor prontitud. Se trató de un envío de 20.000 dosis de un total de 2,6 millones de vacunas, que llegó el 26 de enero al país.
Mientras Estados Unidos y la Unión Europea están enfocados en la inmunización de sus ciudadanos, países como China o Rusia, cuyas empresas desarrolladoras de las vacunas tienen carácter estatal, están más centrados en exportar esta vacuna como nueva forma de diplomacia, y penetrar con ellas en escenarios como el latinoamericano, donde su influencia era, hasta ahora, mucho más reducida.
