Las buenas relaciones entre ambos países han escalado ahora en materia militar en un contexto en el que la inestabilidad de países como el afgano pueden convertirse en una oportunidad para afianzar su influencia

Rusia y China en el tablero de Afganistán

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Las relaciones diplomáticas entre Rusia y China dan un paso más allá. Ya el pasado junio, el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, protagonizaron un encuentro que se escenificó en el culmen de las buenas relaciones ejercidas entre ambos países. En este sentido, ambos líderes concluyeron su encuentro calificando las relaciones diplomáticas como “un modelo y ejemplo de cooperación”.

Además, Putin agregaba que en la relación bilateral “se ha acumulado la experiencia positiva de siglos de desarrollo de las relaciones entre nuestros Estados, reflejando plenamente las profundas tradiciones históricas de buena vecindad y amistad entre los pueblos ruso y chino”. Junto a esto añadió que habían logrado “llevar las relaciones ruso-chinas a un nivel sin precedentes para convertirlas en un modelo de cooperación interestatal en el siglo XXI”. 

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Y es que, ahora, esta cooperación interestatal entre ambos Estados va más allá de la colaboración económica y política ya que Rusia y China han comenzado a ejecutar ejercicios militares conjuntos. Los Ministerios de Defensa tanto chino como ruso han anunciado que estas operaciones, tildadas por ambos países como “Ejercicios Occidentales Conjuntos 2021”, se están desarrollando en la región de Ningxia, en el oeste de China, y en ellos están participando más de 10.000 soldados. Dichas operaciones versarían en ejercicios relacionados con el reconocimiento de “alerta temprana”, guerra electrónica y ataques conjuntos.

Estas operaciones se producen en un contexto internacional sacudido por la rápida expansión talibán en Afganistán. En los últimos días los talibanes, ante la retirada de las tropas estadounidenses e internacionales, han tomado bajo su poder seis capitales de provincia en el país. A esto cabe sumarle el último ataque registrado por el grupo contra la norteña ciudad de Faizabad, en Badakshan situada al norte del país, en un ataque “a gran escala” donde se ha observado una ofensiva en “al menos seis direcciones”. En este aspecto, fuerzas de seguridad afganas ya han pedido ayuda y han señalado que “necesitan apoyo aéreo de urgencia”.

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Ante la expansión talibana, China recibió el pasado julio a una delegación de los talibanes de alto nivel en un encuentro en el que se reforzaron los lazos con los insurgentes y, por parte de Pekín, se les concedió legitimidad internacional. Por su parte, Rusia está evitando repetir su historia ya que la guerra que llevó a cabo la antigua Unión Soviética en Afganistán fue muy impopular y se saldó con grandes pérdidas, en este sentido, un total de más de 15.000 soldados soviéticos perdieron su vida en el conflicto. De esta forma, el Kremlin a pesar de que ha prometido “hacer lo posible para evitar una mayor escalada en el conflicto”, ha decidido tomar un camino diferente y mantiene conversaciones con los talibanes en unas negociaciones que desde Moscú esperan obtener garantías de que las actividades talibanas se limitarán al territorio afgano y, en parte, elevar el perfil de Rusia como país mediador y negociador. Así, el pasado ocho de julio representantes talibán se reunieron con el enviado especial de Rusia para Afganistán en Moscú.

Ahora los ejercicios militares evidencian el desarrollo de las capacidades operativas conjuntas de China y Rusia. Si lo enmarcamos en el contexto de Afganistán, es evidente que Estados Unidos ya no tiene poder en el país. Su inminente retirada en lo que ya se conoce como “la guerra más larga de Estados Unidos”, evidencia que el papel estadounidense en el país afgano está muy próximo a su fin. Por su parte, Rusia aprovecha esta situación para mantener por un lado a los talibanes controlados. En esta línea, el grupo insurgente había prometido previamente durante las conversaciones en Teherán que “no permitirían que su territorio fuese para realizar ataques contra Rusia”.

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Por otro lado, la estrategia rusa podría ir enfocada en tratar de remedir su pasado en Afganistán. A pesar de que Rusia ha ofrecido el uso de su base militar en Tayikistán, el país ha trazado una línea clara en la frontera con Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán, el límite de lo que Rusia está dispuesta a involucrarse militarmente. De esta forma, ahora el principal interés de Rusia en Afganistán es cómo la inestabilidad en el país podría afectar a los países de Asia Central.

De hecho, Rusia ha puesto fin a los ejercicios conjuntos en la frontera con Afganistán en una operación que, de acuerdo con el comandante del Distrito Militar Central, Alexander Lapin, se utilizó por primera vez “un grupo combinado de fuerzas, con un uso extensivo de operaciones de aviación, reconocimiento, fuego y aterrizaje, basado en la experiencia adquirida en Siria”. Estos ejercicios fueron integrados por 2.500 soldados de Tayikistán, Rusia y Uzbekistán. A su vez, el ministro de Defensa de Tayikistán, Sherali Mirzov, dijo que tales ejercicios antiterroristas se llevaron a cabo por primera vez “en la historia de la cooperación militar entre los tres países”.

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Asimismo, el ministro de Defensa ruso alertó que Daesh estaría reforzando su presencia en Afganistán a través del envió de combatientes de otros países y afirmó que “la misión de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán ha fracasado”.

Por otro lado, China ha mantenido una presencia intermitente en Afganistán. Tras los atentados del 11S, China se desvinculó de la intervención militar en el país, apenas invirtió dinero en la lucha antiterrorista y nunca llegó a formar parte de la Fuerza Internacional de Seguridad (FIS), creada con el fin de acabar con el terrorismo. Sin embargo, la retirada estadounidense es una oportunidad para China para afianzar su influencia en el país y así lo ha evidenciado. Para el país asiático, la posición estratégica de Afganistán, los intereses económicos de las reservas minerales, petroleras y de gas y su silencioso deseo por su ansia expansionista en la zona, queriendo restar la influencia de India o de Pakistán, han propiciado que China ahora vea la agitación del país como una oportunidad para afianzarse. 

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Sin embargo, la cooperación militar que se está gestando entre Rusia y China sorprende ya que, según director de investigación del Instituto de Estudios Espaciales Chinos de la Universidad del Aire de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, Roderick Lee, “esta es la primera vez que los chinos están involucrando y permitiendo que los rusos participen en uno de sus propios ejercicios El objetivo es a menudo desarrollar relaciones, no capacidades reales de combate”.

A su vez, el director del Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías, Mikhail Barabanov, ha expresado que estos ejercicios son “sin duda un paso hacia la profundización de la interacción y cooperación militar” con China.

Aunque China y Rusia insisten en que su relación no es una alianza de defensa formal, analistas opinan que “los Ejércitos de los dos países podrían darse acceso a los sistemas de comunicaciones electrónicas del otro y construir estructuras de mando conjuntas”. Además, contingentes rusos y chinos han afirmado que el objetivo de estas operaciones es “demostrar la determinación de Moscú y Pekín para combatir el terrorismo y proteger de conjunto la paz y la estabilidad en la región”. 

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En el ámbito militar, Rusia y China comenzaron sus ejercicios conjuntos en 2005, pero solo para participar en los ejercicios anuales de “Misiones de Paz”, bajo la supervisión de la Organización de Cooperación de Shanghái. Desde el 2012, Moscú y Pekín han realizado ejercicios conjuntos navales regulares. Además, desde el 2018 el Ejército chino ha participado en tres de los ejercicios estratégicos anuales de Rusia. Sin embargo, a China no le interesa llamar la atención de la OTAN por lo que analistas opinan que “es probable que el Ejército chino no participe en ejercicios masivos en el oeste de Rusia este año”.

Ya sea por frenar la insurgencia terrorista en la región, intereses personales o por deseos expansionistas, la realidad es que las operaciones conjuntas entre los dos gigantes asiáticos cambian el panorama político y militar en la zona y dotan de un gran poder militar a ambos países. Esta hegemonía puede transformarse en una influencia china-rusa trascendente en la zona, que, aprovechando la convulsa situación de ciertos países como es el caso de Afganistán, pueden afianzarse en la región y fagocitar el papel de la política exterior de potencias como Estados Unidos, incluso de la Unión Europea que gradualmente va quedando relegada ante la creciente influencia asiática.