La fractura entre el ala militar y civil del Gobierno se recrudece ante las presiones internas y la influencia exterior

Se cumple una semana del estallido de las protestas en Sudán

photo_camera AFP/ ASHRAF SHAZLY - Manifestaciones masivas contra el expresidente Omar al-Bashir

Miles de personas han marchado esta semana en la capital de Sudán, Jartum, en forma de protesta contra el insostenible clima de tensión política que tambalea la alianza de Gobierno entre militares y civiles. El proceso de transición democrática vive las horas más bajas desde que echase a rodar en 2019 a raíz del intento de golpe de Estado del pasado 21 de septiembre. Una asonada encabezada por soldados fieles al expresidente Omar Hassan al-Bashir que buscaba restablecer el régimen militar.

La resaca del golpe terminó por fracturar al Ejecutivo, cuyos integrantes han escenificado públicamente sus desavenencias, centradas en las dos cabezas visibles de la transición: el presidente del Consejo Soberano, Abdel Fattah al-Burhan, y el primer ministro, Abdallah Hamdok. Pero, sobre todo, el golpe terminó por dividir a una sociedad que experimenta una profunda crisis económica y tribal. Un caldo de cultivo perfecto para el estallido de un nuevo conflicto civil de consecuencias devastadoras.

Coincidiendo con el día de la revolución de 1964, un 21 de octubre en que el pueblo sudanés se levantó contra el dictador Ibrahim Abbud, la población ha tomado las calles a lo largo y ancho del país para defender su postura. Una postura heterogénea que se divide en dos grandes frentes: los que respaldan el proceso de transición y exigen un Gobierno civil, y los nostálgicos que piden recuperar un régimen militar.

Omar al-Bashir

A falta de otras opciones que permitan conocer el sentimiento mayoritario del pueblo sudanés, ambas facciones tratan de imponer su verdad y hegemonía en las calles. De ahí que el país atestigüe un aumento considerable de las movilizaciones en los últimos días, que prometen prolongarse hasta que una de las dos secciones del Ejecutivo dé un paso en falso. Unos acusan a otros del precario estado de las cosas en la nación del Cuerno de África.

Sudán experimenta cortes de electricidad, escasez de suministros básicos, una galopante inflación y la devaluación de la libra sudanesa. Unos ingredientes que han agotado la paciencia de los sudaneses y que explican la incesante búsqueda de culpables. El Gobierno de transición ha absorbido la ira generalizada y la confianza hacia el gabinete interino, liderado por Hamdok, se ha desplomado por la ineficacia de sus reformas.

Las Fuerzas de Libertad y Cambio (FCC), el amplio frente de coalición que firmó el acuerdo de transición con el Consejo Militar de Transición (CMT), hizo un llamado a sus militantes para rodear por sexto día consecutivo el Palacio Presidencial y exigir la disolución del Gobierno. El grupo considera que cuatro formaciones secuestraron la revolución y monopolizaron la representación civil del Ejecutivo, por lo que demandan la entrada de más fuerzas políticas en el gabinete. Una postura que compartió el presidente al-Burhan.

Al-Burhan

Las autoridades sudanesas se han visto obligadas a trazar un perímetro de seguridad para proteger las instituciones y los edificios gubernamentales, así como el desarrollo pacífico de las movilizaciones. Hasta la fecha no se han registrado enfrentamientos directos entre los manifestantes. Aunque el plan de acción está enfocado en la prisión de Kobar, en la que se encuentra detenido el expresidente Omar al-Bashir y varios altos mandos de su régimen.

El Consejo Soberano, principal órgano de poder integrado por militares y civiles, transferirá el poder después de las próximas elecciones, previstas para 2023. Y, aunque la volatilidad de los acontecimientos podría deshacer el período de transición democrática, el general al-Burhan ha reforzado su compromiso para preservar la alianza cívico-militar “hasta conseguir un Gobierno civil electo”. Unas declaraciones puestas en duda por algunos observadores que conocen la situación entre las filas del Ejército, donde se encuentran partidarios de un régimen militar.

Mientras, la parte civil del Gobierno, encabezada por el primer ministro civil Abdallah Hamdok, dio a conocer la semana pasada una hoja de ruta para resolver la acuciante crisis sudanesa. Durante su comparecencia, Hamdok mantuvo su postura: “No soy neutral ni mediador en este conflicto. Mi posición clara y firme es la alineación completa con la transición democrática civil”.

Hamdok
Influencia exterior

Sudán es un polvorín. Pero la nación africana se ubica en un enclave estratégico, próximo al Cuerno de África y haciendo las veces de nexo entre el norte del continente y el África subsahariana. Bañado por el mar Rojo y rico en petróleo. Unas condiciones cuasi idóneas que atraen a las potencias extranjeras. Por lo que mucho de lo que ocurre en Sudán viene precedido por la influencia del exterior, en especial del Golfo pérsico, donde países como Arabia Saudí y Qatar tratan de ganar enteros.

Riad trata de evitar a toda costa que los Hermanos Musulmanes vuelvan a ganar influencia en un país donde al-Bashir mantuvo una estrecha conexión con ciertos movimientos islamistas y acabó convirtiéndose en refugio de líderes radicales. Para ello respalda, sin embargo, al poder militar por encima del civil. Doha, por su parte, no ha asumido una postura nítida y se aproxima por intereses económicos y comerciales.

Las potencias occidentales, con Washington a la cabeza, han manifestado su respaldo al ala civil del Gobierno. En este sentido se pronunció el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, quien instó a las partes a completar la hoja de ruta prevista. Aunque el apoyo de Estados Unidos a Sudán podría truncarse en caso de no completarse la transición. La diplomacia estadounidense ha advertido a sus socios del Golfo que este proceso depende de que se mantenga el liderazgo civil-militar hasta los comicios.

Sudán

Así lo ha declarado esta semana el enviado especial de Estados Unidos para el Cuerno de África, Jeffrey Feltman, al digital The National: “Si la transición se interrumpe, si una u otra parte de esta sociedad intenta imponerse, entonces el apoyo de EE. UU. a todas estas cuestiones, incluido el alivio de la deuda, estará en duda”, aunque no señaló a ninguna de las partes

El diplomático visitará en los próximos días la capital sudanesa, Jartum, por segunda vez en menos de un mes. Un signo que pone de relieve su importancia estratégica. La relevancia de Sudán en el tablero geopolítico se materializa en 337 millones de dólares, el montante destinado por Washington al país para impulsar el proceso transicional. Estados Unidos ha ejercido incluso como mediador ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) para desatascar un ingreso de 2.400 millones de dólares y un alivio de su deuda.
 

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