Solo la juventud puede construir el Gran Magreb

Pedro Canales

Pie de foto: Estudiantes continúan sus protestas semanales en la capital, Argel, para exigir el derrocamiento del "sistema". Más de un mes después de la partida del presidente Bouteflika, en el país norteafricano se están produciendo grandes manifestaciones en las que la gente exige la retirada de los miembros del régimen. AFP/RYAD KRAMDI

La movilización de los estudiantes universitarios en Argelia está siendo desde el 22 de febrero pasado, ejemplar y multitudinaria. Del millón setecientos mil estudiantes que abarrotan los establecimientos de enseñanza superior universitaria y técnica en todo el país, de los que unos 265 mil son nuevos inscritos, la inmensa mayoría se encuentra cada martes en el Hirak, el movimiento de masas que ha derrocado el sistema político de Abdelaziz Buteflika y exige la formación de un Estado de derecho y de libertades democráticas.

El ejemplo de los estudiantes argelinos no tiene precedente en el mundo árabe e islámico. Si bien es cierto que no fueron los estudiantes lor promotores del Hirak, sino la juventud en general, pronto se sumaron al movimiento y desde entonces no han cesado en sus movilizaciones de los martes dentro y fuera del recinto universitario.

Este ejemplo puede ser seguido por efecto de contagio y apoyo solidario, por los colectivos estudiantiles de otros países del  norte de África y Oriente Próximo. Dispersos en muchas universidades argelinas hay centenares, si no miles, de estudiantes extranjeros que se convertirán en « embajadores » voluntarios de la « revolución de la sonrisa ». En particular, los estudiantes originarios del Sahara occidental y que proceden de los campamentos de refugiados de Tinduf.

Pie de foto: Estudiantes asisten a clases en una escuela del campamento de refugiados de Smara, en la provincia argelina de Tinduf, el 25 de febrero de 2016. AFP/FAROUK BATICHE

Estos jóvenes saharauis, que han nacido y crecido en los campamentos, solo disponen de pocas alternativas: o continuar sus estudios en Argelia o Cuba, (este último país pone cada día más exigencias normativas para aceptar los alumnos saharauis) o, si tienen enchufe de los administradores del Polisario, hacerlo en España o en algún otro país occidental. Si abandonan los estudios superiores o no han superado las pruebas, solo les queda enrolarse en las milicias o dedicarse al comercio. Un horizonte como se ve, poco halagüeño.

Del otro lado del « muro » que divide los territorios del Sáhara, la situación se presenta de manera muy distinta. Según las estadísticas publicadas por el ministerio de Enseñanza Superior e Investigación Científica de Marruecos, en las doce ciudades que albergan establecimientos universitarios públicos están matriculados este año 865 mil estudiantes, de los que casi 240 mil son nuevos inscritos. Si consideramos los centros docentes privados, el ministro de Educación Said Amzazi eleva el número total a 937 mil, de los que el 49% son mujeres. En total hay 23 universidades, 202 establecimientos públicos y 212 privados.

En la Universidad y los establecimientos de enseñanza superior de Agadir están matriculados en este curso 160 mil alumnos, en las 16 facultades que la componen, de los cuales 125 mil en las públicas. La mayoría de las ramas se encuentran en el mismo Agadir, pero hay otras que tienen su sede en el territorio del Sahara, como la Escuela Nacional de Comercio y de Gestion en Dajla, la Facultad de la Sharia ( Jurisprudencia islámica) en Smara, y la Escuela Superior de Tecnología en El Ayun. En estas tres facultades la mayoría de estudiantes es de origen saharaui.

En las restantes universidades públicas, los estudiantes saharauis que las frecuentan disponen en general de becas de estudio y de alojamiento; motivo este que ha originado enfrentamientos con otros colectivos de estudiantes procedentes de otras regiones del país y que consideran la concesión sistemática de becas a los saharauis como « privilegios excesivos ». Además de la Universidad de Agadir, los estudiantes originarios del Sahara occidental, son numerosos en Marraquech, Casablanca y Rabat.

Existen además otras Universidades y Escuelas superiores especializadas privadas, a las que los alumnos procedentes del territorio del Sáhara puede igualmente acceder. Estos establecimientos de enseñanza superior no disponen en general del sistema de becas, por lo que los estudiantes saharauis que acceden tienen sus estudios costeados por sus familias o por sus propios medios, lo mismo que el resto de jóvenes marroquíes.

Pie de foto: Escuela del campamento de refugiados de Smara, en la provincia argelina de Tinduf. AFP/FAROUK BATICHE

A diferencia de los campamentos de refugiados en Tinduf, donde los establecimientos de enseñanza primaria son absolutamente insuficientes por las condiciones de vida y la falta de medios, en el territorio del Sáhara administrado por Marruecos, la enseñanza ha sufrido un boom cualitativo y cuantitativo espectacular desde el fin de la colonización española en los años 70.

En 1976, el número de alumnos de primaria en el territorio era de unos 4 mil. Cuarenta años después, periodo en el que el número de habitantes se ha multiplicado por cuatro o cinco, el de alumnos de primaria lo ha hecho por casi 30. La última estadística disponible indica 115 mil alumnos en la enseñanza primaria. En cuanto a los alumnos de secundaria e Instituto, en 1976 eran solo un centenar y actualmente han superado los 80 mil jóvenes, de los cuales varios miles se incorporarán a las universidades públicas y privadas.

Esta realidad sociológica y cultural, ha superado completamente la capacidad del movimiento saharaui Frente Polisario, cuyos dirigentes tienen una media de 60 años, de mostrarse como « guía político » de una juventud en movimiento. A pesar de sus frecuentes intentos de enarbolar banderas independentistas en las diferentes ciudades del Sáhara, debidamente filmadas y colgadas en las redes sociales, para denunciar « la resistencia a la ocupación » por parte de los jóvenes saharauis, estos sueñan con un futuro concreto, en lo profesional y en lo social, que pasa en primer lugar por construir un Magreb unido y superar los conflictos y divisiones étnicas y tribales heredadas de la colonización y de la Guerra Fría.

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