El país africano protagoniza un nuevo golpe de Estado que sume al país en el caos y lo aleja todavía más de un proyecto democrático

Sudán: un nuevo escenario de violencia azota el país

PHOTO/ARCHIVO - manifestaciones en Sudán

Tres años es lo que ha durado el Gobierno de Transición en Sudán. En la madrugada del 25 de octubre, fuerzas militares protagonizaban algo que se llevaba gestando de forma asidua: un nuevo golpe de Estado que rompía con los designios de formar un sistema democrático en Sudán.

 La Junta militar ha arrestado al primer ministro, que sigue encontrándose en paradero desconocido, y a parte del gobierno civil, al mismo tiempo que los medios de comunicación eran tomados por las fuerzas de Ejército. Con el control de los medios y la suspensión del gobierno civil, todo el poder está recayendo bajo la figura del principal protagonista: el general Abdel Fattah Al Burhan. 

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En un discurso televisivo, Al Burhan informó acerca de su decisión: la disolución del Consejo de Soberanía militar-civil y el nombramiento del Ejército como “garante” de la transición a un supuesto gobierno civil. En sus declaraciones reafirmó su pretensión de seguir celebrando las elecciones generales el próximo 2023, algo que ha sido puesto en duda por la extremada oleada de violencia que se está librando en el país.

Antes del arresto del primer ministro, Abdullah Hamdok animó a la población sudanesa a salir a las calles para “defender la revolución” y las respuestas por parte de la sociedad civil no se hicieron esperar. Cientos de personas acudieron a manifestarse mostrando su rechazo al nuevo golpe de Estado bajo el grito de “no aceptaremos un régimen militar”. El caos se apoderaba del país y las demandas populares trataban de hacerse eco en medio del desconcierto. Lejos de ser respondidas de forma pacífica el Ejército ha actuado abriendo fuego contra la población civil. El balance en estos momentos es dramático: al menos siete personas han muerto y otras 140 han resultado heridas, según informa el Ministerio de Salud sudanés. 

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Ante esta situación el Ministerio de Información, que aun mantiene el apoyo a Hamdok ha escrito en su página de Facebook que la acción del Ejército ha sido un crimen. Aun así, las Fuerzas de la Libertad y el Cambio (FFC) siguen llamando a la población a que tome las calles para defender la democracia y obligar a los militares a dimitir. Además, como forma de protesta, los sanitarios y varios sindicatos se han declarado en huelga.

Sudán ya ha recibido la condena por parte de la comunidad internacional y de los principales países que mantienen patrocinadores extranjeros en el país, entre los que están incluidos Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido y Francia. Todos ellos han exigido la vuelta a un gobierno de transición que instaure la democracia y la liberación del primer ministro y de su gabinete. 

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Estados Unidos ya ha anunciado la suspensión de 700 millones de dólares en ayudas de emergencia al país y ha demandado el regreso “inmediato” del gobierno civil de transición. El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, ha declarado la condena de “las acciones tomadas por las fuerzas del ejército sudanés” y agregó que “el arresto de funcionarios civiles y líderes políticos, incluido el primer ministro Abdullah Hamdok, socava la transición democrática”. 

Junto a esto, Price señaló que no conocían “la intención del Ejército de derrocar al primer ministro” y señaló que no hay un “límite específico para que los líderes militares en Sudán restablezcan el gobierno civil”.

Con el nuevo golpe militar atrás queda aquella imagen en la que el general Abdel Fattah y el líder de la coalición de la oposición, Ahmad al-Rabiah, celebraban la firma de un acuerdo de reparto de poder civil-militar que allanaba el camino para un gobierno de transición. 

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Sudán, testigo de una violencia desencarnada y un desarraigo voraz, no olvida el peso de tres décadas de poder militar. El derrocamiento del general Abdulfatá Barham Abdul Rahman trajo un halo de esperanza al país, una oportunidad para que Sudán conociera un sistema de gobierno que no fuera la represión y el terror. Sin embargo, para algunas naciones la democracia sigue siendo algo utópico y en el caso de Sudán, un país en el que el odio y la venganza han ido germinándose, los propósitos por construir un sistema democrático han pesado menos que la historia del país.

Una sociedad dividida, un gobierno de transición endeble y una historia que pesa sobre los hombros de un país entero han sido las causas precisas que han derivado en un nuevo golpe de Estado del que se espera los escenarios más desfavorables.

Sin noticias aun del paradero del primer ministro, el país africano escenifica un panorama que lamentablemente no es desconocido para la población sudanesa. Los civiles siguen saliendo a la calle exigiendo la salida de los militares mientras que estos vuelven a tratar de tomar las riendas de un país que cada vez se aleja más de la vía democrática.


 

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