Una encuesta realizada por la Fundación para la Socialdemocracia de Turquía sobre los migrantes sirios revela la creciente aversión de la ciudadanía turca hacia los refugiados

Seis de cada 10 ciudadanos turcos preferirían que los refugiados sirios regresasen a su país

photo_camera PHOTO/MAIXA ROTE - Refugiados en Estambul (Turquía)

Turquía es, a día de hoy, hogar de más de la mitad de los desplazados sirios que se han visto obligados a abandonar su país a causa de la guerra. El conflicto civil que dura ya más de una década y en el que se enfrentan las fuerzas afines a Bashar al-Ásad, los combatientes de la oposición –como el Ejército Libre Sirio (ELS)– y los grupos yihadistas, ha provocado la salida de más de 5,5 millones de refugiados desde el año 2011. De entre estos desplazados, alrededor de 3,7 millones se encuentran en territorio otomano, lo que convierte así a Turquía en el país con la mayor población refugiada del mundo. 

Sin embargo, esta gran oleada migratoria ha alterado enormemente la demografía de las provincias del suroeste turco – Kahramanmarash, Hatay, Sanliurfa o Gaziantep –, y han provocado el aumento de las tensiones entre los refugiados y las poblaciones locales.

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De este modo se ha reflejado en la encuesta sobre la migración siria que ha realizado la Fundación para la Social Democracia en Turquía (SODEV, por sus siglas en turco) con motivo del 10º aniversario del conflicto de Damasco. Según el estudio, un preocupante 66% de los turcos entrevistados opina que los refugiados sirios deberían regresar a su país; frente a casi un 17% que cree que deben ser reasentados en zonas seguras, y un 7% que opina que deberían ser distribuidos de forma equitativa por país y ciudad. No obstante, ante a la hipotética situación del fin del conflicto sirio, el porcentaje de encuestados que aboga por un regreso de los desplazados a su país de origen asciende hasta un 84%.

Esta creciente animadversión hacia el colectivo refugiado se manifiesta también en otras cuestiones, como en la percepción de los migrantes sirios –más de un 70% de los turcos entrevistados considera que “no son limpios, confiables ni educados”, mientras que un 57% sostiene que no son trabajadores –, o sus interacciones con ellos; siete de cada 10 turcos afirman comunicarse con ciudadanos sirios solamente cuando están obligados a hacerlo. 

En esta misma línea, más de la mitad de los encuestados se sentiría disgustado ante la idea de que sus hijos fuesen al mismo colegio que un niño sirio, el 55% prefiere no tener un vecino sirio, y el 65% no se casaría con una persona siria ni permitiría que sus hijos lo hicieran. 

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No obstante, estas tendencias discriminatorias no se sustentan sobre experiencias personales, y es que más de tres cuartas partes de los ciudadanos entrevistados no han sufrió ningún daño o prejuicio por parte de un refugiado sirio durante los últimos cinco años. El presidente de SODEV, Ertan Aksoy, ha tratado de explicar esta situación al medio Arab News alegando que los refugiados están sirviendo como “chivo expiatorio” ante la inestabilidad política y la caída de poder adquisitivo que enfrenta la población turca. Este desplome económico tiene como causas principales el aumento de la inflación –que supera el 20% –, la devaluación de la lira o la persistente reducción de los tipos de interés.  

El emprendimiento de los refugiados sirios 

Desde el inicio de los movimientos migratorios en el año 2011, los desplazados sirios han establecido más de 10.000 empresas y pequeños negocios en territorio otomano, principalmente en las áreas de inmobiliaria, manufactura, hotelería y construcción. A pesar de que esto ha podido suponer una liberación económica para el Gobierno de Tayyip Erdogan, casi siete de cada 10 entrevistados para la encuesta de SODEV se han manifestado en contra de los negocios sirios. 

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“Esta situación se debe, en gran medida, a que [la población turca] se niega a aceptar a los sirios como miembros de la comunidad en general”, declaraba el analista turco de políticas migratorias de TEPAV, Omar Kadkoy. Y así se materializaba en la encuesta, en la que solo un 9% de los participantes se ha posicionado a favor de comprar en una empresa de dueños de origen sirio. De hecho, casi la mitad de los entrevistados afirmó que no lo haría nunca, en ninguna circunstancia.

Además, otro de los motivos de preocupación para la población turca es la permanencia de las comunidades sirias en el territorio otomano una vez el conflicto termine. En este sentido, los encuestados temen un impacto negativo en sus valores, el aumento de las tasas de criminalidad, el deterioro de la economía y el declive de la cultura del país. Casi la mitad de los participantes opinan que los desplazados sirios “podrían suponer un desafío en el futuro”. 

“Los resultados de la investigación revelan que el enfoque de la sociedad turca hacia los inmigrantes sirios es negativo en muchos aspectos. Son varios los estudios sobre inmigrantes que revelan que la mayoría de los desplazados prefieren quedarse en los países a los que se han trasladado. Por lo tanto, como socialdemócratas, debemos seguir luchando contra estas actitudes y actividades excluyentes y discriminatorias”, sostenía, por su parte, Ertan Aksoy. 

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Acuerdos de readmisión con la UE

Una de las principales causas que explican la desorbitada cantidad de refugiados que acoge el país turco es la firma, en el año 2014, de los acuerdos de readmisión con la Unión Europea. A través de estos, Bruselas y Ankara acordaban la obligación del país otomano de readmitir a cualquier migrante que entrase de forma ilegal en el territorio europeo desde Turquía, a cambio de que la UE acelerase las negociaciones para que Ankara ingresase en la Unión y suprimiera la obligatoriedad de visados para los ciudadanos turcos. 

Esta situación ha sido cuestionada por diversos analistas y expertos internacionales, ya que la ubicación de los controles fronterizos de la Unión Europea en manos del Gobierno de Ankara podría convertir a la UE en un actor dependiente y sin capacidad de posicionarse fuertemente en las negociaciones estratégicas. En este sentido, una hipotética amenaza del Ejecutivo turco de romper unilateralmente el pacto –como ya sucedió en 2019 – podría volver a poner en jaque a una Unión que aún no ha averiguado cómo gestionar las grandes olas migratorias. 
 

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