Saad Hariri vuelve al Líbano dispuesto a formar un nuevo Gobierno
Desde que tuviese lugar la explosión en la capital del Líbano, las repercusiones han estado presentes en todos los ámbitos posibles. Las primeras consecuencias llegaron tan sólo unos días después con la dimisión del primer ministro, Hassan Diab, que ha dejado descabezado un país que atraviesa ahora sus peores momentos. Y es que el bloqueo que vive ahora mismo el Estado libanés representa una encrucijada de la más alta complejidad. El enfrentamiento entre el primer ministro, Saad Hariri, y el presidente, Michel Aoun, mantiene en vilo a una sociedad que espera las medidas necesarias para paliar la crisis y ganarse la confianza de una comunidad internacional que ha condicionado toda ayuda a reformas reales.
Las deudas están ahogando a un país que ve cómo su ciudadanía inunda las calles de protestas y caos día sí y día también reclamando unas condiciones de vida mínimamente dignas. Ante la incapacidad y el inmovilismo de la clase política el primer ministro, Saad Hariri, decidió volver al Líbano comprometido a formar rápidamente un nuevo Gobierno de tecnócratas para implementar las reformas económicas, financieras y administrativas de acuerdo con una iniciativa de Francia, de establecer una hoja de ruta para el país mediterráneo respaldada por los principales políticos libaneses.
Pese a su vuelta, el país aún no puede cantar victoria cuando de formar Gobierno se trata. Sin embargo, lograr dicho cometido es clave para desbloquear la ayuda económica prometida por países de la Unión Europea, necesaria para la reconstrucción de Beirut que quedó devastada tras la explosión del puerto el pasado 4 de agosto.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, lidera el grupo de donantes del bloque europeo y ha viajado en los últimos meses a Beirut para mediar en la formación de una nueva administración. El mandatario galo ha dejado claro que el país necesita resolver sus graves problemas de corrupción antes de que la ayuda financiera sea entregada, y como parte de la solución la UE pide reformas que den respuesta a las dificultades estructurales de suministro eléctrico y supervisión bancaria.
Pero para lograrlo primero se necesitan acuerdos internos entre los distintos movimientos políticos libaneses, algo que no ha sido posible hasta el momento. El complejo sistema político de base sectaria del Líbano hace que la adopción de decisiones importantes sea un desafío. El poder se distribuye entre los chiíes, suníes y cristianos del país, que a menudo se enfrascan en fuertes divisiones.
Hariri dimitió en octubre de 2019 al ceder a la presión popular ante la recesión económica agobiante, con la que la libra libanesa perdió drásticamente su valor. La falta de liquidez impulsó a los bancos libaneses a limitar los retiros y las transferencias de dólares desde septiembre de 2019. Estas situaciones desencadenaron multitudinarias protestas que terminaron con su renuncia. Entonces, fue reemplazado por Hassan Diab, que dimitió el pasado 10 de agosto, en medio de una nueva ola de presión social tras la explosión en el puerto de la capital libanesa. Luego, el Legislativo nombró a Mustafá Adib, pero este también renunció y lo hizo menos de un mes después de haber asumido el cargo, al argumentar precisamente dificultades entre las distintas bancadas políticas para formar un gabinete. Está claro que Hariri, de regreso como primer ministro, enfrenta grandes retos. Algo que él mismo reconoció al señalar que esta es una "última oportunidad" para salvar al país.
Es la tercera vez que el político suní ocupa el cargo y el Ejecutivo que forme será el cuarto liderado por él, ya que durante su segunda etapa como mandatario el país estuvo nueve meses sin Gobierno. Hariri, que era el único candidato para ocupar el cargo, fue respaldado por 65 de los 118 diputados que han participado en las consultas parlamentarias.
Los libaneses se muestran escépticos también sobre la formación de un Gobierno de tecnócratas, ya que el anterior quedó trabado por la injerencia de los principales partidos político-confesionales, incapacitándolo para emprender dicha reforma. El nombramiento de Hariri fue pospuesto una semana con la intención de lograr el mayor consenso entre las fuerzas políticas. Los dos principales partidos cristianos (Fuerzas Libanesas, liderado por Samir Geagea y el Movimiento Patriótico Libre, al que pertenece el presidente Aoun) se mantienen escépticos. El primer ministro designado, Saad Hariri, sólo parece contar con el apoyo del bloque suní más grande, el movimiento chií Amal y del Partido Socialista Progresista de Walid Jumblatt, aunque Hizbulá también parece inclinarse por mantenerlo como presidente del consejo de ministros.
En los próximos días Hariri se reunirá con el presidente del Parlamento libanés, Nabih Berri, para una reunión crucial. Berri hace unas semanas adoptó una posición clara con respecto al presidente Michel Aoun dejándole claro que el Parlamento apoyaba el nombramiento de Hariri de formar un nuevo Gobierno y que este no debería poner obstáculos. Berri responsabilizó a Aoun por el sufrimiento continuo de la sociedad libanesa como resultado de su rechazo a las nominaciones del Gabinete de Hariri, agregando que el presidente no tenía derecho a bloquear al primer ministro designado.
La confrontación abierta entre el presidente maronita y el presidente del Parlamento chií nunca había alcanzado antes esta intensidad. Fuentes políticas libanesas creen que la actitud del portavoz del Parlamento refleja un claro malestar por las acciones de Michel Aoun e indican que la relación entre el presidente y Berri han entrado en una etapa de desconexión completa entre ellos.
Por su parte, Hariri quien había amenazado con renunciar a la oportunidad de formar Gobierno, ahora tiene un aliado fuerte que apoya su posición mientras continúa el enfrentamiento con el presidente y su yerno el jefe del partido Corriente Patriótica Libre, Gibran Bassil que obstruyen la nominación del Ejecutivo, porque consideran inconstitucional el nombramiento de ministros cristianos por parte de Hariri.
En las últimas semanas, la grave crisis económica se ha agravado con un nuevo desplome del valor de la moneda local, una desmesurada inflación, continuos cortes de electricidad y una importante escasez de productos básicos como medicinas, material sanitario y combustible están sumiendo a el Líbano en una profunda crisis sin precedentes.
Mientras el país está cerca de conmemorar el primer aniversario de la explosión en el puerto de Beirut el 4 de agosto, en la que murieron más de 200 personas, el Líbano se hunde en una grave crisis económica y financiera. Con los principales líderes discutiendo sobre la formación de un gabinete en este país regido por el confesionalismo. Las protestas en las calles no son los únicos quebraderos de cabeza a los que se enfrenta el Líbano.
